gringoots

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-Tenemos que irnos. Hay mucho que comprar. Vamos, Harry, familia sheffield.
Doris Crockford estrechó la mano de Harry una última vez y Hagrid se los llevó a través del bar hasta un pequeño patio cerrado, donde no había más que

un cubo de basura y hierbajos.

Hagrid miró sonriente a Harry


-Te lo dije, ¿verdad? Te dije que eras famoso. Hasta el profesor Quirrell

temblaba al conocerte, aunque te diré que habitualmente tiembla.


-¿Está siempre tan nervioso?


-Oh, sí. Pobre hombre. Una mente brillante. Estaba bien mientras


estudiaba esos libros de vampiros, pero entonces cogió un año de vacaciones,

para tener experiencias directas... Dicen que encontró vampiros en la Selva


Negra y que tuvo un desagradable problema con una hechicera... Y desde

entonces no es el mismo. Se asusta de los alumnos, tiene miedo de su propia

asignatura... Ahora ¿adónde vamos, paraguas?


¿Vampiros? ¿Hechiceras? La cabeza de Harry era un torbellino. Hagrid,

mientras tanto, contaba ladrillos en la pared, encima del cubo de basura.


-Tres arriba... dos horizontales... -murmuraba-. Correcto. Un paso


atrás, Harry


Dio tres golpes a la pared, con la punta de su paraguas.

El ladrillo que había tocado se estremeció, se retorció y en el medio

apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más ancho. Un segundo


más tarde estaban contemplando un pasaje abovedado lo bastante grande

hasta para Hagrid, un paso que llevaba a una calle con adoquines, que serpenteaba hasta quedar fuera de la vista.


-Bienvenido -dijo Hagrid- al callejón Diagon.


Sonrió ante el asombro de Harry Entraron en el pasaje. Harry miró


rápidamente por encima de su hombro y vio que la pared volvía a cerrarse.

El sol brillaba iluminando numerosos calderos, en la puerta de la tienda

más cercana. «Calderos - Todos losTamaños - Latón, Cobre, Peltre, Plata -


Automáticos - Plegables», decía un rótulo que colgaba sobre ellos.


-Sí, vas a necesitar uno -dijo Hagrid- pero mejor que vayamos primero

a conseguir el dinero.
Harry deseó tener ocho ojos más. Movía la cabeza en todas direcciones

mientras iban calle arriba, tratando de mirar todo al mismo tiempo: las tiendas,


las cosas que estaban fuera y la gente haciendo compras. Una mujer regordeta

negaba con la cabeza en la puerta de una droguería cuando ellos pasaron,


diciendo: «Hígado de dragón a diecisiete sickles la onza, están locos...».

Un suave ulular llegaba de una tienda oscura que tenía un rótulo que

decía: «El emporio de las lechuzas. Color pardo, castaño, gris y blanco».

Varios chicos de la edad de Harry pegaban la nariz contra un escaparate lleno

de escobas. «Mirad -oyó Harry que decía uno-, la nueva Nimbus 2.000, la


más veloz.» Algunas tiendas vendían ropa; otras, telescopios y extraños

instrumentos de plata que Harry nunca había visto.
Escaparates repletos de

bazos de murciélagos y ojos de anguilas, tambaleantes montones de libros de

encantamientos, plumas y rollos de pergamino, frascos con pociones, globos

con mapas de la luna...


-Gringotts -dijo Hagrid.

(Tn) en hogwarts, 1T, la piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora