Núcleo

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Al fin, contra todo pronóstico de mi madre y demás personas, me encontraba al fin en casa. Después de una semana de exhaustivos exámenes, revisiones y preguntas constantes de Cho y Bruce, estaba al fin libre por completo de toda esa atención excesiva que estaba recibiendo.

Tenía que admitir que me estresaba más aquello que él hecho de haber muerto tras una guerra con Thanos y Ultrón. Era agobiante recibir demasiada atención, jamás la recibí en mi vida y ahora entiendo que me acostumbre tanto a eso. Me relaje un poco mientras cepillaba mi cabello frente al espejo.

Recuerdo las heridas que podía sentir en mi cuerpo, estaba llena de disparos en todo el cuerpo y como olvidar las heridas del abdomen y mi pierna, ahora estaba frente al espejo del lavamanos completamente desnuda viendo como estaba sin rasguño alguno en mi cuerpo, ninguna entrada o salida de bala, ninguna cicatriz, nada. Era algo que me costaba asimilar a diario, estaba intacta, mientras que Natasha sí que llevaba algunas señas, casi nada notorias. La tecnología de Cho fue increíble en curarla y dejar su piel restaurada, pero se llegaba a notar la diferencia en su piel, solo quien conociera su piel como yo lo hacía.

-Cariño, ¿estás en la ducha?

-Si, pasa.

Deje el cepillo a un lado para continuar secando las pequeñas gotas que aún caían, Natasha entró parando al instante al verme sin nada frente a ella, le di una corta sonrisa y ella cerró con seguro una vez pasó.

-¿Pasa algo?-ella sacudió la cabeza como si necesitara salir de algún trance.

-Sophia acaba de irse con mis padres. Quería ir con Yelena y se ofrecieron a llevarla.-asentí dándole la espalda-Estas hermosa.

-Ni siquiera me he arreglado.-su mano tomó mi cintura haciéndome gemir del susto por su rapidez y sigilo.

-No necesitas ropa o maquillaje alguno para verte hermosa.-suspiré en respuesta al beso que dejó en mi nuca-No sabes la suerte que tengo de que seas mi prometida.

Esa oración sonaba tan irreal, solo existente en mis sueños más guajiros. Desvíe mi mirada a ambas dedos anulares, en uno el anillo del dragón y en otro el verdadero anillo de compromiso. Era modesto y elegante, de oro amarillo, con pequeños diamantes alrededor del topacio azul. No tengo idea de cuánto le habrá costado esto a Natasha pero estaba tan feliz de pertenecerle a ella oficialmente, bueno, casi.

-Te amo demasiado.-me giré para encararla-Te amo con cada fibra y latido de mi cuerpo.-tome su nuca para que nos viéramos fijamente a los ojos-Gracias por tenerme paciencia y por ser tan atenta.

-¿Qué puedo decir? Tienes todo en mi.-sonreí ante su egocentrismo-¿Quieres que veamos algunas películas o prefieres aprovechar que nuestra pequeña saltamontes no está e ir a algún lado?

Nuestra, me encanta como suena eso.

-Quiero salir. Ya no quiero estar más tiempo encerrada, estoy tan cansada de ver solo 4 paredes.-ella sonrió pasando unos cabellos detrás de mi oreja.

-Bien, princesa. ¿Dónde quieres ir?

-Dónde sea, siempre y cuando esté lejos de esta casa.

-Exagerada, si ya has salido.

-Tomar un vuelo para regresar a mi casa...nuestra casa, no es específicamente salir.-se encogió de hombros haciendo una mueca graciosa con sus labios-¿Ya me dirás qué hiciste para venir conmigo?

-Solo pedí tiempo, es todo.-entrecerré los ojos-Mira, arréglate, ponte algo lindo y lo hablamos a donde vayamos.

-Trató.-deje un beso en sus labios recibiendo una nalgada en contestación-¡oye!

Bad romance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora