Parte 54 "Montaña rusa"

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Rutinas y sólo rutinas....

Generalmente éstas le brindaban a Matthew tranquilidad, la que ofrece el orden al estar lejos del caos y Simona lo era, era caótica, era un remolino que no daba tregua, pero que sin saberlo también brindaba cierto color, cierta chispa de diversión que volvía a brillar por su ausencia.

Algo se había roto y él tomaba distancia, lo hacía de una manera que no lograba dimensionar, una distancia que no era física porque la veía a diario, pero si era una distancia emocional, porque ella era una extraña y a pesar de todo era lo más familiar que tenía.

Sin embargo nada de aquello era algo que él reconociera, Matt tenía una inteligencia pragmática que a lo largo de su vida le había sido útil para mantenerse al borde de la línea, él no había sabido lo que era salirse de la misma hasta que ella había irrumpido en su vida con fuerza, con la fuerza de un huracán que arrasa todo a su paso y él... Él podría haber odiado el resultado, podría...

Pero...

Lo curioso era el genio tan adusto que volvía a tener, todo el tiempo se sentía hosco y molesto, eso Abril si podía notarlo, era insoportable tener que compartir con él, nada le parecía, a todo le hallaba un enorme pero y lo cierto es que ella no entendía nada, ya le había comunicado todo, su jefe iba en ascenso, el tío que le gustaba por el contrario se mudaba al otro continente, así que ella tampoco estaba de buen humor, era bastante rancio tener que estar en esa oficina y sobre todo porque la impertinente jovencita había vuelto a ser gala de presencia, le caía mal, también sentía cierta tensión entre Matthew y ella.

Había escapado de esa oficina, lo había hecho tan pronto pudo, escabulléndose a la cafetería a ver otras caras y a dejar la desazón de enterarse por terceros de los planes de Gerad, desde luego él no le debía nada, no tenían nada serio, pero un cambio tan significativo, si esperaba que al menos se hubiera dignado a comentárselo, pero lo que más le dolía a Abril era que se sentía usada y desechada, nada nuevo, los hombres como Gerard solían hacer eso.

En cambio los del tipo de su jefe te rechazaban antes de usarte, al menos era el concepto en el cual ella lo tenía, lo cierto es que aunque lo sentía igual y diferente, ella no lo conocía, ni siquiera Matthew se percataba de su humor, simplemente trabajaba más de la cuenta, porque lo que si no tenía Matthew Shepard era inteligencia emocional, en eso era nulo.

Precisamente por eso ocupaba todo su tiempo libre en trabajar, así no le quedaba un poco de tiempo en pensar acerca de su vida y percatarse en realidad qué era lo que sentía, porque no era un robot como muchos se lo habían señalado, desde luego que no lo era, tampoco era autista o un psicópata cuyos sentimientos quedan en entredicho, no, claro que no, Matthew sentía, sentía tanto que usaba el trabajo para no hacerlo y con aquello que era inconsciente a sí mismo simplemente salía como compulsión, obsesión o manía.

Hasta las salidas de Matthew se volvían algo rutinario, sin ningún tipo de sorpresa o alteración de algo que simplemente se acomodaba a su itinerario, era poco sociable, nunca había sido mujeriego, de manera que en muchos momentos terminaba solo en su apartamento o con Claire y Antoniette, aquellas amigas que llenaban soledades y se ajustaban a satisfacer necesidades básicas y otras más estilizadas.

Nada era espontaneo o por fuera del guion, ellas incluso estaban en su vida, porque llevaba muchos años conociéndolas, no porque se hubiera permitido estar en espacios nuevos en donde compartiera con alguien nuevo, él era así, absolutamente plano, pese a que muchas personas que lo conocían podían decirle que era interesante, posiblemente en su esencia más profunda lo era, pero también era predecible.

El mismo whisky.

El mismo tipo de puro.

El mismo perfume.

Una locura llamada Simona [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora