la choza

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Al día siguiente, comieron para el desayuno copos de trigo, tostadas y

tomates de lata. Estaban a punto de terminar, cuando la dueña del hotel se

acercó a la mesa.
-Perdonen, ¿alguno de ustedes es el señor H. Potter? Tengo como cien

de éstas en el mostrador de entrada.


Extendió una carta para que pudieran leer la dirección en tinta verde:

Señor H. Potter


Habitación 17


Hotel Railview


Cokeworth

Harry fue a coger la carta, pero tío Vernon le pegó en la mano. La mujer los

miró asombrada.


-Yo las recogeré -dijo tío Vernon, poniéndose de pie rápidamente y


siguiéndola.


-¿No sería mejor volver a casa, querido? -sugirió tía Petunia tímidamente,

unas horas más tarde, pero tío Vernon no pareció oírla. Qué era lo que

buscaba exactamente, nadie lo sabía. Los llevó al centro del bosque, salió,


miró alrededor, negó con la cabeza, volvió al coche y otra vez lo puso en marcha. Lo mismo sucedió en medio de un campo arado, en mitad de un puente

colgante y en la parte más alta de un aparcamiento de coches.


-Papá se ha vuelto loco, ¿verdad? -preguntó Dudley a tía Petunia


aquella tarde. Tío Vernon había aparcado en la costa, los había encerrado y

había desaparecido.


Comenzó a llover. Gruesas gotas golpeaban el techo del coche. Dudley

gimoteaba.


-Es lunes -dijo a su madre-. Mi programa favorito es esta noche.


Quiero ir a algún lugar donde haya un televisor.


Lunes. Eso hizo que Harry se acordara de algo. Si era lunes (y


habitualmente se podía confiar en que Dudley supiera el día de la semana, por los programas de la televisión), entonces, al día siguiente, martes, era el


cumpleaños número once de Harry. Claro que sus cumpleaños nunca habían

sido exactamente divertidos: el año anterior, por ejemplo, los Dursley le


regalaron una percha y un par de calcetines viejos de tío Vernon. Sin embargo,

no se cumplían once años todos los días.
Tío Vernon regresó sonriente. Llevaba un paquete largo y delgado y no

contestó a tía Petunia cuando le preguntó qué había comprado.


-¡He encontrado el lugar perfecto! -dijo-. ¡Vamos! ¡Todos fuera!


Hacia mucho frío cuando bajaron del coche. Tío Vernon señalaba lo que

parecía una gran roca en el mar. Y, encima de ella, se veía la más miserable choza que uno se pudiera imaginar. Una cosa era segura, allí no había

televisión.


-¡Han anunciado tormenta para esta noche! -anunció alegremente tío


Vernon, aplaudiendo-. ¡Y este caballero aceptó gentilmente alquilarnos su

bote!


Un viejo desdentado se acercó a ellos, señalando un viejo bote que se

balanceaba en el agua grisácea.


-Ya he conseguido algo de comida -dijo tío Vernon-. ¡Así que todos a bordo!


En el bote hacía un frío terrible. El mar congelado los salpicaba, la lluvia les

golpeaba la cabeza y un viento gélido les azotaba el rostro. Después de lo que

pareció una eternidad, llegaron al peñasco, donde tío Vernon los condujo hasta

la desvencijada casa.


El interior era horrible: había un fuerte olor a algas, el viento se colaba por

las rendijas de las paredes de madera y la chimenea estaba vacía y húmeda.


Sólo había dos habitaciones.

(Tn) en hogwarts, 1T, la piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora