Clint

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-Yelena, ¿dónde dices qué están?-el bullicio del otro lado de la línea no me permitís escuchar a la rubia.

-Por Dios, Katherine. Eres una mamá gallina. Estamos en el parque de diversiones, .sabias que llegó uno? Es increíble.-reí ante su emoción.

-No planees subir a mi hija a juegos peligrosos.-advertí escuchando la risa de ella.

-Muy tarde, ya he amenazado al de la montaña rusa. Nos tenemos que ir, enana.-grito-Dile a tu madre que sigues viva.

-Yelena, juro que te mato si algo le sucede.-susurró palabras en ruso-¿Cielo?

-¡Mami! La tía Yelena es mucho divertida. Me dio algodón de azúcar y me ha subido a muchos juegos con ella.-la respiración se escuchaba algo agitada y alegre-Aunque un señor vomito en los carritos chocones cuando la tía sacó una...¿cómo es que se llama?

-Paralizador, enana.-contestó Yelena.

-El empanizado, mami. La tía es mucho rápida en poder hacer que me hagan subir a los juegos de grandes.-los gritos de Yelena eran muy continuos-Te amo, mami. Me tengo que ir.

No me dejó responder cuando los pitidos me hicieron saber que ella había colgado. Tiene tres años y ya me causa estrés como una adolescente de 16, ¿cómo había sucedido eso?

-¿Todo bien?-pregunto Clint haciéndome girar.

-Si, solo que Sophia se sintió muy cómoda con Yelena, más de lo que esperaba.-rio levemente contagiándome.-¿Cómo has estado?

-Bien. Me sorprende que seas mamá, es fantástico. Natasha jamás me comentó sobre el embarazo.

-Fue algo que siempre quise mantener apartado de todos, no por ti. Sabemos el tipo de padre que tengo.-asintió-¿Tú no quieres hijos?-una sonrisa triste apareció en su rostro.

-Bueno, Pietro y yo estábamos en una relación. Él no quiere hijos o al menos, no es algo que esté en sus planes.-agacho la mirada-En cambio yo tengo la necesidad de una familia. Quisiera unos niños corriendo por una casa.

-Los niños alegran la vida, la dificultan aveces porque en serio que hacen cosas como si fueran inmortales.-ambos reímos-No sabes las veces que Sophia me ha hecho sentir que vomitaré mis intestinos de las cosas que hace.

-Puedo asegurar que eso es mucho de Natasha. Te sorprenderías cuantas veces tuve que estar detrás de ella salvando su trasero.-las risas se hicieron mayores.

-Lo creo. Al final del día los desvelos y nervios que hacen que crezcan, vale la pena completamente. Cuando veo sus ojos azules cuando despierta y su rostro haciendo aquella mueca donde sus pecas sobresalen, ahí todo el cansancio cobra sentido.

-Eres una gran madre. Estoy orgulloso que lo seas y que no dejes que tu padre te afectara.-asentí-¿Cómo va todo con Natasha?

-Bien, creo que ahora sí es algo más formal.

-Lamentó no haberte dicho. Conozco a Natasha y sabía que ella debía decírtelo, ella te amaba, soy testigo de ello.-sonaba algo culpable-Era algo que no me competía decirte, lo siento.

-Esta bien, supongo que Natasha era una idiota.-reí leve-Ella jamás tuvo una relación, por lo que se.

-Nunca le gustó el compromiso, lo detestaba y bueno. Jamás tuvo ni una pequeña relación porque jamás quiso a nadie.-sonrío negando-Natasha comenzó a perder el control de ella cuando te conoció, era diferente todo. Siempre estaba distraída, cuando salíamos a beber ella solo se sentaba con nosotros a tomar olvidando por completo a las mujeres. Las veía con el rabillo del ojo.

-Ella siempre tenía los ojos en mi cuando estaba conmigo. Parecía que nada más existía.-asintió. Un leve sonrojo invadió mis mejillas.

-Ella siempre fue muy coqueta pero cuando apareciste tú, ya no más. Después de la apuesta me busco, al parecer se habían visto ustedes dos y ella estaba tan rara. Sus ojos no hacían otra cosa que estar brillosos y me dejaban en claro que tú la habías flechado.

Bad romance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora