Capítulo 39

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Unfinished

—Me gustan los hombres decididos que no le tienen miedo a los retos —expresó para quien aún mantenía una sonrisa llena de plena confianza—. No tienes de qué preocuparte. Es muy sencillo.

—Subestimarte podría salirme muy caro.

—No seas tan arisco, Kazuya. —Se deslizó hacia su flanco izquierdo, con centímetros de separación—. Lo primero será esto.

¿Por qué le gustaba tomarlo en curva cada vez que tenía la oportunidad? ¿Por qué no se imaginó que ella podía querer algo tan simple?

Se incorporó porque debían avanzar o se convertirían en un estorbo para los transeúntes que circulaban por la calle. Su marchar se volvió más pausado. No por petición de ella, sino por la calidez que rodeaba su mano.

—¿Todo bien, Kazuya?

¿Podía ser más cínica? ¿Por qué preguntaba cuando sabía la razón de que avanzaran más lento? ¿Fingía ante su predicamento?

—Sí. No hay razones para que suceda la contrario —habló con firmeza.

—Oh, es bueno saberlo. Pensé que estaba resultando muy fría la noche y por eso te habías estremecido repentinamente —platicó frescamente. Para ella aquella caminata, tomada de la mano de su pareja, era como un tour por el parque.

—El clima está bien. —Ni la fría brisa nocturna hacía mella en él.

—Y dime, ¿nunca te interesó otra posición?

—No. Desde que empecé a jugar siempre me apasionó la posición de cácher. Es la más divertida de todas —dijo con más soltura. Empezaba olvidarse poco a poco que ella tenía su mano entre la suya.

—Dirás que te gusta tener el control de todo lo que ocurre en la cancha. Como si fueras quien mueve las piezas en un tablero de ajedrez. —Era imposible no ver ese gesto guasón en los labios de su novio, respaldando su conclusión—. Nuestra cácher no era tan perversa como tú.

—Eso significa que se aburría mucho durante los partidos.

—Para nada. Su verdadera pasión radicaba en volver locas a las bateadoras. Adoraba ver cómo se les atascaba la bola.

—Oh, en eso sí nos parecemos. —Hacerlo era tan divertido.

—¿Y tú empezaste a jugar béisbol desde niño? —preguntó sin mirarlo. Ponerle atención a lo que tenía en frente era esencial para no accidentarse.

—Sí. Gracias a mis vecinos que me invitaban a jugar. —El día en que conoció aquel maravilloso deporte fue uno de los instantes más felices de toda su infancia, de toda su vida.

—¿Y ya eras así de fastidioso con tus compañeros de equipo como lo eres ahora?

—Jamás han sabido apreciar mis increíbles consejos.

¿En serio le salía con una desfachatez como esa? ¿Cuánto autoestima se tenía?

—Tú únicamente sabes incordiar a la gente —señalaba Sora.

—Puedo decir exactamente lo mismo de ti.

La charla casual sobre béisbol que inició a la salida del restaurante hizo de su travesía algo mucho más corto y llevadero.

Los labios de Miyuki esculpieron una entusiasta sonrisa que se ensanchaba entre más se adentraba en aquel tema que tanto lo apasionaba y del que era todo un experto. Era como un niño pequeño. Estaba tan cargado de entusiasmo que este se desbordaba a través de esas vibrantes y centelleantes pupilas cafés. Y esa parte de él también empezaba a gustarle.

Sweet TemptationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora