Capítulo 64

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Procela

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Mi garganta se encontraba seca, la cabeza me daba vueltas y las emociones me dejaban vacía, había dolido más que cuando Keyslee lo besó, en ese momento tenía la certeza de que él y su mansión de granito era imposible de alcanzar para mí, pero ahor...

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Mi garganta se encontraba seca, la cabeza me daba vueltas y las emociones me dejaban vacía, había dolido más que cuando Keyslee lo besó, en ese momento tenía la certeza de que él y su mansión de granito era imposible de alcanzar para mí, pero ahora, después de como se atrevió a mirarme...estúpido Holland.

—Niña—la cabeza de Martha asomó por la puerta de la cocina—ven por aquí—me llamó apresurada, haciendo un gesto con sus manos para que caminará más rápido—¿Te dijo algo más?—preguntó apresurada tomándome de la muñeca para moverme dentro de la limpia cocina—.

—No, nada importante—dije sin obviar mi ultimo comentario hacía la castaña y Tom, no me importaba si intentaba matarme, la estaría esperando—.

—Ven, salgamos de aquí—Martha se apresuró a tomar una pequeña canasta de campo que había sobre la mesa, se había colocado un gran abrigo de lana y ahora me tomaba del brazo a la vez que abría la puerta que daba fuera de la casa—de haber tenido opción no habría dejado que volvieras—susurró—.

—¿A donde vamos?—pregunté desconsertada pero aun así salí, pude sentir el viento gélido de la noche atravesarme de inmediato—falta Matilde, Rubén y Miguel—le dije pero ella no detuvo su paso rápido—Martha—.

—Octavio ya fue por ellos—se hizo oir por encima del ruido y me obligo a caminar varios metros fuera de la casa, hasta que llegamos a una pequeña cabaña que parecía más un armario de suministros amplio—Bienvenida a nuestro paraíso—se relamio los labios y me paso la canasta para poder sacar su manojo de llaves de la bolsa intentando discernir cual era la que abría la puerta blanca y vieja de aquel lugar—.

—¿Qué es este lugar?—habían unas cuantas ventanas con cortinas gruesas que no dejaban ver si las luces dentro estaban apagadas o encendidas, alejada consideradamente de la mansión y con unos pequeños escalones de madera, era como si alguien se hubiera construido un refugio lejos de los Holland en su misma propiedad—.

—Es la cabaña que usamos los empleados para quedarnos cuando tenemos que hacerlo—dijo Martha probando las llaves hasta que finalmente una hizo ceder a la manija—entra, entra, no quiero que te enfermes—bajo los dos escalones de la entrada y me quito la canasta de las manos para que pudiera entrar—.

Apenas entrar había una mesa de madera en el centro de lado izquierdo una pequeña estufa y un refrigerador diminuto y al lado de este un pequeño lavaplatos con unas cuantas tazas y platos de porcelana.

—Disculpa el frío, la calefacción se daño a principios de invierno—Martha dejo la canasta sobre la mesa y encendió la luz, pegado al comedor había un sofá café viejo y una mesa de centro de cristal—hay una habitación con tres camas, tu, yo y la niña dormiremos ahí—cojeó hasta el lavabo de la cocina para lavarse las manos—el baño esta en esa puerta—dijo y señalo una puerta pegada a la que debía ser la de la habitación—.

Destrúyeme: La Caída Del Imperio Holland [Tom Holland y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora