Capítulo 99

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Desolado

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Jeans azules, converse rojos, suéter amarillo, cabello castaño despeinado y piel pálida, Tom estaba de pie a unos cuantos metros mío, me daba la espalda, sentado en una de las tantas sillas metálicas en gris de aquel aeropuerto privado, tenía un brazo recargado en el descansa brazos y sobre la palma había dejado caer su cabeza, parecía estarse quedando dormido.

Estaba ahí, lo tenía frente mío, había llegado hasta él, tal como la primera vez, me lo topaba de espaldas, conocerlo había sido un accidente, encontrarlo también lo era.

Tom...—lo llamé en voz baja sin atreverme a mover mi cuerpo del área de la cafetería cercana a los baños, donde se supone que esperaría por Fere y Matilde mientras Rubén y Miguel arreglaban todos los detalles del viaje—.

Estaba vivo... incompleto, pero vivo al fin. 

¡Tom!—grité dando rienda suelta a todos mis sentidos, mis heridas se cerraron por un momento, de la espalda me nacieron las alas, los objetos que tenía en la bolsa de mano causaban un escandalo entre sí conforme corría por aquel aeropuerto vacío y cerrado al publico—¡Thomas!—empeñé otro grito—.

Tom esta condicionado por un deseo interno casi extremo por sentir que puede proteger a los demás y si el subconsciente de Tom la eligió a usted para llenar los vacíos que dejo su familia y cubrir esa necesidad casi suicida de proteger a alguien...—la voz de Boris hizo eco por todos los confines de mi subconsciente, frene mi carrera hacía el castaño de golpe, mis pies resbalaron por aquellas baldosas—Bueno ese subconsciente sigue necesitando de usted, necesita que usted este presente...—.

Tom me necesitaba para llenar un vacío, yo era la adrenalina que le corría en las venas cuando me metía en problemas y él corría a mi rescate...

No era amor.

Él necesitaba de mi presencia para cubrir los espacios que habían dejado a la deriva sus hermanos y su madre...

No era amor.

Había quedado tan cerca suyo, encarando su espalda, que cuando apreté los puños este se levantó, el ambiente se lleno de un silencio gutural, de un aire de ímpetu corrompida, los dos habíamos jugado a ser el hogar del otro, el me necesitaba para cubrir una emoción y yo lo necesitaba para no perder ese sentimiento de que alguien por primera vez me amaba.

¿Por qué has venido aquí?—me preguntó con voz ronca, de pie dándome la espalda—.

Había visto su espalda más veces de lo que le había visto el rostro y cada fibra de su cuerpo tenso evadiéndome me gritaba.

No era amor.

Tomé varios caminos—hablé, el reloj de mi padre en su caja ocupaba tanto espacio como el dibujo enmarcado en mi bolsa—deje a Harrison y Samantha detrás, hui por mi cuenta, acabe en lugares que creí que jamás pisaría otra vez...—le hablé a su espalda, este me concedió el derecho a ver parte de su perfil cuando sin moverse aún me devolvió la mirada, su suéter amarillo claro y holgado estaba impecable, ni una sola mancha, parecía que este jamás lo hubiera usado para intentar matar a su mejor amigo—todos los caminos me guiaron a ti—.

Destrúyeme: La Caída Del Imperio Holland [Tom Holland y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora