72. lo nuestro.

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El lugar olía horrible, eso era lo que alexby pensaba mientras se levantaba a lavarse los dientes, desde que se había mudado con fargan había olvidado cada centímetro de su vida y eso al final; no le molestaba en lo absoluto. Se sentía pesado, no tenía más ropa aparte de sus calzoncillos y una camiseta larga que cubría al menos 3 centímetros antes de su rodilla, lavaba su rostro con un pequeño quejido en su interior.

Quizás, era su bebé, su estómago estaba irritado, no entendía el porqué ni tampoco le interesaba, jadeó terminando su rutina antes de bostezar con pereza dejando caer su cuerpo en el colchón una vez más.

A veces, se preguntaba cómo pudo llegar a ese estado, cómo pudo dejar de estudiar, de salir, de reír, de sonreír, en el fondo, sabía que no amaba a fargan pero era lo único que lo mantenía estable, amaba la idea del fargan quien le compró una vez una malteada de cafeína escuchando sus problemas, pero odiaba estar perdiendo todo por el fargan que era tan rudo en la cama como para besarlo, sentía asco de todo y de sí mismo, vivía entre cosas mugrosas paseándose en ese maldito apartamento todo el santo día deseando comerse sus propias tripas porque nada le apetecía. Nada ni nadie.

Había dejado de preocuparse por Luzu, Vegetta, Willy, Quackity, Lolito, Mangel.

Rubius y fargan.

¿Por qué pensó en ellos dos aparte? Era una mierda, de igual forma no tenía otra razón para vivir que no fuera su hijo dentro de él, ¿debería hacer compras? Pronto iba a ser Navidad y año nuevo, en un quejido interno apartó su mano hasta su teléfono donde comenzó a escribirle a Fargan, el único contacto que estaba fijado entre sus miembros «Quiero salir»

No tardó mucho en responder, «Donde y por qué»

A ese paso parecía su propio padre «Quiero hacer una cena en Navidad y ver los fuegos artificiales en año nuevo, ¿puedo?»

«Está bien, te voy a depositar a tu cuenta» una sonrisa fue mostrada en su rostro, ya no estaría tan sólo después de todo, de inmediato salió de la cama de un saltito alegre, sin pestañar eligió cualquier ropa holgada que estuviera a su alcance y acompañó su poco baño con edor de un perfume para alfas, bueno, ahora olía a fargan qué más podía pedir. Hizo una mueca en la pequeña conversación que realizó a sí mismo.

Un sentimiento aproxima cuando quiso abrir la puerta de entrada con su mochila apoyada en su hombro y espalda, un presentimiento, quizás ya se había vuelto loco o estaba alucinando, pero tenía la sensación de que sí abría esa puerta, algo malo sucedería, dio un suspiro tratando de olvidar aquello.

La manilla, tenía que abrirla suavemente, un susurro dentro de sí rogaba por quedarse en esa casa, abrió de golpe la puerta de madera jadeando -...nada- no pasó nada, no debía preocuparse, solo era un episodio detrás de un evento cruel, sí, era normal que se haya sentido así antes de cruzar por una puerta, ¿no?

Sí, lo tenía controlado, entonces, ¿por qué quería llorar con tanta fuerza?

Rodó los ojos caminando por los pasillos, no le importaba cuanta gente viera su estadía con pudor, tal vez con asco, ni siquiera levantaba la vista tan sólo se movía por el lugar, de alguna forma creyó que salir después de semanas le subiría el ánimo pero en realidad.

Se sentía extremadamente solo.

No sabía donde ir, quizás al supermercado, ¿qué cocinaría?

Estaba varado en el centro de la ciudad con una mochila vieja, estúpida ropa y con un olor horrible por no haberse bañado pero querer cubrirlo con perfume barato, divagó en las calles acercándose a su bolso para así sacar su teléfono celular que había olvidado poner a cargar aquella noche, podía aguantar, los minutos pasaban y simplemente paseaba por pequeñas tiendas buscando por algo divertido que comprar o que le llamara la simple atención, aburrido y cansado de simplemente ver por una media hora terminó optando por entrar a una cafetería bien decorada exteriormente.

Ghost boy -Omegaverse. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora