Capítulo 1

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Me bajé de mi Volvo 850, puse la alarma y caminé a paso rápido por la vereda. Para ser honesto, no me gustaba demasiado el auto, pero no podía quejarme, era de mi papá y cuando compró uno nuevo, me lo regaló. Era de un color negro, discreto y tenía un motor más rápido que el de una Ferrari.

Lo había leído en un artículo hacía unos años y yo no olvido nada. Tengo una memoria edética, no olvido nada que haya leído, visto o escuchado. Obviamente, me ayuda a memorizar cosas y me va a bien en la escuela por ello, pero, a veces es increíblemente molesto recordarlo todo.

Tengo este... "don", como me han dicho varias veces, desde los once. Mis padres, no entendían como un niño de cuatro años, podía memorizar carteles de la calle a la perfección, los diálogos de todas las caricaturas y contar hasta el cien. Después de años de ver doctores como si estuviera enfermo, un psicólogo finalmente le dio un nombre a mi rareza.

Hoy en día, vivo con esto, me gusta de vez en cuando. Mientras menos personas los sepan, igual para mí es mejor. No necesito otra razon para que se burlen de mí.

Tanteé los bolsillos del pantalón y mi camisa, cada vez más desesperado, al no encontrar lo que buscaba.

Mierda, memoria edética y olvido comprar goma de mascar cuando más la necesito.

Exacto, así no es como funciona.

Mascar goma, es como una forma de masticar la ansiedad para que no me moleste, así lo veo yo y... justamente hoy estoy más nervioso que nunca.

Vi el reloj en mi muñeca, tenía tiempo, no demasiado... suficiente, podríamos decir.

Caminé unas cuadras, hasta que encontré un almacén. Abrí la puerta, haciendo sonar una campanilla y entré. Era un lugar bastante grande, con varias heladeras al fondo, llenas de sodas y alcohol, góndolas con papas fritas, galletas y... no es importante. La goma de mascar.

En la caja había un chico, quizás un poco más grande que yo, con un gorro de béisbol y mirando su teléfono. Me alejé un poco viendo las golosinas a un lado y busqué entre todas.

Sonreí, al ver una sola tira de menta en una caja. La agarré y, casi tan pronto como lo hice, alguien me la arrebató.

-Gracias- una chica castaña, casi de mi misma altura y con una camisa a cuadros atada en la cintura.

Sonreía de oreja a oreja. Noté que tenía una patineta debajo del brazo derecho y un smoothie, que por lo que olía, era de cereza.

Se alejó de mí con mi goma de mascar, fue hasta la caja, dejó efectivo en el mostrador y salió por la puerta con rapidez, poniendo su patineta en el piso y yéndose completamente. Con mi goma de mascar.

Estaba demasiado confundido como para reaccionar ¿A quién en su sano juicio se le ocurre hacer lo que acababa de hacer esa chica?

Salí del almacén demasiado indignado y hasta más nervioso que antes.

Antes de darme cuenta, llegué a mi destino. Un edificio completamente hecho de vidrio, con una gran araña de cristal en la entrada.

Saqué mi teléfono, para mostrarles en recepción mi invitación, me la escanearon y me dieron indicaciones para ir a un auditorio.

Estaba esperando este momento hacía meses. Cuando me aceptaron, literalmente me caí de lo silla, y me comía por dentro no poder decirle a nadie lo genial que era esto. Iba a ser un maldito espía. Bueno... quizás no para tanto, pero me iban a asignar una misión, una real.

Le habían robado a Mario L'eruie un maletín muy importante para él, que supuestamente, comprometería su licorería, y había un reclutamiento de jóvenes para poder encontrar al prófugo ladrón y el maletín.

Muy complejo para chicos de 17 años, tal vez. Pero así, solo tienen que pagarle a dos personas, se aseguran de que las personas que lo buscan son inteligentes y ¿a quién no le parece cool creerse un espía? Los ganadores, los que averigüen todo, ganan cincuenta mil dólares.

Entré al auditorio, encontrándome con un montón de personas buscando su asiento en diferentes escritorios de a dos y, me di cuenta que sobre ellos, había un cartel con nombres.

Encontré el mío segundos después, casi al principio de todo y leí el de al lado mientras me sentaba.

Sarah Golden.

Empecé a morder mis uñas a falta de la goma de mascar. No hablo con chicas, solo tres: mi mamá, mi abuela y mi mejor amiga. Me ponen nervioso.

Pero, confié en el proceso. Las parejas las elegía un algoritmo, dependiendo a un formulario bastante extenso que nos hicieron llenar. Si estoy con ella, es porque será fácil, es porque congeniamos en algún sentido.

Una tira de goma de mascar ya abierta y con una menos, cayó en mi mesa y me volteé a mirar extremadamente confundido a mi costado.

-Para que no te comas a ti mismo- habló la chica, la roba goma de mascar- Se la robé a un idiota en el almacén- sonrió con sarcasmo, sabiendo que claramente era yo.

Se sentó a mi lado y yo solo me quedé en shock. Completamente en shock.

Sarah Golden es la roba goma de mascar. Sarah Golden es mi compañera en una misión.

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