Esa tarde son esperados en la entrada del colegio por los otros dos estudiantes de primer año. El rostro de Haibara parece iluminarse en cuanto ve a su amiga acercarse, y no puede evitar sonreír mucho. Nanami solo suspira.
—¡Shokue-san! —saluda el castaño.
—¡Haibara-kun! ¡Nanami-kun! ¡Hoy me fue muy bien! ¡Vamos a comer pollo frito los tres! ¡Yo invito!
—Hey, ¿nosotros qué? —reclama Satoru, señalándose a sí mismo.
—Eh... No me alcanza para tu comida, Gojo-kun. No podrás venir —divaga, desviando la mirada.
—¡Te salvé la vida! ¡Se más agradecida!
—¡Se más humilde! ¡No necesitaba tu ayuda!
—¡Invítame a comer!
—¡Me rehúso!
Quizás Shokue y Satoru no estaban destinados a llevarse bien, piensa Suguru. No duda que tarde o temprano serán capaces de tolerarse, pero no creo que llegue a pasar hasta después de muchos años.
Las primeras misiones eran supervisadas por ambos, pero poco a poco los separaron y acabaron por irse a misiones individuales. O al menos ella iba a misiones individuales, él siempre era emparejado con Satoru.
La verdad es que no se sentía cómodo dejando sola a Shokue, está seguro que los altos mandos la dejan ir por su cuenta gracias a la presencia de su maldición, pero él no cree que su prima sea tan fuerte como aparenta o como todos los demás creen. La conoce, la conoce mejor que nadie, como la palma de su mano, así como él no funciona sin Satoru, Shokue no funcionaba si alguien más no estaba cerca.
Shokue no lo veía así.
Para ella, ser chamán no era tan difícil.
Le parecía divertido.
Muy divertido. Asesinar y devorar maldiciones como le placía era de las cosas más entretenidas que había hecho en su vida.
La rutina era la misma. Se retiraba después del almuerzo, exorcizaba maldiciones de grado uno y casi grado una, regresaba sana y salva al colegio, invitando a todos a salir a comer pollo, hamburguesas o pizza. Todos la recibían entre halagos y sonrisas.
Todos.
Menos Suguru.
Porque Suguru era el único que notaba que algo andaba mal.
Las primeras misiones llegaba con unos cuantos agujeros en el uniforme, después de unas semanas le faltaba una manga de la blusa, a veces ambas, a veces llegaba con el hombro totalmente descubierto, una vez llegó sin la parte del pecho y tuvo que cubrirse con los retazos de su falda, de vez en cuando le faltaban partes de la media de la rodilla para abajo y un zapato, a veces ambos zapatos, a veces iba con la falda tan recortada que casi se le veían los panties.
Se volvió tan recurrente que ya estaban acostumbrados a esperarla en la entrada con un nuevo uniforme, apostando qué parte necesitaría esa vez. No había misión de la que volviera con su traje intacto. Era tan normal perder una parte del uniforme que para facilitarse el trabajo empezó a irse descalza.
Un día en especial llegó con el uniforme totalmente cortado a la mitad, el corte estaba cubierto en sangre seca, pero ella parecía no tener ni un solo rasguño.
Era raro, siempre estaba cubierta de sangre pero Suguru nunca encontraba de dónde provenía la sangre... No lo entendía, lo confundía y lo frustraba.
Llegó al límite cuando Shokue llegó con el cabello corto por arriba de la nuca y sin el cuello del uniforme, con los hombros y el pecho cubiertos de sangre.
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Hambre ;; JJK
Fantasy"Uno dice «vamos»" La historia de como Geto Shokue y Geto Suguru, dos primos inseparables, tomaron caminos distintos. "Y el otro dice «estoy cansado»"