33. Epifanía.

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Gojo Shokue le dijo que solo traería desgracia y sufrimiento a su alrededor por culpa de su maldición.

¿Fue por eso que la madre de Junpei, el amigo que había conocido hace solo unos días, murió una noche después de que él visitó su apartamento?

¿Fue por eso que Junpei había atacado todo un gimnasio y lastimado de muerte a un chico?

¿Fue por eso que Junpei murió a manos de una maldición, desfigurado más allá de lo humano?

¿Era su culpa?

¿Fue su maldición lo que lo llevó a un destino tan cruel?

No solo eso.

¿Shokue también cargaba con ese peso sobre sus hombros? ¿Se preguntaba ella diariamente si las personas morían por culpa de ella?

Claro que sí.

La respuesta era sí, al menos a esa última pregunta.

Está viendo horrorizados el deforme cadáver de Junpei cuando el sonido de un reloj llama su atención.

No.

Él y la maldición en forma de hombre giran a ver de qué se trata.

Es Shokue, que lleva en sus manos su juguete. Una tronadora que hace sonar chocando las dos canicas a cada extremo de la cuerda. El ruido que emite el impacto resuena por todo el pasillo, rebota en las paredes.

Tak.

Tak.

Como una bomba a punto de estallar.

—Itadori —habla mientras camina, va descalza. Su larga falda se mueve un poco de lado a lado al ritmo de sus pasos—, Nanami dijo que viniste hasta acá en contra de sus órdenes, ¿necesitas que te salve?

—Shokue-san —habla, su tono es aterrador, lleno de odio incluso en la mirada, la energía que emana es capaz de superar la de Shokue aunque él no la siente. A diferencia de la de ella, que es como ser ahogado por la presión en la profundidad del mar, la de él es como el calor que emana de una planta nuclear, derritiendo la piel poco a poco—, por favor, mate a esa maldición.

—¿No querrás decir exorcizar? —suspira, por fin encara al responsable de llenar de odio al joven Yuuji, una maldición de apariencia muy humana, con el cabello celeste y costuras en el rostro y otras partes del cuerpo— Yo me encargaré del resto —avanza hasta el joven Itadori, extiende su mano desocupada y le acaricia el cabello, su tacto es reconfortante, cálido—, vive el duelo por la muerte de tu amigo en paz —el odio que sentía atorado en su garganta se vuelven lágrimas, sus rodillas ceden ante el peso de su cuerpo y derrotado abraza el cadáver de Junpei—, y perdóname por no llegar antes.

—No —susurra entre sollozos—, esto no es su culpa.

—¡Wah! ¡¿No son adorables?! —ríe la maldición— ¡Vamos, vamos! ¡Me harán llorar a mí también!

—Pero, Itadori-kun, por favor no vuelvas a desobedecer las órdenes de Nanami —sigue hablando, ignorando al otro—. Ya ha sufrido demasiado.

—¡No me ignores!

La maldición la golpea, un puñetazo al rostro.

Ella responde en cuanto los nudillos de su oponente hacen contacto con su pielz devolviendo el golpe. El impacto es tan fuerte que provoca una ráfaga de aire como una pequeña explosión, arroja a su contrincante contra la pared de las escaleras.

En un parpadeo ella lo detiene de salir disparado fuera de la escuela, lo sujeta del cuello de su camisa y lo arroja al suelo, la fuerza del golpe destruye la cerámica del piso. Le golpea el rostro, un golpe que le destroza la cabeza como un huevo y la llena de sangre.

Hambre ;; JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora