13. Enfrentamiento.

888 162 15
                                    

Viernes a primera hora de la mañana, Geto Shokue, Geto Suguru y Yaga Masamichi iban en un auto de camino a la estación abandonada donde se llevaría a cabo su "prueba" para ser ascendida a grado dos de una vez por todas. Nanami y Haibara habían ascendido hace unos días, y ella no tenía planeado quedarse atrás.

La estación en cuestión se encontraba en las afueras de Tokio, un lugar que, por la descripción de su profesor, parecía haber sido abandonado por Dios. Un pueblo olvidado cuyo nombre ni siquiera se molestó en aprender. Solo sabe que su objetivo está en una estación abandonada, inundada, en el viejo tren que viajaba a Shibuya.

—¿Cómo te sientes, Shokue? —pregunta Suguru, ofreciéndole la misma sonrisa de siempre.

—Hambrienta —responde Shokue, observando el movimiento de las canicas de su juguete. "Tak, tak", como agujas de reloj.

Como una bomba a punto de estallar.

—Por supuesto —él ya sabía la respuesta, para ese punto solo preguntaba como rutina.

—Shokue —llama el profesor Masamichi, captando su atención—, si no puedes contra la maldición deberás escapar. Salir por tu cuenta de la cortina. Si eso pasa, Suguru se encargará del resto y tú permanecerás como grado tres hasta que demuestres que puedes pelear sola.

—Entiendo —afirma, asintiendo con la cabeza. Suguru piensa que es raro verla con una mueca tan seria, tan firme.

—¿Estás nerviosa? —pregunta, sabiendo que si vuelve a preguntarle cómo está o cómo se siente ella le dará la misma respuesta de antes.

—Para nada —tak, tak, tak—. Solo hambrienta.

Después que la cortina ha sido levantada, ella toma un fuerte respiro e ingresa al lugar. Baja las escaleras una a una, despacio, usando su poca energía maldita para aumentar la capacidad de sus sentidos lo más posibles, su visión, sus oídos, su olfato. A la lejanía no escucha más que el goteo del techo contra el metal de los trenes. Los últimos cinco escalones están inundados, cubiertos en su totalidad por agua que se ve mugrienta.

Sin más opción, se saca los zapatos y las calcetas, dejándolos en el último escalón seco. Se levanta la falda y la ata a su cintura, dejando descubiertos sus pantorrillas y muslos.

Mientras más navega en el lugar, más tétrico se vuelve todo. Ha caminado unos diez minutos y todavía no detecta rastro alguno de la maldición que le otorgará su ascenso. ¿La habrá exorcizado alguien más? ¿Qué harían en ese caso? ¿Podría llevarse el crédito de ser así? No le gustaría mentirle al profesor o a Suguru...

Por fin llega a la abandonada parada que llevaba a Shibuya.

El tren no se ve tan jodido como el resto de la estación que habita. Si tuviera que adivinar diría que solo lleva abandonado unos meses y no décadas como le dijo Yaga-sensei, quizás era de muy buena calidad.

Ingresa forzando las puertas.

Es cuando abre, la energía maldita que estaba buscando la golpea como una fuerte ráfaga de aire. Como un huracán. Olía a descomposición, ácido. Como un huevo podrido. La energía maldita venía de todos lados. Ve a sus alrededores para buscar el causante de tal cosa.

Tal como lo supuso, su ascenso había sido arrebatado.

La maldición en forma de toro que debía exorcizar yacía muerta.

Y frente a ella había lo que parecía ser una bestia peor.

De aspecto humanoide, brazos largos, manos enormes que terminaban en gigantescas garras hechas para rasgar carne, un cuerpo delgado que se encorvaba delante de la presa, colmillos enormes que se hundían desesperados a la piel de su víctima, como intentando acabarlo antes que se vuelva polvo.

Hambre ;; JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora