Capítulo 67

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¡Buenas tardes! Espero estén teniendo una linda semana. Y si no es así, aquí les traigo algo para que se endulcen un poco. ¡Nos leemos la próxima!

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Era agradable la frialdad de sus delgados dedos infiltrándose entre sus mechones castaños. Era casi tan fresco como sus carnosos labios que toleraban sus traviesos y ocasionales mordiscos. Mas no eran tan reconfortantes como el aroma afrutado que se desprendía de su cuello combinándose con la fragancia de su champú.

No era la fiebre la que lo impulsó a besarla, atrayéndola pausadamente hacia su cama, sino sus palabras que todavía se reproducían en su cabeza como una canción pegajosa que difícilmente pasaría de moda. Creyó que podría ahogarlas entre furtivos besos y los roces ocasionales de sus manos sobre sus mejillas.

Fue ingenuo. Porque cuando era arrinconado por sus vibrantes ojos era incapaz de negar la veracidad de sus palabras. Cuando se perdía en ese intenso gris se sentía cohibido, incapaz de lidiar apropiadamente con alguien que dirigía sus palabras hacía él con tanta honestidad.

Había contrariedad en su interior. Ansiaba que fuera una mentira maravillosamente orquestada para alejar su desasosiego. Asimismo, necesitaba que algo de todo lo que le habían dicho a lo largo de su vida fuera verdad.

-Y tanto que odias que te vean sin lentes.

Recostados sobre aquel suave colchón se refugiaban en el crepúsculo artificial nacido de la tenue luz filtrada entre las persianas y la silenciosa oscuridad que era testigo de su encuentro.

Sus narices casi se rozaban. Sus respiraciones acompañadas se normalizaban. Mas sus mejillas ardían en rojo y vergüenza. Se congelaron. La precipitación que los hizo volcar lo racional para abrazar su lado primitivo y visceral se estaba yendo.

-Tu fiebre va cediendo.

Su frente descubierta tocó la suya. Y su forma tan rudimentaria para medir su temperatura le dio gracia. Sonrió socarronamente.

-¿A esta distancia puedes verme bien?

-Claro que sí. No estoy tan ciego.

-¿Todavía te duele la cabeza? ¿Y el cuerpo cómo lo sientes? -preguntó abriendo la distancia entre ambos.

-Al fin mi cabeza ha dejado de sentirse como una bomba a punto de estallar -expuso burlesco-. Y el cuerpo todavía me duele como cuando vine a entrenar aquí la primera vez.

-¿Cómo fue llegar a Seidō por primera vez?

-¿Mi primera vez en Seidō?

Sinceramente no había vuelto a pensar en su primer año. Menos ahora que se encontraba en su último año de preparatoria. Pero ahora que lo mencionaba no pudo evitar recordarlo todo bruscamente, como una lluvia que se arrecia hasta desbordar los ríos.

-Tuviste que mudarte de tu ciudad natal hasta Kokubunji -habló Sora un tanto pensativa-. De vivir con tu padre a permanecer en un dormitorio con tres desconocidos debió de ser un cambio de aires muy brusco.

-No diría que fue tan complicado como lo pintas.

-Vamos, no seas orgulloso y acepta que echaste de menos tu hogar y a tu padre. -Su dedo índice se enterraba suavemente en su abdomen persiguiendo esa verdad en sus castaños ojos-. ¿Y cómo eran tus compañeros de cuarto de aquel entonces?

Él suspiró, atrapando esa mano hiperactiva entre la suya.

-No eran tan parlanchines como tú.

Sintió el tirón de su mano para liberarse de su agarre. E instintivamente la miró, extrañado. ¿Aquel comentario la molestó?

Sweet TemptationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora