Muchas cartas...

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Harry paseó en círculos por su nueva habitación. Alguien sabía que se

había ido de su alacena y también parecía saber que no había recibido su

primera carta. ¿Eso significaría que lo intentarían de nuevo? Pues la próxima

vez se aseguraría de que no fallaran. Tenía un plan.


El reloj despertador arreglado sonó a las seis de la mañana siguiente. Harry lo

apagó rápidamente y se vistió en silencio: no debía despertar a los Dursley. Se


deslizó por la escalera sin encender ninguna luz.


Esperaría al cartero en la esquina de Privet Drive y recogería las cartas

para el número 4 antes de que su tío pudiera encontrarlas. El corazón le latía

aceleradamente mientras atravesaba el recibidor oscuro hacia la puerta.


-¡AAAUUUGGG!


Harry saltó en el aire. Había tropezado con algo grande y fofo que estaba

en el felpudo... ¡Algo vivo!
Las luces se encendieron y, horrorizado, Harry se dio cuenta de que

aquella cosa fofa y grande era la cara de su tío. Tío Vernon estaba acostado en

la puerta, en un saco de dormir, evidentemente para asegurarse de que Harry


no hiciera exactamente lo que intentaba hacer. Gritó a Harry durante media

hora y luego le dijo que preparara una taza de té. Harry se marchó arrastrando

los pies y, cuando regresó de la cocina, el correo había llegado directamente al regazo de tío Vernon. Harry pudo ver tres cartas escritas en tinta verde.


-Quiero... -comenzó, pero tío Vernon estaba rompiendo las cartas en

pedacitos ante sus ojos.


Aquel día, tío Vernon no fue a trabajar. Se quedó en casa y tapió el buzón.


-¿Te das cuenta? -explicó a tía Petunia, con la boca llena de clavos-.


Si no pueden entregarlas, tendrán que dejar de hacerlo.


-No estoy segura de que esto resulte, Vernon.


-Oh, la mente de esa gente funciona de manera extraña, Petunia, ellos no

son como tú y yo -dijo tío Vernon, tratando de dar golpes a un clavo con el


pedazo de pastel de fruta que tía Petunia le acababa de llevar.


El viernes, no menos de doce cartas llegaron para Harry. Como no las podían

Echar en el buzón, las habían pasado por debajo de la puerta, por entre las


rendijas, y unas pocas por la ventanita del cuarto de baño de abajo.


Tío Vernon se quedó en casa otra vez. Después de quemar todas las


cartas, salió con el martillo y los clavos para asegurar la puerta de atrás y la de

delante, para que nadie pudiera salir. Mientras trabajaba, tarareaba De puntillas

entre los tulipanes y se sobresaltaba con cualquier ruido.


El sábado, las cosas comenzaron a descontrolarse. Veinticuatro cartas para

Harry entraron en la casa, escondidas entre dos docenas de huevos, que un

muy desconcertado lechero entregó a tía Petunia, a través de la ventana del

salón. Mientras tío Vernon llamaba a la oficina de correos y a la lechería,


tratando de encontrar a alguien para quejarse, tía Petunia trituraba las cartas

en la picadora.


-¿Se puede saber quién tiene tanto interés en comunicarse contigo? -

Preguntaba Dudley a Harry, con asombro.

(Tn) en hogwarts, 1T, la piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora