al banco

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-¿Cómo llegaste aquí? -preguntó Harry; mirando alrededor, buscando

otro bote.


-Volando -dijo Hagrid.


-¿Volando?


-Sí... pero vamos a regresar en esto. No debo utilizar la magia, ahora que

ya te encontré.


Subieron al bote. Harry todavía miraba a Hagrid, tratando de imaginárselo

volando.


-Sin embargo, me parece una lástima tener que remar -dijo Hagrid,

dirigiendo a Harry una mirada de soslayo-. Si yo... apresuro las cosas un

poquito, ¿te importaría no mencionarlo en Hogwarts?


-Por supuesto que no -respondió Harry, deseoso de ver más magia.


Hagrid sacó otra vez el paraguas rosado, dio dos golpes en el borde del bote y

salieron a toda velocidad hacia la orilla.


-¿Por qué tendría que estar uno loco para intentar robar en Gringotts? -

preguntó Harry.


-Hechizos... encantamientos -dijo Hagrid, desdoblando su periódico

mientras hablaba-... Dicen que hay dragones custodiando las cámaras de


máxima seguridad. Y además, hay que saber encontrar el camino. Gringotts

está a cientos de kilómetros por debajo de Londres, ¿sabes? Muy por debajo

del metro. Te morirías de hambre tratando de salir, aunque hubieras podido


robar algo.

Harry permaneció sentado pensando en aquello, mientras Hagrid leía su


periódico, El Profeta. Harry había aprendido de su tío Vernon que a las

personas les gustaba que las dejaran tranquilas cuando hacían eso, pero era

muy difícil, porque nunca había tenido tantas preguntas que hacer en su vida.


-El Ministerio de Magia está confundiendo las cosas, como de costumbre

-murmuró Hagrid, dando la vuelta a la hoja.


-¿Hay un Ministerio de Magia? -preguntó Harry, sin poder contenerse.


-Por supuesto -respondió Hagrid-. Querían que Dumbledore fuera el

ministro, claro, pero él nunca dejará Hogwarts, así que el viejo Cornelius Fudge

consiguió el trabajo. Nunca ha existido nadie tan chapucero. Así que envía


lechuzas a Dumbledore cada mañana, pidiendo consejos.


-Pero ¿qué hace un Ministerio de Magia?


-Bueno, su trabajo principal es impedir que los muggles sepan que

todavía hay brujas y magos por todo el país.


-¿Por qué?
-¿Por qué? Vaya, Harry, todos querrían soluciones mágicas para sus

problemas. No, mejor que nos dejen tranquilos.


En aquel momento, el bote dio un leve golpe contra la pared del muelle.

Hagrid dobló su periódico y subieron los escalones de piedra hacia la calle.


Los transeúntes miraban mucho a Hagrid, mientras recorrían el pueblecito

camino de la estación, y Harry no se lo podía reprochar: Hagrid no sólo era el

doble de alto que cualquiera, sino que señalaba cosas totalmente corrientes,

como los parquímetros, diciendo en voz alta:


-¿Ves eso, Harry? Las cosas que esos muggles inventan, ¿verdad?


-Hagrid -dijo Harry, jadeando un poco mientras correteaba para


seguirlo-, ¿no dijiste que había dragones en Gringotts?


-Bueno, eso dicen -respondió Hagrid-. Me gustaría tener un dragón.


-¿Te gustaría tener uno?


-Quiero uno desde que era niño...

(Tn) en hogwarts, 1T, la piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora