Capítulo 68

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Al día siguiente, temprano en la madrugada, Hans está en su apartamento limpiando sus botas. Les pasa cepillo a ambas luego de lavarlas.

Va al baño y se cura una herida en el cuello. Se pasa vendaje en el antebrazo donde también tiene varias heridas.

Se coloca su uniforme y sale a la iglesia, ya que ese día hay misa. Mientras escucha con aburrimiento el sermón, no deja de mirar a una mujer que está en los bancos del lado. Ella lo mira de reojo varias veces y le sonríe.

Ese día celebran la eucaristía y todos los creyentes se ponen en fila para tomar su parte. Mientras Hans espera su turno no deja de pensar en lo que hizo anoche con Wanda. Siente ganas de reír y se queda mirando a las estatuas religiosas que hay en el interior. Él no se contiene más y ríe levemente. Una anciana que está al frente lo mira de mala manera para que haga silencio y se ponga en comunión como los demás.

—¿Qué miras vieja decrépita? —Frunce el ceño—

Ella se asusta al verlo molesto y se voltea. Cuando llega el turno de Hans toma el pan, bebe del vino. Va hasta la estatua donde Jesús está crucificado y hace la señal de la cruz mientras controla las ganas de reír. Al ir de regreso a su banco no deja de mirar con deseos a la mujer de antes, y ella no deja de mirarlo a él.

Al acabar la misa, Hans se va con ella y a escondidas de todos, y en silencio, tienen relaciones. Cuando terminan ella se va rápidamente. Hans sale arreglándose el uniforme y el sacerdote aparece de la nada le da varios golpes.

—¡¿Qué demonios le pasa?!

—¡No vuelvas a profanar y a blasfemar en la casa de Dios!

Hans ríe, lo agarra de la sotana y lo lleva hasta una pared.

—Ni se le ocurra volver a tocarme

El sacerdote se asusta al ver como su semblante cambia drásticamente y su mirada y aura se vuelven oscuras.

—Definitivamente llevas una legión de demonios adentro

Hans ríe.

—¿Quieres que los deje salir? —Lo agarra con fuerzas de la sotana—

El sacerdote se aterra y comienza a rezar en voz baja. Hans acerca su oído y lo oye hablando en latín.

—Maria, grátia plena, Dóminus tecum. Benedícta tu in muliéribus, et benedíctus fructus ventris tui, Iesus

Hans ríe al escucharlo y junto con el sacerdote continúa el rezo, pero diciéndolo aún más alto que él.

—Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis pec­ca­tóribus, nunc et in hora mortis nostræ... Amen

El sacerdote no para de temblar. De reojo Hans ve que monaguillo se acerca.

—¿Padre, todo bien?

—Si hijo, este soldado ya se va, solo estábamos hablando unas cosas

Hans lo suelta y se aparta.

—No quiero que vuelvas a pisar este lugar santo

Hans vuelve a reír.

—Total, si venía por obligación... Nada de esto aquí me importa una mierda —Escupe al suelo y se va riendo—

Al salir de la iglesia Hans se abriga y ve a unos soldados esperando por él. Uno se le acerca.

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