33,5. Panadería.

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Esa tarde, la panadería que Nanami Kento solía frecuentar después del trabajo estaba plagada por una energía negativa intimidante y asfixiante.

De inmediato pensó que quizás había una maldición de la que debía encargarse por su cuenta, algo que emanara tanta energía maldita no podía ser bueno, ¿grado especial? No había víctimas todavía, por lo que quizás era una maldición pasiva e ininteligente, quizás un útero maldito. ¿Podría terminarla de un golpe? Sería un dolor en el culo que su lugar favorito cerrara por culpa de una maldición; odiaba hacer horas extras, pero realmente haría cualquier cosa por preservar el lugar... Incluso llamar a Gojo si era necesario.

Ingresa al lugar con la mano en la espalda, sujetando el mango de su cuchillo, preparado para desenvainar si es necesario. Si la maldición está distraída quizás sea capaz de exorcizar de un solo golpe, pero sería otro dolor en el culo hacer un escándalo y poner a los civiles en peligro, y sin una cortina llamaría la atención de los transeúntes...

Busca con la mirada la fuente de tal sofocante energía.

Sus ojos se abren con sorpresa al descubrirla.

Shokue.

No es sorprendente que su presencia llame la atención de todos en el lugar, es una mujer alta que viste de manera poco común, con un vestido negro largo y un obi rojo a la cintura que esconde totalmente su figura y la hace ver cómo un rectángulo, ese día lleva sandalías en vez de ir descalza, pero no ha dejado de jugar con su tronador haciendo sonar el "tak, tak" al ritmo del reloj. Su cabello suelto está despeinado, su rostro se ve cansado, su mirada luce perdida y tiene los ojos llenos de ojeras, ni hablar de esa cicatriz como sonrisa en sus mejillas.

No hay duda.

Ella es la presencia maligna.

—Eh, Nanami —saluda al notarlo acercarse a ella. En ningún momento ha dejado de ver al cielo, pero recuerda que en sus tiempos de estudiante Shokue poseía una lectura de energías inigualable, superada únicamente por la lectura de Gojo—. Cuando entré pensé que este era un lugar que tú frecuentarías —la cajera le entrega dos cajas de pan y ella paga con tarjeta. No es un entrometido, pero le es imposible no notar que la tarjeta negra tiene el nombre de Gojo Satoru inscrito en ella—. Tiene tu estilo.

—¿Tú crees? —responde, ajustándose las gafas y soltando su arma, relajando su postura. La energía no se ha disipado ni nada por el estilo, pero ahora que sabe la fuente también sabe que no debe preocuparse. Después de entregar su ticket de compra a Shokue la cajera se gira a él, ofreciéndole una sonrisa— Lo de siempre —dice, buscando su billetera.

—¿Lo ves? Tengo buena intuición —abre la caja y toma un meronpan para el camino. La chica mete su pan en una bolsa de papel, pero antes de poder pagar Shokue vuelve a dar su tarjeta—. Yo invito.

—No tienes que hacerlo —suspira—, pero muchas gracias.

—Fue bueno verte —dice, tomando su nuevo recibo—, pasa feliz tarde.

—Espera —interrumpe antes que pueda caminar a la puerta—. Te invitaré a un café como agradecimiento por la comida, siéntate conmigo y hablemos.

—Eh, ¿es una cita? —a pesar de su falta de tono burlesco, sabe que se está mofando de él.

—No empieces.

—Bien, hablemos.

Con un café americano cada uno y su respectivo pan en mano, se sientan en una mesa redonda, uno delante del otro, sabiendo que en la tercera silla entre ellos debería haber alguien más...

—¿De qué querías hablar, Nanami? —inquiere, da una pequeña mordida a su pan y mastica. ¡Con la boca cerrada! ¡Eso es nuevo! Ciertamente una grata sorpresa.

Hambre ;; JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora