Después

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2 años después

Estaba terminando de ponerme los jeans ajustados de color azul oscuro, coloqué mi blusa verde militar y una sudadera gris. Hice una coleta alta, mi cabello castaño claro tenía algunos mechones naranjas, algo que sucedió hace ya mucho. Coloqué algo de delineador, rubor y termine tomando mis cosas para salir del departamento. Conduje alrededor de una hora y media para llegar a mi destino, donde solía ir un vestido cada mes, a veces una cada dos meses. Si no venia, era seguro que Ángela me buscaría para hacerme un lío enorme.

Mis botas de tacón resonaron en las piedrecitas del suelo. Coloqué el seguro de mi Audi y tome la bolsa negra de la cajuela, asegure nuevamente que llevará mi mochila, regrese por ella cuando me di cuenta que no era así. Cuando estuve dentro de la enorme, enorme residencia pude sentir un extraño silencio, seguro era hora de la comida. Sentía los ojos de alguien espiándome y cuando encontré aquel punto, unos pequeños ojos azules estaban escondidos detrás de un muro.

-Pequeña duende, puedes venir aquí.-ella corrió hacia mi alegremente.-Traje obsequios.

-¿Por disculpas? Tía Ángela dice que los traes para disculparte por no venir en un mes.-era una niña lista.

-La tía a veces dice mentiras, no creas todo.-susurro sabiendo que ya estaba escuchándonos.

-Estoy aquí, ¿sabían?-la pequeña rio.

-Bien, espera.-solté la enorme bolsa a un lado y busque la pequeña muñeca que había pedido hacía mucho-La vi por ahí y pensé en ti.-sus pequeños ojos se iluminaron ampliamente.

-¡GRACIAS!-se aventó a abrazarme.-Eres muy linda, Katy.-peine su cabello rubio hacia atrás.

-Me lo dicen seguido.-me levante-Diles a todos que los veré en un rato en el salón, les traje juguetes a todos.-asintió y salió corriendo.

-¿Ahora que excusa pondrás? ¿Entrenamiento en las montañas? ¿Aprender otra arte marcial?-rodé los ojos-Tal vez me digas esta vez la verdad.

-La verdad es que se me ha pasado la fecha, ¿bien? Solo me entretengo en mis cosas y en el hospital que me dejaste a cargo, ¿olvidas eso?-bufo.

-Te disculpare porque sin tu ayuda, no podría llevar este lugar en orden.

-Solo lo hago para no morir de aburrimiento.-me arroje a un sillón café-Esto es incómodo, prometo comprar uno, me lastima el trasero.

-Disculpa por no pensar en tu trasero, y pensar en el de los niños aquí. Te recuerdo que son pequeños y ellos pueden hundirse.-hice muecas y arrojo una almohada-Eres insoportable muchas veces.

-Me lo repites mucho. Los últimos 2 años, diario.

-Porque lo eres.-sabía por su tono de voz, que hablaba enserio.-A veces te hecho de menos.

-Pero aquí estoy, mi presencia es toda tuya, corazón.-sonreí maliciosamente. Se puso de pie molesta.

-Sabes perfectamente a que me refiero, Katherine.-la ignore- Pon el trasero arriba, los niños ya están esperando por ti.-sus tacones resonaban al caminar, estaba más que molesta.

Hace dos años yo había ido a New York a el que era mi departamento. Ella abrió y al verme hecha un desastre, me dio un abrazo. Llore toda la noche, el dolor en mi cuerpo no cesaba, y es que nadie me dijo que un corazón roto se sentía de tal manera. Mis poderes se salieron de control y todo los metálicos a pocos centímetros de mi, empezaba doblarse, Ángela tuvo que hacer lo único que podía. Llamar a Tony. Para resumirlo, firme aquellos acuerdos asegurando que no haría daño, al menos de esta manera podrían dejarme en paz. La mañana siguiente de mis ataques con los poderes y pasar la noche en vela llorando por una mujer que me había utilizado vilmente, mi cerebro se reinició.

Tony y yo no hablamos. Pepper en ocasiones envía a mi antiguo correo mensajes y fotos sobre Morgan y ella. Morgan ha crecido enormemente y es hermosa. No he sabido de nadie más y tampoco es que lo quiera. Ross me pidió la dirección de donde debía estar Bucky y se la di, sabía que no encontrarían nada, pero no perdía la oportunidad que lo apresaran de una vez por todas.

Yo me dedico a entrenar todo lo posible, en cuerpo y poderes. Orgullosamente ahora tengo un mejor manejo de ellos, y se pelear perfectamente. Ya no soy aquella niña tonta y débil de hace un par de años. Ahora era una mujer bien hecha, y aunque Ángela repetía continuamente que parecía otra persona, me daba igual. ¿Han escuchado sobre que el corazón roto te cambia? Era una mierda, una mirada cierta.

