Capítulo 2

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¡Hello! Ya que ando en mi ciudad y tengo la gracia del internet, decidí subir el siguiente capítulo. Sin más, disfruten la lectura y nos estaremos viendo en próximas actualizaciones.

Waking in my line

La impaciencia nunca fue su compañera. Empero, la hora acordada para el encuentro ya había sobrepasado la media hora de retraso. No se sentía demasiado cómodo estando a la entrada de su colegio aun envuelto en polvo y sudor como consecuencia de la práctica recién terminada. Y probablemente la mayor molestia recaía en que no podía escapar o tendría que mentalizarse para un llamado de atención y un pretencioso sermón.

Su mano derecha se alzó lenta y perezosa en un intento espontáneo por responder al eufórico saludo de quien se aproximaba a paso veloz sujetando una gran bolsa de papel.

—¡Kazuya!

—Buenas.

Inclusive cuando conocía a la joven frente a él desde hace años atrás nunca se mostró demasiado expresivo ante sus encuentros. Siempre se limitó a lo básico y la otra persona estaba acostumbrada a ello.

—Lamento la demora. Después de que salí de la estación me desubiqué y me extravié —dijo apenada, ocultando una risilla nerviosa—. Al final lo que importa es que llegué.

«Pude haberla alcanzado en la estación y ahorrarme la espera», pensó Miyuki, pasando por alto que ella estuviera tan centrada en el celular, tecleando a gran velocidad.

—Toma. —Entregó el preciado paquete a su actual dueño—. Si tienes problema con las tallas le puedes escribir.

—Sí. Gracias.

—Traspasado el pedido, me retiro —expresó, encontrándose con unos ojos tan achocolatados como los suyos—. Buena suerte, Kazuya.

La muchacha se retiró. Y él le echó un rápido vistazo al contenido de la bolsa de papel, ignorando la presencia de quien volvía al plantel educativo por algún olvido.

—¿Miyuki-kun?

—La hermana del capitán.

—¿Sabes? Tengo nombre y apellido —señaló con calma engañosa—. Si tanto se te dificulta, llámame Sora a secas. No estoy casada con las formalidades.

Se abstuvo de comentar. No por falta de palabras, sino porque la extraña chica era la hermana menor de su capitán. No podía ser tan suelto de lengua.

—Por cierto, hay algo que quiero preguntarte, Miyuki-kun.

—Tu hermano continúa practicando. Lo puedes encontrar en la zona de bateo.

—Has respondido mi duda en parte —notó su extrañeza y recompuso su oración—. ¿Umemoto-kun todavía se encuentra aquí?

—Hasta donde yo sé, sí. Es de las que suele regresar más tarde a casa.

Yūki suspiró. Kazuya no supo identificar si eso significaba alivio o angustia.

—Buena tarde —añadió como despedida para el cácher—. ¿No vas a casa?

Su cuestionamiento surgió cuando ambos se encontraron transitado en la misma dirección.

—Vivo en los dormitorios.

—De modo que eres foráneo.

—No necesariamente.

Después de aquella expresa aclaración, no hubo más interacción verbal. El resto del trayecto se decoró con su silencio. El único ruido que los hizo despabilar fue el metal siendo impactado constantemente por las pelotas de béisbol. Allí, en esa amplia área vislumbraba un grupo activo de beisbolistas que ignoraban la trasformación de la tarde a la noche. Asimismo, se encontró con cuatro jóvenes.

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