Capítulo 90

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La voz del mudo

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TERCERA PARTE

Cada hora era más eterna que la anterior, había pasado el día entero en la cabaña solitaria, había pasado la mayor parte del tiempo acostada viendo televisión, durmiendo, comiendo y repitiendo el proceso a la espera de que saliera el sol, este jam...

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Cada hora era más eterna que la anterior, había pasado el día entero en la cabaña solitaria, había pasado la mayor parte del tiempo acostada viendo televisión, durmiendo, comiendo y repitiendo el proceso a la espera de que saliera el sol, este jamás salió y yo dedique el día en mantener la mejilla y la pena contra la almohada; en cuanto más intentara dejar de pensar en el daño que le haría a Tom más evidente era la herida que le dejaría.

Tú recorres el camino descalzo como quien se aprende una historia de memoria al escucharle por primera ultima vez,

arrancas las ramas y ves espadas,

sientes el fuego y lo confundes con agua,

me pides valentía con la misma elocuencia con la que das la espalda para recoger mis pedazos del suelo,

uno a uno,

cuando no los hayas te los arrancas,

No lloresme pides—.

pero ¿Cómo no he de llorarte? si somos agua y al abrazarte tú te has vuelto diluvio,

cambiaría de libro una y otra vez si eso garantiza que tu historia terminará con un "felices" y "para siempre".

El cielo me dejo claro que el día había escapado, reuní todas mis fuerzas para ponerme de pie e ir al baño, mi cuerpo y mis piernas aun estaban adormecidas cuando entre al diminuto baño, pase veinte minutos en el baño y al salir, no había apagado la luz si quiera, cuando lo vi...oculto detrás de la puerta de entrada, tenía la piel ligeramente morena, la cabeza afeitada, ojeras, las ropas sucias de tierra y sangre seca, entre las manos un cuchillo suizo, sus ojos me vieron con asombro, sin moverse de su sitio en la entrada sus ropas estaban ligeramente empapadas de agua y de su frente bajaban gotas de sudor de sus labios se quedó estático en silencio unos instantes sin saber que hacer, mi alma abandonó mi cuerpo cuando este intentó hablar, de sus labios no salían palabras sino gemidos y alaridos desesperados.

—¿Cómo entraste tu aquí?—pregunté por distraerlo, él soltó otra ronda de balbuceos en respuesta, alzando las manos con su cuchillo en mi dirección—¡Aléjate! ¡Estás en propiedad privada!—empecé a caminar y como si de un espejo se tratará este imitó mi acción caminando hacía a mí—¡No des ni un paso más!—me sobraron agallas para correr ignorando mi pierna, el pavor y mi columna maltratada, en la mesa junto al refrigerador había un  estuche de madera con seis cuchillos de diferentes tamaños, tomé el más grande que encontré retrocediendo a la vez que me aferraba al mango frío con las manos sudorosas—.

Destrúyeme: La Caída Del Imperio Holland [Tom Holland y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora