9. Estorbo.

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El domingo era su día libre, por lo que en la mañana fue a dar unas vueltas, vagando por las calles de la ciudad y contemplando los gigantescos edificios que se alzaban por sobre su cabeza. Le parecían majestuosos, a su manera, el vivir entre las nubes le parecía una idea fantasiosa que la arquitectura moderna había vuelto posible. Era asombroso. Se decía a sí misma que de grande viviría en uno de esos edificios, en el piso más alto.

Después de andar un rato, se sienta en una de las bancas del parque, cerca del área de juegos para admirar a los perros pasar, en una mano sostenía un sándwich de jamón y en la otra hacía sonar el "tak tak" de su tronador.

—¡Hey! ¡Geto Shokue!

Se gira a ver quien la llama por su nombre, es Gojo Satoru. El compañero de su primo. Se acerca a ella. Va vestido muy casual, con un short y una camiseta demasiado grande para él.

—Gojo-kun, ¿pasa algo? —pregunta, dando una mordida a su sándwich.

—Shoko me contó lo que pasó con tu mano.

—¿Le dirás a Suguru?

—No, no es ese mi plan —sin permiso se sienta a sus lados, agacha un poco el rostro para ver por encima de sus lentes—. Suguru ya se preocupa lo suficiente por ti.

—¿Te molesta que me preste tanta atención?

—No digas tonterías.

—Nací siendo débil, y cuando conocí a Suguru era aún más débil, él siempre sintió la necesidad inherente de cuidar y preocuparse por mí, desde que nos conocimos... Creo que debe ser porque nuestros padres son gemelos, así que genéticamente hablando somos más hermanos que primos.

—Él también dice que son más hermanos que primos —suspira, pasándose una mano por el cabello, frunciendo el ceño y haciendo un puchero.

—Quizás lo somos —admite, asintiendo. Da otra mordida a su sándwich—. ¿Quieres merendar conmigo? —se saca la mochila de los hombros y abre el cierre, revelando un montón de paquetes de comida rápida. La mayoría son sándwiches, también lleva latas de jugo y refresco.

—¿Planeabas tener un picnic con alguien? —inquiere burlesco, de todas formas toma un onigiri y un jugo de manzana en lata— ¿Te dejaron plantada acaso?

—Siempre llevo un montón de comida conmigo —aclara, sigue sonando el "tak tak" mientras habla—. Cuando me da mucha hambre tengo que comer.

—Pero siempre tienes hambre, ¿no?

—Sí, la mayoría del tiempo es soportable, ¿sabes? Si intento aguantarla mucho tiempo se vuelve dolorosa, a veces se vuelve tan mala que siento ganas de vomitar.

—Suguru me contó al respecto —suspira, rompe la envoltura del onigiri para darle una mordida, es de atún picante. No le gustan mucho los platos salados, él es más de dulces y esas cosas—, sobre tu maldición. Dijo que tu padre te maldijo con hambre de poder.

—A veces el hambre es tanta que empiezo a cuestionarme si la maldición en mi estómago es mentira —murmura, por unos momentos detiene el movimiento en su mano, el que provoca el "tak tak"—, me pregunto si soy solo una manifestación de los deseos de mi padre de superar a su hermano... Me pregunto si seré yo la maldición, y si Suguru está maldito por culpa de nuestra familia —suspira, hundiendo su cuerpo en la banca—. Si no soy más que una sanguijuela...

La observa fijamente unos cortos segundos, se ajusta los lentes antes de dar otra mordida a su comida.

—Parte de mi técnica son los llamados seis ojos —dice, inclinando un poco su rostro—, puedo verlo todo, puedo ver el flujo de energía, incluso de la más mínima, puedo ver maldiciones y sus formas reales —da otra mordida a su comida, y aún con la boca llena sigue hablando—. Shokue, tú no eres una maldición.

Hambre ;; JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora