Capítulo 44

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¡Buenas madrugadas! Espero estén disfrutando de su viernes y quieran desvelarse un poco con este capítulo. Antes de despedirme quiero agradecer a Nayla Kei por su aporte a este capítulo, ya se darán cuenta de eso cuando lean. ¡Disfruten del drama y la nueva ship que se ve en el horizonte!

**Si desean saber más de la relación y desarrollo de Annaisha y Mei como pareja y personajes, no duden en leer (y darle amor) Sweet Drug por Nayla Kei, encontrada en Wattpad, y AO3**

Erratic

Ese par de adolescentes que caminaban despreocupados y sin prisa por las calles de Tokio eran recibidos por el vocerío de los transeúntes, las deslumbrantes luces de neón de los establecimientos más concurridos y la vida nocturna que recién se alzaba.

Habían cenado y estaban satisfechos. Y, sobre todo, aún era temprano para regresar a casa.

—¿Por cuánto tiempo estarás en Tokio, Ki-chan? —Le preguntó como siempre lo hacía cada vez que la visitaba.

—Estoy pensando seriamente en mudarme aquí. —Su respuesta llevó a Sora a detenerse, a verlo como si esa noticia fuera imposible de creer—. Sabía que tendrías esa reacción. —Él también paró.

—Pensé que no regresarías a esta ciudad. Ya sabes...

—Esta ciudad me gusta. Y no cambiaré de opinión únicamente por ellos. —Ella se relajó ante su convicción y ante esa sonrisa que siempre lograba tranquilizarla—. Aparte el vivir aquí me facilitará las cosas para ensayar con los chicos... Ya he tenido abandonada la banda por demasiado tiempo.

—Si te vienes a vivir a Tokio no dejaré que te metas en líos innecesarios, Kishō. —Sora únicamente lo llamaba así cuando abordaba con seriedad algún tema—. Te has esforzado mucho durante todos estos años por acercarte a tu sueño... ¡Tienes que continuar enfocado! —Reinició su andar y él la siguió en silencio. Sabía que no había terminado —. Pasando a otro tema, Dai-san se infartará si nos vuelve a ver entrando a la jefatura de policía.

—Todavía recuerdo la expresión de su rostro el día en que fuimos a parar los cuatro ahí. —Aquella vieja y querida memoria de su pasado llevó a ambos a expresar su añoranza a través de unas buenas risotadas.

—O cuando fuimos en víspera de Navidad a dejarle un pastel y él no quiso abrirnos.

—Su esposa se apiadó de nosotros y nos permitió entrar a descongelarnos un poco. —Y de nuevo rieron. Era tan divertido remover el ayer cuando se trataba de anécdotas de amistad—. Y ya que estamos con la nostalgia a tope, ¿por qué no vamos a ese lugar que tanto nos gustaba?

—¿El que, por alguna razón, posee una fuente de sodas dentro? —Él asintió. Y ella meditó su petición—. Espero la mesa de hockey esté disponible.

—Yo me conformo con que no lances el disco fuera de la mesa.

—Ya dejé claro que ese día había sido un mal día para mí. Traía mucho dentro y no moderé mi fuerza —evidenció, haciendo un mohín terriblemente infantil.

—Sora, el disco se incrustó en una de las máquinas del lugar. —Estaba para recordarle hasta el más pequeño detalle de sus momentos más bochornosos.

—Fue un accidente donde nadie salió lastimado.

El sitio que guardaba tantos recuerdos de su infancia conservaba la misma fachada de años atrás. Incluso las máquinas dispensadoras de bebidas se hallaban en la misma predisposición espacial. A su vez era vistoso a causa de los ventanales que tenían sus dos pisos y que brindaban una panorámica, casi completa, del mundo de diversión que se materializaba gracias a sus numerosas máquinas de videojuegos. Asimismo, contaba con una agradable cafetería temática que brindaba bebidas y alimentos a precios accesibles.

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