Capítulo setenta y tres: Gracias por todo

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Narra: Camil.

Dos meses después.

Estos dos meces habían sido plenos y tan maravillosos. Llenos de risas y juegos, cuentos y anécdotas de nuestras vidas. Elías era el que mas locuras había cometido en toda su vida, el pelinegro era un hombre realmente guapo. Era todo un don Juan, el cual se estaba preparando psicológicamente para ser padre. Todos estaban conscientes que en los planes del joven periodista, no estaba el sueño de ser padre. Pero ya le habían dado el sexi y sería una niña, creo que solo bastó con decirle el sexo. Para que esté se llenará de emoción.

Su felicidad era algo que repasaba las barreras de la euforia. Creo que nunca lo había visto tan feliz antes.

-Recuerdo que nos quedamos en esa cabaña toda la noche. Ah esperar que Oliver llegará y nos rescatará de la loca de los ganchos-sus aventuras eran como de películas. En toda su vida, habían pasado por tantas cosas, conocido tantos lugares y tantas personas. Los tres habían tenido una vida la cual, cualquier persona hubiese pedido ah gritos.

Ya era noche buena, hace dos años atrás. No me hubiese creído ah mi misma, si me hubiese dicho que estaría rodiada de tantas personas maravillosas. Que me amaba y se preocupan tanto por mi, tampoco hubiese creído que un guapísimo periodista me robaría el corazón. Y que ese sexi chico de ojos color café, sería unas de las personas que más me ama en este mundo. El era sin duda alguna, mi mayor debilidad, y ah la misma vez. Mi mayor fortaleza.

-Disculpen que los interrumpa. Pero los señores Reimons están aquí-no lo podía creer. Ya había pasado dos años de la muerte de Lola, y por fin lograría hablar una vez más con sus padres. Yo me levanto del sofá y me alejo de los chicos para así dirigirme ah la sala, donde justamente se encontraban el señor y la señora de Reimons.


-Preciosa-fue la señora de Reimons la primera en acercarse ah mi y abrazarme con tanto amor y tristeza. Aún podía ver el dolor reflejado en su mirada, el señor Reimons no se acerco ni un milímetro ah mi. Solo me saludo desde su lugar, estaba afectado aún por la muerte de su única hija. Pero intentaba ocultarlo, lo podía sentir.

-No saben lo feliz que me hacen volver ah verlos-la madre de Lola se sentó en el blanco sofa justamente ah mi lado. Mientras que el padre de mi mejor amiga, había tomado asiendo en frente de nosotras.

-Queriamos venir antes. Pero se nos presentaron un par de asuntos y no pudimos-me explica con dulzura. Su sonrisa era un arma mortal para mi corazón, estar con ella. Era como sentir que mi madre estaba justamente con migo. Ese don de madre era algo que siempre había destacado ah la madre de Lola, la señora de Reimons si que era una madre increíble.


-No se preocupen. Lo portante es que están aquí-le transmito con una sonrisa.


-Si. De hecho, vinismos para agradecerte.

-¿Agradecerme?-pregunto un tanto confundida. Ellos no tenían nada que agradecerme, ciertamente. Yo no había hecho nada por ellos.

-Si. Por estar alado de mi hija el día que falleció-sus ojos se encontraban cristalizados. Y las lágrimas amenazaban en hacerce presente, hablar de eso era algo que aún me causaba tanto dolor. Y es que no importa cuánto tiempo dure con vida, jamás podré olvidar ese momento. El día que perdí ah mi mejor amiga, fue el peor día de mi vida. Desde entonces, nada volvió hacer como antes. Realmente era feliz con mi vida, pero dentro de mi había un vacío que ella dejó en mi tras su partida.


-Tu fuiste una parte muy importante en su vida-era la primera vez que lo veía destrozado. Y esta vez no intentaba ocultar sus ganas de llorar-eras unas de sus personas favoritas en todo el mundo. Y si mi hija fue tan feliz en su vida, esa fue gracias ah ti.

Gracias. Gracias por cada sonrisa, sueño cumplido. Capricho, por hacerme feliz aún y cuando creí imposible ser feliz. Gracias por sujetar fuerte mi mano hasta el final, aún y cuando yo no lo deseaba así. Cuando quería "alejarme" de todos.

Gracias por nunca dejarme caer. Gracias por ser mi fortaleza y debilidad, por ese amor incondicional y una vida llena de privilegios. Por hace de mi mundo, un paraíso. Por quererme hacer volar, gracias por ayudarme ah vencer mis temores. Gracias por todo.

Narra: Oliver.

No contábamos que después de su conversación con los señores Reimons se pondría de esta manera, y aqui estábamos una vez más. En la sala de espera de la clínica, no era algo que me molestaba.

No me importaba pasar una festividad más esperando para saber de ella, era de Camil la que estamos hablando. No me importaba pasar mi vida estera en este mismo rincón, con tal de verla bien. Y es que la verdad, jamás me rendiría en este camino lleno de sorpresas, me quedaría hasta el final. No planeaba soltar su mano jamás, por lo menos. Hasta que mi corazón dejara de latir.

Hasta que mis pulmones se detuvieran y diera mi último suspiro. Y es que era simple, la amaba con demencia. Y lo que se suponía ser una gran historia para ganarme un ascenso, termino siendo la mejor jugada de toda mi vida. Y es que ni siquiera esperarlo, ella cerro todas mis heridas, y me abrió los ojos ah otra nueva realidad. Aún mundo más amplio y hermoso, ah verle el mejor lado ah las cosas. Creí que podría controlar esto, hace dos años hubiera creído imposible enamorarme de ella.

Antes aseguraba que no fue amor ah primera vista, y quizás no lo fue. Pero lo que si es un hecho, es que desde la primera vez que la vi ah los ojos. Me perdí en su dulce mirar, y volví hacer el que era antes de la muerte de mis padres.


Ella no fue causa de sufrimiento en mi vida. Era una llave tan única y magnífica que me elevó ah el cielo, y superó mi felicidad aún nivel que jamás creí alcanzar. Ella es mi ángel.

Narra: Camil.

Estar de regreso ah casa se sentía tan bien, pero sentía que ya era hora. Todos se habían despedido de mi, prometiendo que vendrían mañana ah primera hora. Mi cuerpo se encontraba sin fuerza, esto era algo que siempre me preguntaba. ¿Como era que se sentirá?.

¿Como sería mi último suspiro?. ¿Acaso me dolería?. ¿Oh sería como ir ah dormir pero ya nunca más despertar?. Era algo que ciertamente, me daba mucha curiosidad. Pero verlo tan triste me llenaba de tristeza.

El se acuesta ah mi lado y acaricia mi cabello con dulzura. Sus ojos se encontraban cristalizados, y su rostro se encontraba exhausto. Se que estaba cansado, no había dormido en dos días. Esperando ah que por fin me dieran de alta.

-Deberias descansar-con dulzura y tristeza arropa muy bien mi cuerpo. Para así dejar un casto beso en mi frente.

-¿Tienes alguna idea de cuánto te amo?-solo basto decir eso para que explorará. Sus lágrimas caían una tras otra, verlo de esta manera me destrozaba el corazón.

-Tu eres y siempre serás. El amor de mi vida-lagrimas caían de mi parte. Lo amaba, el se acuesta ah mi lado y me enrolla en sus estructurados y fuertes brazos-mi ángel-besa una vez más mi frente-mi Camil. Cásate con migo-derramo una última lágrima, pero esta no era de dolor. Si no de felicidad, una amplia sonrisa se dibuja en mi pálido y tan demacrado rostro.

-Si.

Mi Ángel [Terminada].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora