Capítulo 68

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En Caza: Vulnerable

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—"¡Sin payaso no hay fiesta!"—escuché a Matilde gritar en la otra cama—¡Ahí te voy San Pedro!—exclamó y tras esto cayó sobre mi espalda haciéndome pure con sus codos en mis omoplatos—

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—"¡Sin payaso no hay fiesta!"—escuché a Matilde gritar en la otra cama—¡Ahí te voy San Pedro!—exclamó y tras esto cayó sobre mi espalda haciéndome pure con sus codos en mis omoplatos—.

—Matilde, luchadora enana, dale un respiro—la voz de Rubén se hizo presente, escuché como camino hasta nosotras y levantó a Matilde fuera de mi cuerpo—¿estas bien?—es castaño colocó una mano en mi espalda, dando ligeras caricias mientras mantenía a Matilde en lo alto con la otra—.

—No se donde están mis pulmones ahora—me quejé, girándome para poderme sentar sobre la cama, todas las camas a excepción de la mía estaban perfectamente tendidas, limpias y vacías, el sol se colaba por una pequeña ventana que estaba ligeramente cubierta por papel de periódico para tapar el frío—.

Él sol ya había salido ¿Qué hora era?

—Suéltame, para ti también tengo—se quejó Matilde aun en brazos del noruego, ya se había cambiado, llevaba un pantalón rosa de lana juntó con un suéter a rayas en rojo y blanco, además de unos tenis blancos—.

—¿Qué hora es?—pregunté con voz ronca y la nariz tapada por el frío—.

—Dormiste un buen rato, no quisimos despertarte—explicó el castaño, dejando a Matilde en el suelo que de inmediato corrió para subirse sobre las camas y saltar en las mismas—son las once de la mañana—.

¡Tom! 

Me levanté de golpe, al instante el piso de movió bajo mis pies, era tarde ¿a donde corría? Así pudiera llegar a la casa en instantes, Tom ya no estaría allí par verme.

—Tom vino—dijo juguetona Matilde con el cabello despeinado, lanzándose a la cama donde me encontraba para abrazarme por el cuello—.

—Eso no es relevante—se quejó Rubén, sentándose en la cama que había compartido con Miguel, llevaba la laptop vieja de Harrison en las manos colocándola justo encima de sus piernas—.

—Él estuvo aquí—volvió a repetir la pequeña y mi corazón se encogió—pero estabas dormida—.

—Matilde—.

—Nada más te dio un beso y se fue—terminó de explicar Matilde antes de ser interrumpida por Rubén que quiso lanzarle una almohada—¡Ay me ataca tu ganado!—grito esquivando la almohada que terminó por pegar contra la pared para salir corriendo de la habitación—.

—Esa niña es más problema que niña—se quejó el noruego con la laptop en las manos y la vista fija en la pantalla—.

—¿Dónde están todos?—pregunté asomando la cabeza por la puerta, la cocina y la sala estaban completamente vacías, como si nadie hubiera dormido allí—.

Destrúyeme: La Caída Del Imperio Holland [Tom Holland y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora