Capítulo 5

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No quiero subestimar más a Sarah. No quiero realmente pensar en eso. Aún, no quiero hacer esto con ella. Pero, admito que si demostró ser inteligente, o bueno al menos, muy observadora.

Pero, a lo importante: el caso. Puse a imprimir algunas fotos e información que ya teníamos para ir colgándolas.

-¿Qué pusiste en "habilidades"?- soltó Sarah sentada en mi escritorio.

Suspiré, mirando las hojas que iban saliendo de la impresora, sentado en la silla. Me di cuenta de que, con ella no tenía vergüenza de decir nada, justamente porque no me importaba nada. Ni su opinión, ni lo que piense de mí.

-Tengo una memoria edética- contesté mirándola. Su expresión cambió a confusión, me molestaba más decirlo que explicarlo, pero de todos modos, lo hice- No puedo olvidar nada. Recuerdo todo lo que leí, vi y escuché.

-Wow ¿En serio?- estaba increíblemente sorprendida, pero también sentí que estaba impresionada. Asentí- Cool- agregó.

Jamás alguien me ha dicho que eso era "cool", así que simplemente, lo acepté.

-¿Y tu?- quise saber, sacando todos los papeles.

-Soy hacker profesional- respondió y, sinceramente, creí que bromeaba, pero no, estaba hablando muy en serio.

-¿Perdón?

-Sé hackear cualquier cosa que tenga una conexión IP- siguió encogiéndose de hombros.

-Cool- no sabía que otra cosa decir. Honestamente, no sabía si era buen o malo en este caso- Bien...- empecé a cambiar de tema y me levanté de la silla- Tenemos: maletín- colgué la foto del mismo en el corcho con una chinche- Ralph Jenkins- hice lo mismo con su foto- Mario L'eruie- repetí mi acción- Y... la compañía- puse el logo en el medio.

-No es mucho- soltó ella, bajándose del escritorio y poniéndose junto a mí, mirando la pizarra.

Hubo bastante silencio, porque ¿Por dónde empezábamos?

-¿Qué más te dijeron cuando me fui?- preguntó.

-Nada realmente- fui sincero- El teléfono de Ralph está aparentemente desconectado, el maletín desapareció desde la caja fuerte de Mario en su oficina- enumeré- El negocio donde está la empresa se divide en las oficinas de administración y el depósito con la bodega atrás- expliqué recordando- Las cámaras se apagaron 21:32 de la noche del 22 de diciembre, y se dieron cuenta que el maletín no estaba a las 8:07- seguí- No forzaron ninguna entrada, excepto la caja fuerte, que la abrieron quemándola, pero no saben como o con que.

Miré a Sarah, ya que no decía nada. Solo hablaba mientras miraba la pizarra y ver si se me ocurría algo. Pero ella, me veía bastante sorprendida.

-Ok... ahora, parece que tenemos un poco más- fue hasta el escritorio otra vez, agarró un bolígrafo del lapicero y los post-its- Ven, ayúdame a anotar todo eso. Tu no lo olvidarás, yo si.

Era increíble para mí lo cómoda que estaba, como no pedía permiso para nada. Eso sí me ponía extremadamente nervioso.

De todas, formas, le hice caso y pegamos todos alrededor de las fotos.

-¿Ahora qué?- cuestionó.

-Hay que hacernos preguntas- respondí.

-¿Eh?

Suspiré.

-Cuando lees una novela o una historia de misterio, te haces preguntas- empecé- Por ejemplo "La carta robada" de Edgar Allan Poe, ¿lo has leído?- asintió- Te preguntas: ¿Quién robó la carta? ¿Por qué? ¿Por qué la esconden dónde la escondieron? ¿Por qué el detective engaña al comisario?- completé.

Sarah pareció entender, porque volvió a asentir reiteradas veces con la cabeza cuando terminé.

-O sea: ¿quién robo el maletín? ¿Por qué?

Se me acaba la paciencia.

-No- respondí lo más tranquilo que pude- ¿Qué hay en el maletín? ¿Por qué es tan importante para Mario? ¿Por qué Ralph lo robaría? ¿Cuál era su relación? ¿Por qué estaría en el bosque de Denton Hill?

Eso salió casi sin pensarlo, y me di cuenta, que no eran preguntas tan malas para empezar.

-¿Qué otras personas podrían robarlo? ¿Quiénes tienen acceso sin forzar nada a la oficina?- siguió Sarah.

La miré confundido.

-¿No crees que Ralph lo haya hecho?

-No creo que debamos cerrarnos a la posibilidad- se encogió de hombros y admito que tenía razón- Hay una forma de responder estas preguntas- soltó después de unos segundos. La miré expectante- Hacerle una visita a Mario.

Solté una risa, pero ella no se rió ¿Hablaba en serio?

-¿Qué?

-¿Por qué no?- dijo insistente- Nadie dijo que no podíamos hablar con él. Podemos ir mañana.

Necesito que baje la velocidad unos cien kilómetros.

-Estás loca- solté- No podemos ir sin plan, sin una excusa, sin...

-¡Le haremos preguntas, Oliver Twist!- exclamó interrumpiéndome, volviendo a usar ese apodo tan ridículo- No vamos a pedirle su alma.

-Es arriesgado, no lo estamos pensando bien- negué con la cabeza.

Puso ambas manos en mis hombros y me tensé. Se sintió raro, muy raro, incómodo.

-Hay que actuar, no pensar.

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