Capítulo 46

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¡Buenas tardes! Esta vez regresé más rápido. Así que disfruten de este capítulo que nos trae mucha miel. ¡Nos vemos hasta la próxima!

Red

Eijun se giró hacia atrás, con lentitud pasmosa, movido principalmente por el agudo escalofrío que lo estremeció.

Era miedo. Era ese sentimiento que orillaba a todo ser vivo a huir del peligro para preservar su vida. Era justamente lo que experimentó cuando se encontró con el dueño de aquella habitación.

—¡Juro que el causante de todo esto es esa enorme rata! —Tenía que deslindarse de toda responsabilidad.

—Todos los cuartos estaban cerrados. Así que, ¿cómo fue posible que ese roedor se metiera aquí? —A Kuramochi le gustaba verlo sufrir.

—¡Furuya! ¡Debió de haber sido él quien no cerró la puerta después de que te vinimos a buscar antes de que comenzara el entrenamiento! —exclamaba con notorio nerviosismo. Obviamente estaba ocultándoles parte de la verdad—. Yo siempre le he dicho que debe cerrar la puerta después de que salga de algún cuarto. Que es de mala educación no hacerlo.

—Sawamura —pronunció melodioso el afectado de aquel desastre—, al parecer tienes mucha energía pese al entrenamiento, ¿no?

—Un... poco...

—Entonces no significará ningún problema el ponerte a limpiar todo este lugar mientras yo voy a dormir a tu habitación, ¿verdad? —Miyuki sonreía malicioso, diciéndole con la mirada que no era un trato que estaba a votación.

—Kazuya, no seas un inquisidor. —Yūki intervino por un castigo justo—. Eijun-kun, ve por una cubeta con agua y jabón. También trae una escoba y un mechudo. Ah sí, y un paño.

—¡Entendido! —gritó. E inmediatamente salió de ahí, dispuesto a traer todo lo que le habían pedido.

—Mientras él regresa, podemos adelantar aquí. —Y con eso la joven se estaba refiriendo a esos dos.

—Esta ni siquiera es mi habitación. —Renegaba Yōichi—. Me largo. —Una pena que le hubieran echado un juego de cama encima—. ¡Ah!

—Lleva eso al área de lavado —pidió antes de depositar otro conjunto de sabana y colcha—. Kazuya, ve por ropa de cama limpia.

—Ey, se supone que debería ser Sawamura el que haga todo esto. —Él quería descansar y se lo estaban impidiendo.

—Sí hacemos esto entre todos, terminaremos rápido. —Su lógica era indiscutible—. Y es mejor ayudar pacíficamente, ¿no?

Ambos estuvieron a nada de quejarse y dejar todo para irse a descansar. Pero la sonrisa que Sora les estaba regalando eran tan cautivadora como amenazadora.

—En un momento regresamos. —Los hombres inteligentes vivían más.

Para cuando Kazuya y Yōichi volvieron, Sawamura estaba barriendo con enorme injuria. Sora por su lado, ya había acomodado cada cosa que estaba fuera de lugar; e incluso el escritorio relucía de lo bien que fue lustrado.

—Es una maniática de la limpieza —concluyó Kuramochi al verla con el mechudo listo para trapear todo el piso de la habitación.

—Lo es. —No había ninguna otra mánager que puliera los bates como lo hacia ella. Hasta las pelotas lucían como nuevas.

Ninguno se movió de donde estaba. Presentían que serían regañados por esa chica que estaba terminando de dejar impecable el piso.

—Si pisamos el piso mojado, ¿nos golpeará? —Yōichi ya deseaba deshacerse del juego de sabanas limpias que cargaba. Miyuki se hizo el loco para no llevar nada.

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