Capítulo 20

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Contemplar la solemne y vasta naturaleza a través de la ventana la llenaba de tranquilidad. La ayudaba a olvidarse de todas las preocupaciones que asediaban su vida. Si tan sólo pudiera tener aquella panorámica por el resto de su día, sería perfecto.

Desechó ese deseo cuando su vista se dirigió hacia su alrededor. En aquel autobús no se encontraba únicamente ella.

—Pensaba que al fin tendría un fin de semana libre de testosterona. Estaba muy equivocada —suspiró pesadamente.

—Vamos, será divertido. —La confortó Natsukawa.

«Al menos me ha tocado sentarme hasta atrás con las chicas y no al lado de Kuramochi».

Hasta parecía que escuchaba su estruendosa y característica risa perforándole los tímpanos.

—Jamás he conocido a alguien a quien no le guste relajarse en aguas termales —comentaba Umemoto sacando de su mochila una caja de almuerzo—. Lo disfrutarás mucho.

—Podremos recuperar energía y pasar tiempo juntas. —Yoshikawa estaba más sonriente y animada que nunca—. Un breve descanso antes del campamento de invierno.

Tal vez a ella le encantaban esa clase de sitios que no podía contener su entusiasmo.

—No discuto los beneficios que guardan las aguas termales ni lo bien que se la pasa uno ahí. Sino que yo tenía en mente otra clase de planes.

—¿Como tener una salida romántica con Miyuki-kun? —Sachiko sonrió con malicia tras su cuestionamiento. Molestarla con ese tema le resultaba de lo más entretenido por tantas razones.

—Por supuesto que no.

Ese era otro motivo por el cual no quería pasar más tiempo del necesario con esas chicas. Siempre terminaban divirtiéndose con sus desgracias.

—No hay nada de malo en que quieras un tiempo a solas con Miyuki-kun. Digo, casi no están juntos y solamente lo ves en las prácticas —hablaba Yui.

—Debe ser duro. —Haruno la compadecía.

Yūki no entendía por qué se preocupaban tanto por «su relación».

—Con lo que lo veo es más que suficiente. No necesito más.

—Vamos, no seas tímida. —Umemoto le dio unos suaves codazos en su costado, como si deseara que se sincerara—. Estás en confianza.

—Puedes ocupar este viaje para volverte más cercana a él. —Natsukawa también se unió a la fiesta.

«Sin importar lo que diga, no me escuchan. No tiene caso que siga alegando... Tal vez si les doy por su lado me dejen en paz en algún momento».

El autobús se detuvo. La travesía había concluido.

Bajaron las cosas para desplazarse al hostal en el que habrían de permanecer hospedados el fin de semana.

El sol brillaba con intensidad sobre sus cabezas. El aire fresco llenaba sus pulmones. Y el sosiego de las altas montañas los acobijó. Y si la madre naturaleza no era suficiente, podían disfrutar del enorme y lujoso alojamiento al que habían llegado.

—¡Oh, es enorme! ¡Jamás había estado en un lugar tan ostentoso!

A nadie le sorprendía que Eijun estuviera de escandaloso. El problema radicaba en que había turistas que al igual que ellos vinieron para disfrutar de un fin de semana de relajación.

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