Tome la bolsa y la mochila para ir a aquel enorme salón donde se escuchaban los murmullos de varios niños. Tome profundamente aire, y es que lo necesitaba cada que pensaba en mi vida hace dos años. Entre con una sonrisa y todos los niños empezaron a rodearme. Eran muy enanos, con suerte los 2 mayores tenían 8 años, y eso era mucho.

Todos ellos eran hijos de criminales muy buscados, los más peligrosos de todo el mundo. Otros, hijos no deseados de millonarios que habían decidido olvidar en un hospital para no manchar su reputación. Eran los excluidos de otros orfanatos por el miedo que les traería tenerlos sabiendo los expedientes de sus progenitores. Claro, Ángela decidió hacer un lugar para ellos en cuanto vio aquellos casos en el hospital que su madre le encargó, ahora. Ella era la dueña y solo iba a dar algunas vueltas cada dos meses, pero siempre estaba yo trabajando o la ignoraba. Yo le ayudaba aquí también, era apoyo mutuo.

-Bien, pequeños duendes. Hagan una fila, del mas pequeño al mas grande y empezare a repartir los juguetes.-ellos obedecieron sin rechistar.-Veamos que tenemos aquí para el pequeño Andrey.-sus ojos oscuros brillaron.-Tu pequeño futbolista, me dijeron que venia con...-saque un balón pequeño-esto.

-Gatias.-sonreí al pequeño de dos años y medio.

La que seguía era Sophia, pero ella ya había recibido su regalo. Continué dando regalo según el tamaño y lo que sabía que querían, me hacía feliz estos pequeños momentos.

-¿Por qué esas caras?-le dije a los más grandes-Eduardo, Martha.

-Es que los quieren más a ellos porque son pequeños.-la niña tenía los ojos vidriosos-No es justo.

-Claro que no, ustedes son dos seres increíbles, pero no traje lo de ustedes en esta bolsa.-agacharon sus pequeños rostros.-Pero si van a la puerta, encontrarán una caja violeta y otra verde, busquen en su color favorito.

-Eres la mejor.-Martha me abrazo haciéndome agachar y corrió a la puerta encontrando una caja mucho mas grande que su tamaño.

-Gracias, te queremos mucho.-dio un casto beso en mi mejilla haciéndolo sonrojar y corrió a abrir la caja violeta.

Un futbolito infantil para él y para Martha, una estación de taller de juguete. Amaba de sobremanera arreglar autos, eso decía ella que hacía. Me dieron una sonrisa enorme y empezaron armar sus cosas, eran muy independientes.

-Selias una buena mami.-agache la mirada a Sophia-Eres linda conmigo y tolos.

-Seria una pésima mami, cariño. Por ello no tengo hijos.-negó con una sonrisa maldosa.

-Yo querría que fueras mi madre.-me tense-Seria una Sop...So...

-Sophia, así.

-Si. Selia Sophia feliz.-me abrazo por el cuello.-Hueles muy lico.

-Es que me baño diario, pulguita.-ella rio en mi cuello causándome cosquillas.-Vamos, hora de tu siesta, cariño.

Subí con ella a la habitación que compartía con otras niñas, identifiqué su cama rápido ya que todas tenían rotulado su nombre en cursiva. La de ella destacaba porque adoraba el azul y todo a su alrededor, era azul y dorado. La acosté y cubrí con su sabana de Sullivan, peine sus cabellos rubios rebeldes y le di un corto beso en su pequeña frente.

Debía admitir que ella era especial para mi. Su padre era un empresario multimillonario, fue hija de una mujer de apenas 20 años que fue abusada por ese desgraciado, aquella mujer no quiso tenerla, era claro que estaba en su derecho. Sufría traumas debido a eso y ahora, yo financio sus terapias y es una mujer más madura, y aunque ella sigue, no puede hacerse responsable de Sophia. Sophia merecía más, mucho más que lo que le había tocado.

Ella sonrío al sentir que hacía caricias en su cabello, me salía algo que no había sentido hacía mucho. Se me ocurrió una pequeña idea, y aunque tal vez sería una completa locura, sentía que debía hacerlo. Me despedí de Ángela y tome mi auto, era hora de disfrutar mis posibles ultimas noches sola.

Llegue a un bar luminoso, no era de mala muerte, odiaba los lugares de mala muerte. Tal vez en este tiempo me volví mas...egocéntrica, un poco. Deje el auto estacionado, mi celular empezó a sonar, el nombre de Tony, bufe y tome la llamada.

-¿Que quieres?- pregunte de mala gana-Interrumpes algo.

-No me importa a quien este follándote o donde estés. Te necesito en esta semana aquí, tus estudios semestrales.-rodee los ojos-Mas te vale que no estés haciendo mohines o rodando los ojos.

-Mas te vale no molestar mas. Estaré ahi en estos días, no molestes hasta entonces.

Colgué antes de recibir alguna respuesta y entre a aquel lugar que desprendía olor a alcohol y cigarros. Pedí una cerveza, un gusto adquirido desde...ya saben desde cuando. Tenia mucho que arreglar ahora y lidiar con Tony, no haría las cosas mas fáciles para mi humor.







Bad romance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora