Capítulo 60

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¡Buenas tardes! ¿Ya listas para seguir viendo cómo se complica la vida Kazuya? Cualquiera que sea la respuesta, aquí tienen la continuación. Nos esteremoss leyendo próximamente.


Parallelism

Abordó el auto. Notó su entusiasta sonrisa embellecida con un labial rosa mate y se preguntó qué había ocurrido para que su madre manifestara tan alegre estado de ánimo. Quizá aquel abrumador oleaje de dopamina fue lo que la motivó a recogerla después del club de béisbol para invitarla a comer.

Escuchaba la estación de radio y los tarareos de quien manejaba con diligencia. Respondía los mensajes de sus mejores amigos y pensaba, sin quererlo, en el próximo evento que acaecería en marzo.

Marzo no era la celebración del Día Blanco; tampoco el aniversario de un año más de vida. Marzo era la remembranza de una fugaz primavera que rebosaba con anhelos sinceros, promesas tontas y sentimientos que se creían tontamente inamovibles; una primavera que principió cálida y esperanzadora antes de asfixiarla entre la lacerante melancolía y el insoportable arrepentimiento.

Una primavera que no terminaba.

—Cuando recibí aquella llamada tuve un mal presentimiento... Creí que te habías vuelto a meter en problemas como solías hacerlo de niña.

Sora la observaba en silencio, aguardando por la continuidad de su discurso.

—Me alegra haberme equivocado —enunció aliviada—. Era una llamada de agradecimiento.

—Eres muy ambigua. No estoy entendiendo nada.

—Te encantará tener una nueva experiencia culinaria.

Descendieron del automóvil. Y las dudas de Sora se acrecentaron. Se hallaban dentro del barrio más multicultural de la capital; un sitio poco frecuentado por ambas, pero muy visitado por personas de múltiples nacionalidades. El lugar estaba repleto de restaurantes coreanos, mercados y tiendas de alimentación especializada. Las librerías y tiendas de cosméticos también abundaban.

—¿Qué hacemos en Shin-Okubo? —cuestionaba a su progenitora, avanzando entre la gente.

—Estamos aquí para aceptar su agradecimiento.

—¿Agradecimiento? ¿De quién? —No entendía nada con lo escasamente esclarecedora que era.

—¡Hemos llegado!

No pudo leer el nombre grabado sobre aquella gran placa de madera porque no dominaba aquel idioma extranjero. Mas observó el colorido tazón de fideos adosado a un costado del letrero y a los comensales disfrutando su cena en las mesas exteriores del establecimiento.

Una vez dentro se mantuvo callada. Analizaba la interacción de su madre con quien, deducía, era la propietaria de tan concurrido restaurante de comida coreana.

—Así que tú eres quien ayudó a mi hija aquella noche.

Sora parpadeó, sumida en una amnesia temporal. No sabía a quién se estaba refiriendo.

— La chica que llevaste a la jefatura de policía...—mencionó su madre.

La joven que la vomitó encima. Qué desagradable evocación.

—Te agradezco enormemente lo que hiciste esa noche por mi hija.

Su gratitud sincera estuvo acompañada de una reverencia y unos profundos ojos canela que constriñeron su corazón.

—Ah... Realmente no tiene nada qué agradecerme —expresaba para quien sonreía con candor y espontaneidad. Su gesto podía ser tan contagioso—. Cualquier otra persona en mi posición lo hubiera hecho.

Sweet TemptationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora