Capítulo 2

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MUSTAFA

Como dijieron los doctores mi padre no resistió la noche y murió, Mehmet y bayaceto, estaban graves, habían estado mejorando, pero de la nada cayeron de nuevo y había una pequeña posibilidad de que murieran, en realidad no deseaba que murieran, Hurrem estaría triste y no quería eso, estábamos en la despedida de mi padre, me sentía como un doble cara estando aquí, yo subiría al trono, pero solo quería hacerlo para tener a la mujer de mi padre, no estaba dispuesto a renunciar a esa idea, sabía que incluso mi madre se interpondrá en eso y quizás quiera mandar a ejecutar a los hijos de Hurrem, pero no la dejaré, no dejaré que lastime a hurrem, yo no seré como mi padre, yo si la cuidaré.

- ¿Cuál es esa condición de la que me hablaste? - me dijo Hurrem cuando ya habíamos terminado de velar a mi padre, estaba a nada de hacer la ceremonia para convertirme en sultán.

Me acerque a ella y me aseguré de que nadie nos esté viendo o escuchando, cuando me asegure de eso se lo dije.

- Se mi mujer - le dije serio y ella me miró incrédula.

- Deja de decir tonterías Mustafa, eso va en contra de las reglas, no puedo ser tu mujer, según las tradiciones tengo que ir al palacio viejo y tienes que matar a tus hermanos, por eso estamos aquí para que me digas cuál es esa condición - me habló sería, pero en sus ojos había un destello de deseo, el deseo que sentía por mi y yo aprovecharía eso.

Acerque nuestros rostro lo suficientemente cerca como para sentir el aliento del otro, ella no retrocedió y seguía teniendo esa hermosa mirada desafiante en su rostro.

- Esa es mi condición - le dije mientras movía mis manos a la parte baja de su espalda y la atraía a mi - se mi mujer y dejaré vivir a mis hermanos, pero tendrán que irse a otro palacio, tú te quedaras conmigo, Mihrimah puede quedarse si así lo quieres, pero mis hermanos se van del palacio - le expliqué y sentí su cuerpo perder fuerzas por estar tan cerca del mío.

- No puedes hacer esto Mustafa, soy la esposa de tu padre, el antiguo sultán, suleiman el magnífico, soy la sultana Hurrem, no puedo ser tu mujer, incluso si acepto, todos se pondrán a esto y tu madre será la primera - me acerque a ella rozando nuestros labios.

- Mataré a quien se oponga, eso incluye a mis hermanos, así que será mejor que converses con ellos sobre la relación que tendremos, eras la esposa de mi padre, ahora serás mi esposa, sobre mi madre no tienes que preocuparte, no se atrevería a oponerse a mí y si lo hace cuidaré de ti, no dejaré que nadie te lastime, ni si quiera yo - acerque su mano a mi corazón - ¿Sientes como late? - ella asintió - solo late por ti mi querida Hurrem, solo por ti y siempre será así, ahora solo acepta ser mi mujer y tendrás todo lo que quieras, incluso a mi a tus pies - termine de hablar y la besé, ella siguió mi beso y lo tome como un sí, aunque de igual manera quería escucharlo de sus labios, cuando nos separamos ella hablo.

- Acepto mustafa, pero tienes que saber que todos se opondran a esto, te deseo y lo sabes, pero aún no te quiero y no puedo prometer hacerlo, pero si me estás mintiendo, no me volveras a ver nunca en tu vida, mi querido sultán - su amenaza me asustó, no se que haría si no pudiera verla, sin duda sería peor que la muerte.

- No te miento Hurrem, te quiero para mi - me dije mientras ella se aleja de mi.

- Bien, entonces lo estaré viendo en su ceremonia sultán - hizo una reverencia en forma de broma y se fue de ahí.

Lo había logrado, había logrado tener a la mujer de mi padre y no me arrepentía de absolutamente nada.

Oficialmente era el sultán y mi madre era la madre sultana, ahora mismo me dirigía a sus apocentos, se los había dado por qué eran las reglas y Hurrem dijo que no necesitaba esos apocentos así que por eso se los di, pero si Hurrem cambia de opinión se lo daría de todas maneras.

- Madre - la salude.

- Mi león - me dijo mientras cariñaba mi mejilla - ahora que eres sultán, tienes que seguir las reglas y ejecutar a los hijos de Hurrem para evitar una rebelión, también hoy en la noche voy a mandar a una mujer para que puedas empezar con la tarea de hacer herederos, ese es uno de tus trabajos mustafa - me dijo con una sonrisa.

- No madre - ella mi miró raro - no voy a ejecutar a mis hermanos y tampoco quiero a la mujer, yo sé quién entrara a mis apocentos está noche así que no la mandes por qué no tendrá el permiso de ingresar.

- Mustafa, que dices hijo, tienes que hacerlo, son las reglas - me dijo sería.

- Lo se, pero solo haré que renuncien a su derecho al trono y los mandaré a otro palacio, Mihrimah se quedará aquí y Hurrem también - termine de darle la noticia.

- Mustafa - elevó su tono de voz, pero cuando se dió cuenta de lo que hizo me miró avergonzada - hijo, eso va en contra de las reglas, estarías desobedeciendo todas las reglas, no quieres ejecutar a tus hermanos y tampoco que Hurrem se valla ¿Para que la quieres aquí? - me preguntó molesta.

- Se lo que hago madre, así que no puedes desafiar mi autoridad, soy el sultán así que se hace lo que diga, quédate en tus apocentos quizás mañana te enteres de todo - terminé de decir y me fui a mis apocentos.

Esta noche, está noche tendría a hurrem conmigo, no podía esperar más, cuando les dije que la prepararán todos me miraron como si estuviera loco, pero nadie se atrevió a desafiar mi orden, Hurrem...

Esta noche ella sería mía y de mis hermanos me encargaría mañana, están mejorando gracias a que ahora hay más doctores para ellos, dijieron que posiblemente mañana se recuperen, apenas se recuperen los mandaré a otro palacio, pero antes les haría renunciar a su derecho al trono, Mihrimah se quedaría aquí, Hurrem había hablado con ella, al principio se puso como loca y vino a mis apocentos a gritarme, lo deje pasar por qué me recordaba demasiado a hurrem, eran igual, su mirada desafiante y todo, pero a mí me encantaba Hurrem y se lo dije, ella pareció ver mi sinceridad y acepto quedarse con nosotros, pero me amenazó de muerte si le hacía algo a su madre o si le mentía, dijo que Hurrem ya había sufrido suficiente con nuestro padre y que no soportaría más, estuve de acuerdo con ella, yo no dañaría a hurrem nunca, antes muerto.

Algo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora