30. Negación.

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Esa tarde entre otoño e inicios de invierno, los alumnos llegaban temprano a clases, desde la altura del edificio principal su profesor y el director, esperaban su llegada.

—No hemos sido capaces de rastrear un solo movimiento de Geto Suguru en la última década aún con la ayuda de Shokue —vocifera Yaga Masamichi después de los comentarios de Gojo sobre una misión de Yuuta y Toge del día anterior—. No ha mostrado la cara en años, ¿no te preocuparás en vano?

—Es imposible confundir la energía de Suguru —asegura Satoru, serio como nunca—. Verifiqué la escena personalmente, definitivamente era él.

—Me gustaría que Shokue lo confirmara.

—No necesita pensar en esas cosas ahora mismo. Además, está muy ocupada con los niños.

—¿No la conscientes demasiado? Es tu esposa, tú mejor que nadie sabes que es fuerte como nadie... Es la más fuerte, de hecho. Quizás más fuerte que tú, no está para andar jugando a la casita.

—Es cierto que es la más fuerte, pero cuando el día llegue no permitiré que sea ella quien termine el trabajo... —hacen una pausa, Yaga suspira muy fuerte— Se lo diré a su tiempo, déjala disfrutar un poco.

—Suguru... —masculle el director, cruzándose de brazos. Gruñe alto— Mierda —exclama—, hablando del Rey de Roma —molesto se aleja de la ventana para correr en busca de refuerzos— ¡Reúnan a todos los hechiceros de semi-grado uno o superior! ¡Y será mejor que llames a tu mujer para esto, Satoru!

Satoru suspira con fuerza y mete las manos en sus bolsillos, sintiendo la energía maldita de su mejor amigo acercarse más y más.

Los cuatro alumnos de primer año contemplan como una enorme maldición en forma de pelícano aterriza delante de ellos, y con esta aterriza también una presencia desconocida que les resulta muy familiar.

—¿Shokue-sama? —murmura Zen'in Maki, sacándose las gafas para asegurarse de que sus ojos no la engañan. El traje es diferente, pero su silueta, su cabello y su aura son idénticas. El desconocido gira un poco el rostro para encararlos, y ella se coloca sus lentes una vez más— No, ni siquiera tiene sus cicatrices...

—Eh, así que ella y yo todavía somos indistinguibles —ríe el recién llegado, los estudiantes notan que tampoco tiene colmillos. De la boca del pelícano salen otras dos personas, dos muchachas más o menos de la edad de los estudiantes—. Que alegría.

En un parpadeo lo han perdido de vista.

Ni siquiera han podido reaccionar, para cuando lo encuentran está justo delante de Yuuta, sujetándole las manos y sonriéndole ampliamente.

¡Es rápido!

—Mi nombre es Geto Suguru —se presenta con una amplia sonrisa que hace chiquitos sus rasgados ojos.

—Geto —repite Yuuta, viendo a sus lados para asegurarse que sus compañeros siguen con él. Están todos igual de extrañados—, ¿es... es pariente de Shokue-sama?

—¿"Sama"? —repite sin dejar de sonreír— No, no... Más que su pariente diría que soy una parte de ella. ¡Es mi otra mitad!

"¿Un clon?" cuestionan los alumnos, todavía bien alerta.

—¿Es que ella no les ha hablado de mí? —ríe al ver sus rostros de sorpresa— Bueno, no importa. Okkotsu-kun, se te ha concedido un poder maravilloso, ¿no es así? Y, tal como ella, yo creo que el gran poder debe ser utilizado en grandes cosas.

—¿Qué...? —a pesar de tener el mismo rostro que Shokue, el hombre no parece un cadáver como ella, todo lo contrario. No tiene ojeras, sus ojos están llenos de brillo y su sonrisa es cálida, acogedora; pero su tacto es frío, sus palabras se sienten vacías.

Hambre ;; JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora