Capítulo 62

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Sueños hechos de polvo.

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Tom paso al menos veinte minutos con la imagen del ultrasonido en sus manos, la veía, le pasaba los dedos por encima, me veía a mi con ojos de querer morir y después repetía el proceso.

—Tom...¿Podemos irnos? la doctora ya se fue—pregunté a su lado en la sala de espera, solo nos habían dado una foto del ultrasonido y el castaño no tenía la intención de soltarla—Sé que estas emocionado, pero...no me da confianza estar afuera a esta hora— mire mi muñeca como si realmente hubiera un reloj en ella, los ojos del castaño encontraron mi rostro, resoplando antes de volver a hablar—.

—No podemos irnos solos—puntualizó bajando la cabeza—necesitamos que alguno de los que están afuera nos lleven— dijo haciendo referencia a sus hombres, desde mi lugar pude ver como este trago saliva con fuerza—.

En la vacía sala de espera solo estaba la recepcionista del turno nocturno y un guardia de seguridad moreno, delgado y alto que no dejo de ver curioso todos y cada uno de los movimientos de Tom.

—¿Por qué?—pregunté y me agazape a su lado, todo el cuerpo me dolía tras haber entrenado como animal todo el día, para mi sorpresa la doctora nos dijo que no habría problema con que continuara haciendo actividades físicas con moderación, que el "producto" estaba sano y no tendría nada de que preocuparme—¿Por que no podemos irnos?—.

Quería disfrutar tanto de su emoción como él, quería quitarle la fotografía de las manos y verla yo misma, sin embargo con la piel erizada y el miedo latente, me sacaba de quicio estar ahí sin ningún motivo.

—Lo que pasa es que...—comenzó a explicar con tono incrédulo, apenado y hasta incapaz de creérselo el mismo—estoy temblando demasiado, quiero vomitar y no puedo manejar—terminó de decir alzando una de sus manos en el aire—.

Esta se movía involuntariamente en espasmos incontrolados, decir que estaba temblando era poco.

—¿Quieres vomitar?—le pregunté incrédula, la recepcionista de cabello naranja y tez pálida nos estaba escuchando y soltó una risita de inmediato—¿Vomitar? Ni si quiera yo quiero vomitar, Tom—.

—Señorita, a veces con los padres primerizos, el papá puede llegar a tener los mismos síntomas que la madre—expresó desde su sitio, tenía un montón de aretes en el oído izquierdo y un tatuaje de amapola en la mano derecha—.

—Para variar—le dije a la recepcionista y ella me sonrió unos instantes antes de volver a enfocar su vista en el monitor—¿Quieres vomitar antes de irnos o puedes esperar hasta casa?—me gire sobre mi sitio para ver a Tom, este no hablo, solo asintió con la cabeza—.

Destrúyeme: La Caída Del Imperio Holland [Tom Holland y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora