La misma tarde en que Geto Suguru escogió su nuevo camino, Geto Shokue y Gojo Satoru se sintieron incapaces de poner pie de regreso a la academia. Estaban sentados en las escaleras, entre los toriis, en silencio, guardando distancia uno del otro. Shokue veía al cielo, Satoru la veía a ella.
—Shokue...
—¿Qué? —susurra, se ha arruinado la garganta de tanto llorar.
—¿Tenía razón?
—¿De qué hablas?
—Suguru. ¿Tenía razón, Suguru? ¿Tú piensas igual que él? ¿Los matarás a todos?
—No podría...
—¿Por qué? Él lo hizo...
—No es lo que Yuu-chan hubiera querido verme hacer —cierra los ojos unos segundos y frunce los labios—. Definitivamente me hubiera odiado si hiciera algo así —sorbe sus mocos y se limpia el rostro con la manga del uniforme—. Él y yo somos uno mismo, pero...
—Eres diferente a Suguru, Shokue —suspira Satoru, pasando una mano por su cabello. Extiende su brazo hacia ella para sujetarle la mano y acariciarle los nudillos—. Eres tu propio individuo, puedes tomar tus propias decisiones... No eres Suguru, y Suguru no es Shokue.
—Sí —suspira, cerrando los ojos una vez más, estrujando la mano que se aferra a ella—. Soy diferente a Suguru —frunce los labios con fuerza y deja salir todo el aire que contenían sus pulmones.
—Tú eres buena.
—No, no lo diría así —suspira una vez más, conteniendo sus lágrimas—. Es solo que yo no soy cruel.
Los siguientes años se les pasaron como arena entre los dedos.
La llegada de noviembre de 2016 traía a la escuela un nuevo prodigio.
—Un niño maldito, eh —murmura Shokue, de 26 años, viendo el reporte de Okkotsu Yuuta en su mano izquierda. Un muchacho muy similar pero muy diferente a ella, que al parecer había atacado a sus compañeros y los dejó mal heridos después que le hicieran bullying—. Dice aquí que será ejecutado en total aislamiento a pesar de solo tener 16 años —hace una pausa para examinar el resto de detalles. Finalmente suspira y se hunde en el sofá, tirando el folder a la mesa frente a ella para devolver su mirada al techo—. Es un caso muy único, ¿no? —en su mano derecha suena su juguete, "tak tak", como un reloj— Si vienes a pedirme ser su ejecutora ya sabes como me siento respecto a esas cosas...
—Nada de eso —responde Satoru, de 27 años, sentado en el sofá delante de ella. Sus ojos están cubiertos por vendajes blancos, y le ofrece una amplia sonrisa—, hice que cancelaran su ejecución y lo inscribí al colegio como alumno.
—Eh, que noble eres —dice con pereza. Tak, tak, como una bomba.
—Creo que merece una oportunidad, eso es todo, y quisiera que me ayudes con él.
—No soy profesora.
—Pero tu caso es similar al suyo, ¿no? Échame una mano, es todo lo que te pido.
—Eh, como si pudiera negarme —suspira, arrugando la nariz y poniéndose de pie—. Después de todo tú eres el más fuerte —mientras se dirige a la puerta se echa el cabello hacia atrás.
—Somos los más fuertes —corrige—. Tú y yo.
—Yo solo tengo hambre —por fin abre, dispuesta a retirarse de ahí—. Me iré temprano y pasaré recogiendo a los niños, ¿llegarás a cenar?
—Lo intentaré.
La mañana siguiente llega al salón de clases bien puntual, su llegada es anunciada con anticipación por el constante "tak tak" de su tronadora al ritmo de sus pies descalzos y el vaivén de su larga falda.
ESTÁS LEYENDO
Hambre ;; JJK
Fantasy"Uno dice «vamos»" La historia de como Geto Shokue y Geto Suguru, dos primos inseparables, tomaron caminos distintos. "Y el otro dice «estoy cansado»"