Matthew había pasado por muchas fases en esos meses, el desconcierto y la molestia habían sido las iniciales, pero no se quedó mucho tiempo allí y al contrario pasó a la negación rápidamente, sentía que era otra de las pataletas que Simona hacía, pensaba en que ella lo ponía a prueba y que a pesar de todo sus locuras lo entretenían, creía comprender sus movimientos, pensaba que eran parte del ritual de seducción y claro que tenían efecto en él, después de todo había sacado todo su arsenal para crear excusas en función de poder verla.
Estaba preso y no es como si quisiera la libertad, le gustaba que ella lo atara, le gustaba más de lo que dimensionaba y empezaba a reconocerlo, eran unas cadenas que lo sometían, pero estaban llenas de besos y ocurrencias, ésta era una, ella estaba molesta, pero nuevamente aparecería, era algo que se repetía sin cesar en esa etapa.
Ella con su boca rosa había hecho una trampa llena de besos, que lo hacían ansiarla, estaba ahí loco por besarla, no escuchaba a la razón, todo era una sin razón, un espiral que lo enredaban más en ella y él que no era celoso empezaba a preguntarse si había alguien más y por primera vez en su vida sentía algo de celos, más envidia que lo amargo de ese sentimiento, una envidia por tenerla, por entender su ausencia y luego volvía la rabia, la rabia por la necesidad que despertaba y por sus malditos caprichos de los cuales se hacía esclavo, había caído en una trampa hecha de labios en forma de corazón.
Besarla había sido jugar y perder, besarla era la muerte misma, o más bien no hacerlo, eso lo estaba matando y no le gustaba lo que estaba generando, ese desespero y ese desconocerse de nuevo, no estaba bebiendo más de la cuenta, porque su negación imperaba sobre la rabia, pero si estaba descuidando aspectos de su pulcritud, detalles en el área laboral que Abril cubría y que a él lo hacían sentir un incompetente.
Sus obsesiones se habían incrementado, pero las ideas no eran sobre gérmenes, algo que él habría podido reparar con compulsiones sistematizadas que propendiera a evitarle el contacto, se trataba de inseguridades absurdas que se anidaban, pasaban de sentirse usado por ella, como un entretenimiento que ya la había aburrido, a decirse a sí mismo que no estaba enamorado, que él jamás se había puesto tan mal por alguien, una noche de tragos en el pasado era lo más que le había generado Rebecca.
Pero ahí estaba Simona robándole su vida, estaba pasmado como una roca que el agua y el viento golpeaban y sin embargo no era capaz de moverse, en una parálisis que le amenazaba con destruir todo, desconcentrado, con la memoria averiada, sin poder funcionar en nada, ni siquiera era capaz de verse una película sin quedar perdido de lo que ocurría en el guion.
Había ido a buscarla, había acampado en su apartamento por varias noches esperando que saliera en algún momento, se había reportado enfermo para poder hacerlo también en el día y eso le habría parecido un acto patético, pero necesitaba respuestas y sin embargo nunca las tuvo, ella se había esfumado y aunque seguía posteando vídeos, jamás contestaba el spam que dejaba en los comentarios, era como si él de pronto fuera una nada y aquello dolía.
Al final había ido a buscar a María Antonia, aunque sabía que no le caía bien, a él tampoco y en su vida se hubiera visto buscando a la amiga de la chica con la que salía, pero si ella la había visto necesitaba que le dijera a Simona muchas cosas, incluyendo el desierto en el cual se había sumido su vida desde que no estaba.
Lo que más lo mataba era no saber dónde estaba, qué había pasado, lo que más lo mataba era su mente.
Su olor estaba intacto en todos los lugares en los que estuvo y aunque no era la primera vez que habían cosas de una chica en su casa, ni tampoco era la primera vez que se obsesionaba con dejarlas como estaban, con que nada alterara ese espacio, pero sí sería la primera vez que eso durara.
-Dile que me llame por favor.
María Antonia estaba atónita por ver a Matthew de la manera como lo estaba viendo, desaliñado, con barba de varios días y descuidada, con un olor repelente, porque lo cierto es que podía criticarlo por muchas cosas, pero desaseo no era una de ellas.
Sabía que no haría nada de lo que él le pedía, Simona había tomado una decisión y ya sabía cómo era cuando las tomaba y si había decidido sacarlo, ella no podría cambiar nada con decirle algo de ese encuentro, además porque ella no avalaba esa relación: Matthew no era bueno para Simona, a pesar de todo lo que le estaba diciendo.
»Dile que últimamente mi vida sólo se basa en extrañarla.-Le dijo antes de irse.
Pero no fue la única vez que Matthew la buscó en esos meses, le habría puesto una caución por acoso si no entendiera lo desconcertante que podría ser Simona, así que todas las veces que la buscaba lo escuchaba, ahora le decía lo que ya sabía que Simona andaba mochileando en Centroamérica, María Antonia torció los ojos cuando supo eso, sobre todo porque conocía lo que él no conocía y ese viaje era un suicidio, al que ella justificaba llamándolo vivir.
-No sé si le dices lo que te digo, pero dile que me alegra verla bien y que sólo necesito que me diga por qué, es todo, que si fue eso de su cumpleaños.
María Antonia le asintió, pero esa vez cuando Matthew se iba a marchar quiso decirle la verdad, sin embargo se mordió las mejillas internas y calló, ella no le debía lealtades a él.
...
Ya no estaba en negación, ella lo había dejado y era una realidad, lo cual no sólo era doloroso, sino una ironía, él seguía encadenado a sus jean desgastados, atado a su boca, colonizado con sus impertinencias y necesitado de sus locuras y desfachatez, le costaba creer que ella fuera tan fría como se estaba mostrando y los celos por primera vez lo habían consumido y no era agradable, eran un sentimiento degradante que quemaba y minimizaba, había llorado como un niño acuclillado en su ducha, había llorado por una mujer como nunca lo había hecho por nada.
Matthew no era de quedarse mucho en esas cosas, no le gustaba que nada lo consumiera y sí que era una pérdida de tiempo, pero el reloj se había quedado quieto, no avanzaba, estaba ahí detenido viéndolo consumirse, no le importaba su trabajo, aunque lo hacía como un autómata, ya ni siquiera lo sostenían las rutinas, porque no habían.
Estaba preso en las redes de esa chiquilla y lo odiaba, cómo algo que te había dado tantas alegrías podía sentirse tan horrible, cómo alguien que te había hecho creer en el absurdo te hacía sentir como si una parte de ti se hubiera ido.
Se tragaba todo, a la única que le decía medianamente las cosas era a la amiga de Simona, esperanzado que le dijera algo a ella, pero sabía que no lo hacía y si acaso se lo contaba, a Simona no le importaba, le valía un carajo que él se hubiera enamorado solo, que ella simplemente lo hubiera dejado como si fuera una cosa, él sabía que era una niña caprichosa de papá, pero nunca pensó que a ese nivel.
ESTÁS LEYENDO
Una locura llamada Simona [Terminada]
ChickLitLas aventuras están siempre frente a tus ojos, sólo debes saber en dónde pescar. Su táctica: brindar sonrisas acompañadas de miradas pícaras. Su estrategia: colarse en todos los espacios de su vida y volverse su colorido secreto. Sus obstáculos: él...