60. Óbito.

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Shokue ya había tomado una decisión.

Iba a hacer lo que quisiera, cuando quisiera, y cómo quisiera.

Iba a saciar su hambre.

Ese hambre por un mundo mejor que Suguru intentó apaciguar asesinando a no-chamanes por montón.

Sus intenciones siempre fueron las mejores, pero su método quizás no fue el adecuado.

Ya no importaba, ahora Suguru estaba muerto y era ella quien vivía.

Había superado el margen de error que se llevó a Riko, a Toji, a Haibara, a Suguru, a Nanami, a Yuuki...

No por sus propios méritos, lastimosamente.

Pero en ese momento era la única que quedaba.

La única que podía hacer algo respecto a esa situación.

Y de nada le serviría lamentarse.

No más.

—¡Shokue-sama! —en su dirección corren Zen'in Maki e Itadori Yuuji, cubiertos en sangre, heridas, raspones y polvos. Itadori carga en sus espaldas a Kurusu Hana, quien jadea pesadamente en su inconsciencia, le falta un brazo.

—¿Dónde está? —jadea, limpiándose la comisura de los labios, usando sus manos para apoyarse en los escombros a su alrededor y ponerse de pie, los huesos rotos en su cuerpo se reacomodan, crujiendo, una imagen grotesca. Se pasa la manga del vestido por la nariz, escupe más sangre.

—¿Q-?

—Sukuna —interrumpe entre gárgaras de sangre—. ¿Dónde está Sukuna?

—Se fue —responde Itadori, frunciendo los labios—, con el monje andrógino de la otra vez, en Nue...

—¿En qué dirección?

Ambos señalan el lugar del que vienen.

—¿Y el cuerpo de Tsumiki?

—Creo que dijo que esperaría a Sukuna en la otra colonia —Itadori señala la otra dirección.

—Bien —suspira, echándose todo el cabello hacia atrás—. Itadori Yuuji, lo siento mucho, eres libre de maldecirme cuánto quieras y cuánto tu alma te lo permita, pero he tomado mi decisión.

—Shokue-sama...

—Voy a asesinar a Sukuna —sentencia, y empieza a andar en la dirección donde se fue la impostora que posee a Tsumiki—, aunque para ello deba asesinar a Megumi...

—¡Usted-!

—Y si intentas detenerme te mataré también —advierte, sin detener sus pasos—. A ti o cualquiera.

—Shokue-sama, estamos por liberar a Gojo-sensei —masculle Maki, intentando ir detrás de ella—. Lo haremos ahora mismo, por favor, espere que regrese y él-

—La opinión de Satoru me importa una mierda ahora —sentencia, con la mirada perdida en el cielo—. Si quieren liberarlo, adelante. Yo he tomado mi decisión —introduce una mano en su falda y extrae el cubo que ha llevado con ella desde el ataque a Shibuya, los ojos de los estudiantes se abren con sorpresa, pero pronto recuerdan que Shokue nunca ha sido muy lista y seguramente no tenía ni idea de que ella misma pudo liberar al más fuerte con una sola palabra.

Impotentes la ven alejarse, incapaces de detenerla, viéndola marchar al ritmo del "tak, tak" de su juguete.

Afligidos intercambian miradas, sabiendo que deben actuar más rápido que nunca.

Porque nunca es bueno dejar a un perro sin correa andar por donde le plazca.

—Eh —el cuerpo de Tsumiki sonríe al escucharla llegar, dirigiendo su mirada hacia el sonido de la bomba a punto de estallar. Es sorprendente ver cómo los chamanes encarnados son capaces de modificar la apariencia de los cuerpos que habitan, piensa Shokue, esa mujer ya no tenía el rostro de su protegida, lo que solo haría su trabajo más fácil—, Gojo Shokue, ¿cierto? —con una amplia sonrisa se señala la cabeza— Esta niña tiene un montón de recuerdos tuyos —se encoge de hombros, despreocupada—. Hey, no es nada personal, solo tuvo mala suerte. Quizás en otra vida puedan ser hermanitas o lo que sea que tenían —ríe, burlesca, sarcástica, cubriéndose los labios con una mano.

Hambre ;; JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora