Capítulo 20

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Londres
Casa Holland
9:23 PM

Thomas finalmente le había encontrado un lugar digno a su flor de noche buena en el cabello de la castaña, deslizándose levemente conforme se movía para lucir su vestido rojo vivo con detalles blanquecinos sobre la cintura.

—Muero de hambre ¿me puedo comer un caballo?— preguntó impaciente Matilde, corriendo hacía a mi y hacia a Thomas mientras le abrochaba la camisa de manga larga blanca que el rubio se había empeñado en usar junto su moño rojo a juego con el vestido de la castaña—. 

—Vere si hay alguno en el horno que te puedas comer— respondí a lo que la niña embozo una sonrisa traviesa— ya estas listo y guapo piojo— le dije al infante el cual me sonrió levemente conforme le daba miradas traviesas a la castaña con las mejillas enrojecidas—. 

—¿Estas triste?— soltó Matilde de repente, recargándose levemente sobre la esquina de la cama en la que estaba sentada para verme curiosa— se que extrañas a tu familia pero ahora nosotros somos tu familia y no queremos verte triste—aseguró la infante intentando reparar algo sin saber que como—.  

—Por supuesto que sí Mati— le asegure a Matilde y ella me sonrió satisfecha antes de que su estómago gruñera por el hambre— Matilde te tragaste un dinosaurio, vayan abajo, yo los alcanzo enseguida— asegure de nueva cuenta y ellos me creyeron asintiendo con la cabeza antes de que Thomas le tendiera la mano sana a la castaña que la tomó con el sonrojo latente en sus mejillas, dejándose guiar por el rubio—. 

Tan rápido como los niños abandonaron la habitación la ansiedad, la depresión y el vacío me golpeó de nueva cuenta, pero ya no me quedaban lágrimas para derramar. 

Indiferente vacío, ligeramente lleno de esperanza, normalmente en las navidades mi único enfoque era poderme mantener dormida cuanto fuera posible, pero ahora, por primera vez no solo sería una huérfana deprimida en Navidad, si no que sería una huérfana junto otros huérfanos en Navidad. 

—Más  pronto que tarde —me dije a mi misma, levantándome desanimada hasta caminar al closet, en una batalla entre mis costillas rotas, el frío y mis manos heridas por sacarme la camisa, colocandome otra camisa  de cuadros rojos y negros de manga larga a juego con mis jeans oscuros— Aquí vamos—. 

Apenas puse un pie fuera de la habitación el hedor a goma de mascar y colonia fina atacaron mi nariz haciéndome retroceder.

—¿Qué pasa pordiosera? ¿Te impacta el tener de frente a una reina?— vociferó Keyslee en el inicio de las escaleras, con su vestido negro ligeramente brillante delineando la curva de sus senos y su trasero el cual era rosado levemente por su cabellera dorada—. 

—No, me dio asco, hueles a tienda departamental en temporada de rebajas, has dejado al mundo entero sin reservas de putiperfume— me burleé con asco, finguiendo las ganas de vomitar a lo que la rubia golpeo su cartera negra con lentejuelas contra su muslo con molestia para caminar hasta a mi con el ceño fruncido— ¡Asco! ¡Asco, atrás bruja, no me envenenaras con tu pocima del diablo!—.  

—Que vulgar, que ordinaria eres, pobre de mi Tommy que te tiene que aguantar— expresó—. 

—Pues tu dirás, ni se queja, es más, si le encanta—  dije divertida a lo que Keyslee tragó saliva con fuerza conforme clavaba su mirada en mi—. 

—Zorra ordinaria—. 

—¿Quién tu? si ya sabemos que estás más pisada que plazoleta— jugué con fuego un poco más, recargandome sobre la barandilla de la escalera con aire sofisticado— ¿Vas a salir?—. 

—Vis a silir— repitió— por supuesto que sí estupida, yo soy una mujer de mucho mundo, de importancia, no puedo pasar mi noche buena  en una casucha con gente ordinaria como tú— escupió con asco refiriéndose a Thomas y a Matilde—.

Destrúyeme: La Caída Del Imperio Holland [Tom Holland y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora