ollivander

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cuando entraron, una campanilla resonó en el fondo de la tienda. era un

lugar pequeño y vacío, salvo por un sillon largo donde hagrid y los gemelos se sentaron a

esperar. harry se sentía algo extraño, como si hubieran entrado en una

biblioteca muy estricta. Se tragó una cantidad de preguntas que se le acababan


de ocurrir, y en lugar de eso, miró las miles de estrechas cajas, amontonadas

cuidadosamente hasta el techo. Por alguna razón, sintió una comezón en la


nuca. El polvo y el silencio parecían hacer que le picara por alguna magia

secreta.


-Buenas tardes -dijo una voz amable.


Harry dio un salto. Hagrid y los gemelos también debieron de sobresaltarse porque se oyó

un crujido y se levantaron rápidamente de la silla.


Un anciano estaba ante ellos; sus ojos, grandes y pálidos, brillaban como

lunas en la penumbra del local.


-Hola -dijeron los tres chicos con torpeza.


-Ah, sí -dijo el hombre-. Sí, sí, pensaba que iba a verte pronto. Harry Potter, gemelos sheffield -No era una pregunta-. Harry Tienes los ojos de tu madre. Parece que fue

ayer el día en que ella vino aquí, a comprar su primera varita. Veintiséis


centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa varita para encantamientos.


El señor Ollivander se acercó a Harry. El muchacho deseó que el hombre

parpadeara. Aquellos ojos plateados eran un poco lúgubres.


-Tu padre, por otra parte, prefirió una varita de caoba. Veintiocho


centímetros y medio. Flexible. Un poquito más poderosa y excelente para

transformaciones. Bueno, he dicho que tu padre la prefirió, pero en realidad es la varita la que elige al mago.


El señor Ollivander estaba tan cerca que él y Harry casi estaban nariz

contra nariz. Harry podía ver su reflejo en aquellos ojos velados.


-Y aquí es donde...


El señor Ollivander tocó la luminosa cicatriz de la frente de Harry, con un

largo dedo blanco.


-Lamento decir que yo vendí la varita que hizo eso -dijo amablemente-.

Treinta y cuatro centímetros y cuarto. Una varita poderosa, muy poderosa, y en


las manos equivocadas... Bueno, si hubiera sabido lo que esa varita iba a hacer

en el mundo...


Negó con la cabeza y entonces, para alivio de Harry, fijó su atención en

Hagrid.


-¡Rubeus! ¡Rubeus Hagrid! Me alegro de verlo otra vez... Roble, cuarenta

centímetros y medio, flexible... ¿Era así?


-Así era, sí, señor -dijo Hagrid.


-Buena varita. Pero supongo que la partieron en dos cuando lo


expulsaron -dijo el señor Ollivander, súbitamente severo.


-Eh..., sí, eso hicieron, sí -respondió Hagrid, arrastrando los pies-. Sin

embargo, todavía tengo los pedazos -añadió con vivacidad.


-Pero no los utiliza, ¿verdad? -preguntó en tono severo.


-Oh, no, señor -dijo Hagrid rápidamente. Harry se dio cuenta de que

sujetaba con fuerza su paraguas rosado.

(Tn) en hogwarts, 1T, la piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora