58. Ruido.

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—¡Shokue, espera! —exclama Megumi, afligido ante su comentario final, pero Shokue no tiene tiempo ni ganas de esperar.

—¡Cuida esa canasta por mí! —responde, señalando el artículo que se había sacado de los hombros al llegar, al centro de la habitación.

Impaciente salta la valla de seguridad de las escaleras, con un fuerte impacto aterriza en el suelo, y en cuanto irgue la espalda recibe un disparo en la sien.

—Mierda —gruñe su protegido, no tiene tiempo de apaciguar la aflicción de Kurusu y Takaba, ya descubrirán que llorar las muertes de Shokue no sirve de nada—. ¡Itadori! ¡Vamos!

—¡Sí! —responde, corriendo detrás de su amigo. Los otros dos van detrás de ellos, porque de todas formas las opciones son bastante limitadas: seguirlos e intentar no morir, o quedarse en la habitación e intentar no morir. Al menos al seguirlos tienen mayor poder de combate, esos dos son fuertes.

—Kenjaku podría estar planeando que los espíritus malditos lleven a cabo una masacre de no chamanes —anuncia El Ángel, mientras corren escaleras abajo.

—¡¿Por qué?!

—Si la energía del juego de migración no es suficiente para mantener las colonias, podría darle algún tipo de seguro...

—Aún así, ¿por qué miles de personas ordinarias solo ingresarían a la colonia?

—Quizás es mi culpa —vocifera Takaba—, mi popularidad enloquece a las personas.

Van tercer piso cuando por fin contemplan el cadáver de Shokue ponerse de pie.

—Es raro —ríe, tomando la bala que ha sido expulsada de su cerebro. El horror en Takaba y Kurusu es imposible de disimular, sienten ganas de gritar—. He muerto un montón de veces, pero es la primera vez que me han disparado con un arma de fuego.

Ah.

Un pensamiento que se sobrepone al ruido de su mente interrumpe sus risas.

¿Es así cómo se sintió Amanai Riko?

¿Esos tipos también desfilarán entre aplausos con el cadáver de los alumnos cuando acaben con ellos?

Simios hijos de puta.

El aumento en la energía maldita de Shokue es tan intenso que incluso parece detener el tiempo.

Había tomado una decisión.

Con esa misma bala los mataría a todos.

Ante los ojos de horror de Kurusu Hana, Takaba Fumihiko, Itadori Yuuji y Fushiguro Megumi, arrojó la misma bala que la había impactado con una fuerza que rompió la barrera del sonido. El silbido del objeto los obligó a cubrirse los oídos.

Infundido en energía maldita, una sola bala asesinó al menos una docena de militares estadounidenses con armaduras hasta en los dientes.

—¡Shokue! —reclama Megumi, corriendo a ella para detenerla de empezar una masacre contra los sobrevivientes— ¡Basta! ¡Nosotros nos encargaremos del resto!

No porque creyera que ella no era capaz de derrotarlos, todo lo contrario.

El poder de una milicia completa no llegaba ni a la mitad del poder de Shokue.

—Eh... —suspira, desviando la mirada y arrugando la nariz— ¿Dónde dejaste mi canasta?

Megumi e Itadori son los responsables de incapacitar al resto de soldados, mientras ella recupera sus pertenencias.

Shokue permanece alejada mientras interrogan al único hombre que habla japonés, a ella le dan igual explicaciones o excusas o planes o lo que sea.

—Parece ser que quieren secuestrar chamanes para usarlos como energía alterna —le dice Megumi mientras se acerca a ella, quien ve el cielo a través del techo totalmente destrozado, sentada sobre su canasta—. Kenjaku está detrás de todo esto, al parecer les implantó la idea y así los no-chamanes que mueran en estos combates se convertirán en espíritus malditos que alimentarán las colonias.

Hambre ;; JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora