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—Kairi debemos irnos de Inazuma, no estaremos a salvo si permanecemos aquí. Podemos huir dentro de este bote viejo y dejar que la corriente nos lleve hacia Liyue.—Kazuha me daba la mano y me tiraba levemente de ella para caminar.

—Hermano no debemos huir, no hemos hecho nada malo, debemos cumplir con nuestro deber como Clan, hay que volver a casa.— Intentaba quitar su mano de la mía mientras Kazuha miraba nuestras manos con una ligera tristeza.

—Debes entender que aquí no tendremos prosperidad, nos quedaremos prisioneros de esta cuidad. Debemos irnos antes de que sea demasiado tarde, nuestro padre lo entendería.— temblaba, la persona con más serenidad que había conocido temblaba ante mi y sus ojos eran de súplica.

—El abuelo tenía razón.— Me libré de su agarre y él me observaba con asombro por mencionar a una persona que siempre le juzgó.— Eres una persona que olvidó su propósito en esta familia, solo quieres escuchar al viento y crear lindos poemas sobre las peculiares cosas de la vida. Él siempre lo dijo, eres un perfecto Samurái pero no tienes el alma ni la voluntad de uno.

Kazuha me miraba atónito ante mis palabras. Me arrepentí de inmediato, pero mi lengua afilada no fue capaz de decir ninguna palabra más.

Kazuha sonrió amargamente ante lo que dije, el abuelo siempre nos decía que éramos la perdición para el apellido y vaya que no se equivocó.

— Tal vez el abuelo no mentía, nunca estuvo en mis ideales ser un samurái de cuerpo y alma, quiero ser libre Kairi, no tener ataduras por nada, pero si no me voy de este lugar siempre me sentiré como un prisionero.— Me mira con vacilación ante la idea que se presenta en su cabeza.— Si no quieres irte conmigo lo entenderé, pero me iré de éste lugar sin importar qué. Mi vida comienza al abandonar esta nación, te escribiré cada cierto tiempo pero sé que mi terca hermana menor no responderá.—  Se acercó a mi y removió mi cabello.— No quiero que me odies pero es una petición imposible. Espero que cuando crezcas entiendas mi razonar. Te amo más que a nada en este mundo pero debo irme.— Kazuha se alerta ante las pisadas próximas que se acercan a nuestra posición, se va corriendo hacía la orilla donde estaba el bote y me mira por última vez.

Quería gritarle y pedirle que no se fuera y decirle que sentía mis palabras, iba a correr detrás de él pero vi como llegaban los soldados del Shogunato y del decreto de captura de visiones. Me escondí en un arbusto que había por ahí.

—¡Se escapó!—Apuntó hacia el lejano bote- Ya está lejos de nuestro alcance.

— Maldito Kaedehara.— Le gritó a un recluta.— Desde hoy Kazuha Kaedehara será declarado como prófugo. Vayamos a la comisión, no hay nada que podamos hacer.

Al notar que se fueron salí de mi escondite. Me senté en la orilla de la playa y observaba las olas.
Tenía la esperanza que Kazuha se devolvería pero nunca llegó ese momento. Lo esperé un día completo hasta que Yako me llevó a la fuerza a casa.

Las lágrimas no paraban de salir de mis ojos, sentí mi corazón romperse en pedazos y como mi cabeza maldecía una y otra vez.

Kazuha se fue, dejándome en nuestro hogar sin mirar atrás. Desde ese día le guarde un gran rencor a mi hermano por dejarme en una ciudad que luego se convertiría en mi tormento.

El Sexto Herlado de los FatuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora