Sarah me hizo estacionar a unas cuadras del edificio de Rosè L'amour y me reiteró muchísimas veces, que ella tenía todo controlado. Honestamente, eso me puso más intranquilo, no sé que significa eso.
En el camino a pie hasta allá, me agarré un chicle y me lo puse en la boca. Ya sentía el corazón luchando con salir de mi pecho y completamente imperativo.
Ni siquiera sé como interrogar a alguien, Dios.
Llegamos finalmente a la puerta del gran complejo, hecho casi todo de unos vidrios rosados, pero transparentes. Sarah abrió la puerta, dejándome pasar y vi una gran araña de cristal dorada en el techo y piso estilo mármol en blanco y rosa.
Había una chica en la recepción en un escrito, a la cual ella se acercó.
-Hola, ¿Mario L'eruie?- preguntó con normalidad.
-Quinto piso- contestó.
Sarah fue hasta el ascensor dorado y ambos nos mentimos. Apretó el botón con el 5 y llegamos rápidamente. Las puertas se abrieron y ella caminó hasta otro escritorio.
-Sígueme la corriente- me susurró antes de llegar- ¡Hola!- habló con entusiasmo, yo solo sonreí sin entender.
El chico en el escritorio, levantó la vista.
-Si tienen una cita, nombres. Si no tienen, váyanse- dijo con mal humor.
-Holland Salvatore y Brighton Watherberry- dijo e intenté ocultar lo aterrado que estaba.
El chico chequeó algo en la computadora y volvió a levantar la cabeza. Ok, llama a seguridad.
-Siéntense por allá, el Señor L'eruie los atenderá enseguida- nos señaló unos asientos con amabilidad y siguió con lo suyo.
¿Qué?
Sarah le sonrió y ambos fuimos hasta donde nos señalaron.
-¿Qué fue eso?- le pregunté susurrando.
-Te dije que podía hackear cualquier cosa con una dirección IP- me contestó- El calendario de Mario está con su email, así que, fue aún más fácil. Nos anoté- explicó.
-¿Quiénes son esas personas?- quise saber.
-La chica es un personaje de un libro y Brighton murió hace sesenta años en un incendio- respondió- No iba a poner nuestro nombres reales, no soy estúpida. Pueden rastrearnos.
Preferí no seguir preguntando más nada, porque no necesitaba sentirme peor y más nervioso de lo que ya me sentía.
Unos minutos después (que parecieron horas), el chico del escritorio no hizo una seña para que pasemos a la oficina de Mario.
La primera en pararse, obvio, fue Sarah y abrió la puerta con simpleza. Le seguí yo y cerré, con ganas de ya querer salir.
La oficina era grande, quizás demasiado. Tenía un mueble gris con una cafetera y varias tazas del mismo color y, obviamente, varias botellas de su marca. Un estante con libros y carpetas también en colores neutros. Dos sillas frente a un escritorio de madera lleno de papeles, lapiceros, una pequeña luz y algunas fotos. Deberás de el, había otra silla mucho mejor que las otras dos, mirando hacia la ventana.
Justamente esta, se dio vuelta, dejándonos ver a Mario L'eruie. Rubio, ojos claros, perfectas facciones y en un traje.
Sonrió.
-¿Hola?- dudó, pero aún simpático- ¿Puedo ayudarlos...- nos investigó un poco más con la mirada y tragué con dificultad- chicos?
-Hola- habló Sarah- Seremos honestos...- empezó. Estamos perdidos- Somos de la compañía de espías que está investigando su caso y necesitamos más información para poder seguir, ¿podemos hacerle algunas preguntas?
Mario se entrelazó las manos sobre el escritorio y parpadeó varias veces algo sorprendido, quizás.
-¿Lo de mi maletín?- preguntó y asentimos los dos- Bueno... si, por supuesto. Siéntense- nos señaló las sillas y lo hicimos. Yo, estaba bastante sorprendido, estaba saliendo todo bien- No puedo ofrecerles mi licor, me imagino, ¿quieren algo más?- negamos- Ok... pregúntenme lo que quieran.
-¿Qué hay en el maletín?- soltó Sarah con seriedad.
Mario soltó una risa, pero ninguno de los dos se rió.
-Lo siento, en serio quiero ayudarlos, porque también, sé que es para mí. Pero, no puedo decirles eso- respondió- No es tanto por mí, tengo mucha gente a cargo y es algo muy confidencial de la empresa. Violaría muchas reglas- explicó con pesar.
-¿Por qué Ralph Jenkins lo querría?- me adelanté a preguntar yo, antes de que Sarah lo isultara o algo peor- Sabemos que es el principal sospechoso.
Me estaba sintiendo un poco más tranquilo, creo y presentía que llegaríamos algo.
Su expresión cambió a una un poco más sombría.
-Jenkins es un bueno para nada- respondió- Es vicioso y vengativo. Le di todo y él nunca me respondió bien- se acomodó en la silla, completamente, poniendo la espalda en el respaldo- Él quería lo que estaba adentro de ese maletín, siempre lo quiso.
-¿Por qué?- insistí.
-Porque le da poder sobre mí... sobre la compañía- contestó- Eso es lo único que le importa... poder, dinero...
-¿Quién más tiene acceso directo hasta la caja fuerte sin forzar ninguna entrada?- interrumpió Sarah- Entiendo que esté seguro que sea Ralph, pero no nos queremos cerrar en una opción- siguió.
Pensó varios segundos y se encogió de hombros.
-Honestamente, solo yo- contestó- Pero, algo que puedo decirles, es que mis llaves estuvieron perdidas unas horas, días antes de todo esto. Cualquiera pudo habérmelas sacado para hacer copias- agregó- Pero, fue justo el día que hablé con Ralph.
-¿No hablaban seguido?- pregunté- ¿Qué relación tenían?
-No, no mucho- dijo- Solo en algunas reuniones. Estaba a cargo de una parte del depósito.
-¿Por qué vino a hablar con usted ese día?- habló Sarah, aún más intrigada y, admito que yo también.
-Se quejaba de las condiciones de trabajo- aclaró- Y no me malentiendan, tomo muy en serio esas cosas, pero nunca he recibido quejas- siguió- No solo eso, no estaba de acuerdo con la distribución y fórmula que usamos- agregó- Necesitaba entender que él, no estaba a cargo de eso y... aparentemente, no le importó.
ESTÁS LEYENDO
Mastermind 💻
Боевик¿Y si te digo que nada fue un accidente? Oliver, un chico tímido, pero increíblemente inteligente, siempre que lee una novela de misterio sabe perfectamente quien es el culpable después de la página 6, muy responsable y amable. Se le dan muy bien es...