31. Aceptación.

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La tarde del veinticuatro de diciembre, Geto Shokue consumió 571 maldiciones de las 1000 que habían sido liberadas en Shibuya. Sus aliados habían sido divididos entre Tokio y Kioto, ella estaba sola.

Como siempre.

No le importa realmente.

Después de todo era invencible.

Comer.

Ingerir y exorcizar.

Ingerir y exorcizar.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Quinientas setenta y un veces.

Mientras veía el caos en las calles se preguntaba lo mismo que siempre.

¿Por qué Suguru había cambiado?

Desde hace años ese es el único pensamiento que ronda su mente.

A veces intenta convencerse de que ese no es su hermano, de que el verdadero Suguru fue poseído por una entidad demoníaca y nada más está siguiendo órdenes.

Pero muy dentro sabe que no es así.

Observa lo que podría ser su maldición número 572 consumida del día.

Tal como todos los días, se pregunta si todo eso es su culpa.

Si ella se hubiera quedado en su pueblo quizás nunca hubiera sido condenada a pasar su vida atada al colegio.

Si ella se hubiera quedado en su pueblo no se hubiera vuelto fuerte.

No.

Es más que eso.

Si ella no hubiera consumido esa primera maldición en forma de ciempiés...

No.

Si ella no hubiera nacido.

Quizás si ella no hubiera nacido Suguru sería feliz. Tomaría su lugar en ese universo, permanecería con Satoru y serían los más fuertes juntos, cuidarían a esas dos niñas, a Fushiguro Megumi y a Fushiguro Tsumiki juntos y serían como una gran familia feliz.

No tendría razón para matar a todos.

De no haber nacido, no hubiera dejado atrás a Suguru.

Es todo lo que ronda su mente al pelear.

Quizás eso es lo que busca en el cielo.

Respuestas.

Pero solo consigue más preguntas.

¿Realmente fue Suguru quien se quedó atrás?

—¡Geto-sama quiere vengarse de esos simios que lastimaron a su amada hermana! —dijo Nanako, una de las niñas que él había salvado, incluso en eso eran idénticos, ella cuidaba de los Fushiguro y él de esas dos. La muchacha temblaba ante su presencia, incapaz de acertar un golpe con su técnica. La hubiera atrapado de no ser que Mimiko logró herirla, escapando ambas. No iba a matarlas o castigarlas, nada de eso, quería extenderles la mano para ofrecerles una vida honesta y tranquila; nunca podría condenar a esas dos, pues ella mejor que nadie sabe de las atrocidades que viven los chamanes en el área rural del país.

"Vengarse de esos simios..."

Que tontería.

Ella no quería venganza.

A ella no le importaba lastimarse.

Era fuerte.

La más fuerte.

Hambre ;; JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora