el callejon diagon capitulo 5

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Harry se despertó temprano aquella mañana. Aunque sabía que ya era de día,

mantenía los ojos muy cerrados.


«Ha sido un sueño -se dijo con firmeza-. Soñé que un gigante llamado

Hagrid vino a decirme que voy a ir a un colegio de magos. Cuando abra los

ojos estaré en casa, en mi alacena.»


Se produjo un súbito golpeteo.


«Y ésa es tía Petunia llamando a la puerta», pensó Harry con el corazón

abrumado. Pero todavía no abrió los ojos. Había sido un sueño tan bonito...


Toc. Toc. Toc.


-Está bien -rezongó Harry-. Ya me levanto.


Se incorporó y se le cayó el pesado abrigo negro de Hagrid. La cabaña


estaba iluminada por el sol, la tormenta había pasado, Hagrid estaba dormido

en el sofá y había una lechuza golpeando con su pata en la ventana, con un

periódico en el pico.

Harry se puso de pie, tan feliz como si un gran globo se expandiera en su

interior. Fue directamente a la ventana y la abrió. La lechuza bajó en picado y


dejó el periódico sobre Hagrid, que no se despertó. Entonces la lechuza se

posó en el suelo y comenzó a atacar el abrigo de Hagrid.


-No hagas eso.


Harry trató de apartar a la lechuza, pero ésta cerró el pico


amenazadoramente y continuó atacando el abrigo.


-¡Hagrid! -dijo Harry en voz alta-. Aquí hay una lechuza...


-Págala -gruñó Hagrid desde el sofá.


-¿Qué?


-Quiere que le pagues por traer el periódico. Busca en los bolsillos.


El abrigo de Hagrid parecía hecho de bolsillos, con contenidos de todo tipo:

manojos de llaves, proyectiles de metal, bombones de menta, saquitos de té...


Finalmente Harry sacó un puñado de monedas de aspecto extraño.


-Dale cinco knuts -dijo soñoliento Hagrid.


-¿Knuts?
-Esas pequeñas de bronce.


Harry contó las cinco monedas y la lechuza extendió la pata, para que


Harry pudiera meter las monedas en una bolsita de cuero que llevaba atada. Y

salió volando por la ventana abierta.

Hagrid bostezó con fuerza, se sentó y se desperezó.


-Es mejor que nos demos prisa, Harry. Tenemos muchas cosas que

hacer hoy. Debemos ir a Londres a comprar todas las cosas del colegio.

Harry estaba dando la vuelta a las monedas mágicas y observándolas.

Acababa de pensar en algo que le hizo sentir que el globo de felicidad en su


interior acababa de pincharse.


-Mm... ¿Hagrid?


-¿Sí? -dijo Hagrid, que se estaba calzando sus colosales botas.


-Yo no tengo dinero y ya oíste a tío Vernon anoche, no va a pagar para que vaya a aprender magia.


-No te preocupes por eso -dijo Hagrid, poniéndose de pie y golpeándose

la cabeza-. ¿No creerás que tus padres no te dejaron nada?


-Pero si su casa fue destruida...


-¡Ellos no guardaban el oro en la casa, muchacho! No, la primera parada

para nosotros es Gringotts. El banco de los magos. Come una salchicha, frías

no están mal, y no me negaré a un pedacito de tu pastel de cumpleaños.


-¿Los magos tienen bancos?


-Sólo uno. Gringotts. Lo dirigen los gnomos.

Harry dejó caer el pedazo de salchicha que le quedaba.


-¿Gnomos?


-Ajá... Así uno tendría que estar loco para intentar robarlos, puedo


decírtelo. Nunca te metas con los gnomos,

Harry. Gringotts es el lugar más seguro del mundo para lo que quieras

guardar, excepto tal vez Hogwarts. Por otra parte, tenía que visitar Gringotts de

todos modos. Por Dumbledore. Asuntos de Hogwarts. -Hagrid se irguió con

orgullo-. En general, me utiliza para asuntos importantes. Buscarte a ti... sacar

cosas de Gringotts... él sabe que puede confiar en mí. ¿Lo tienes todo? Pues

vamos.

Harry siguió a Hagrid fuera de la cabaña. El cielo estaba ya claro y el mar

brillaba a la luz del sol. El bote que tío Vernon había alquilado todavía estaba

allí, con el fondo lleno de agua después de la tormenta.

(Tn) en hogwarts, 1T, la piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora