Capítulo 9

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Sarah me hizo estacionar a unas cuadras del edificio de Rosè L'amour y me reiteró muchísimas veces, que ella tenía todo controlado. Honestamente, eso me puso más intranquilo, no sé que significa eso.

En el camino a pie hasta allá, me agarré un chicle y me lo puse en la boca. Ya sentía el corazón luchando con salir de mi pecho y completamente imperativo.

Ni siquiera sé como interrogar a alguien, Dios.

Llegamos finalmente a la puerta del gran complejo, hecho casi todo de unos vidrios rosados, pero transparentes. Sarah abrió la puerta, dejándome pasar y vi una gran araña de cristal dorada en el techo y piso estilo mármol en blanco y rosa.

Había una chica en la recepción en un escrito, a la cual ella se acercó.

-Hola, ¿Mario L'eruie?- preguntó con normalidad.

-Quinto piso- contestó.

Sarah fue hasta el ascensor dorado y ambos nos mentimos. Apretó el botón con el 5 y llegamos rápidamente. Las puertas se abrieron y ella caminó hasta otro escritorio.

-Sígueme la corriente- me susurró antes de llegar- ¡Hola!- habló con entusiasmo, yo solo sonreí sin entender.

El chico en el escritorio, levantó la vista.

-Si tienen una cita, nombres. Si no tienen, váyanse- dijo con mal humor.

-Holland Salvatore y Brighton Watherberry- dijo e intenté ocultar lo aterrado que estaba.

El chico chequeó algo en la computadora y volvió a levantar la cabeza. Ok, llama a seguridad.

-Siéntense por allá, el Señor L'eruie los atenderá enseguida- nos señaló unos asientos con amabilidad y siguió con lo suyo.

¿Qué?

Sarah le sonrió y ambos fuimos hasta donde nos señalaron.

-¿Qué fue eso?- le pregunté susurrando.

-Te dije que podía hackear cualquier cosa con una dirección IP- me contestó- El calendario de Mario está con su email, así que, fue aún más fácil. Nos anoté- explicó.

-¿Quiénes son esas personas?- quise saber.

-La chica es un personaje de un libro y Brighton murió hace sesenta años en un incendio- respondió- No iba a poner nuestro nombres reales, no soy estúpida. Pueden rastrearnos.

Preferí no seguir preguntando más nada, porque no necesitaba sentirme peor y más nervioso de lo que ya me sentía.

Unos minutos después (que parecieron horas), el chico del escritorio no hizo una seña para que pasemos a la oficina de Mario.

La primera en pararse, obvio, fue Sarah y abrió la puerta con simpleza. Le seguí yo y cerré, con ganas de ya querer salir.

La oficina era grande, quizás demasiado. Tenía un mueble gris con una cafetera y varias tazas del mismo color y, obviamente, varias botellas de su marca. Un estante con libros y carpetas también en colores neutros. Dos sillas frente a un escritorio de madera lleno de papeles, lapiceros, una pequeña luz y algunas fotos. Deberás de el, había otra silla mucho mejor que las otras dos, mirando hacia la ventana.

Justamente esta, se dio vuelta, dejándonos ver a Mario L'eruie. Rubio, ojos claros, perfectas facciones y en un traje.

Sonrió.

-¿Hola?- dudó, pero aún simpático- ¿Puedo ayudarlos...- nos investigó un poco más con la mirada y tragué con dificultad- chicos?

-Hola- habló Sarah- Seremos honestos...- empezó. Estamos perdidos- Somos de la compañía de espías que está investigando su caso y necesitamos más información para poder seguir, ¿podemos hacerle algunas preguntas?

Mario se entrelazó las manos sobre el escritorio y parpadeó varias veces algo sorprendido, quizás.

-¿Lo de mi maletín?- preguntó y asentimos los dos- Bueno... si, por supuesto. Siéntense- nos señaló las sillas y lo hicimos. Yo, estaba bastante sorprendido, estaba saliendo todo bien- No puedo ofrecerles mi licor, me imagino, ¿quieren algo más?- negamos- Ok... pregúntenme lo que quieran.

-¿Qué hay en el maletín?- soltó Sarah con seriedad.

Mario soltó una risa, pero ninguno de los dos se rió.

-Lo siento, en serio quiero ayudarlos, porque también, sé que es para mí. Pero, no puedo decirles eso- respondió- No es tanto por mí, tengo mucha gente a cargo y es algo muy confidencial de la empresa. Violaría muchas reglas- explicó con pesar.

-¿Por qué Ralph Jenkins lo querría?- me adelanté a preguntar yo, antes de que Sarah lo isultara o algo peor- Sabemos que es el principal sospechoso.

Me estaba sintiendo un poco más tranquilo, creo y presentía que llegaríamos algo.

Su expresión cambió a una un poco más sombría.

-Jenkins es un bueno para nada- respondió- Es vicioso y vengativo. Le di todo y él nunca me respondió bien- se acomodó en la silla, completamente, poniendo la espalda en el respaldo- Él quería lo que estaba adentro de ese maletín, siempre lo quiso.

-¿Por qué?- insistí.

-Porque le da poder sobre mí... sobre la compañía- contestó- Eso es lo único que le importa... poder, dinero...

-¿Quién más tiene acceso directo hasta la caja fuerte sin forzar ninguna entrada?- interrumpió Sarah- Entiendo que esté seguro que sea Ralph, pero no nos queremos cerrar en una opción- siguió.

Pensó varios segundos y se encogió de hombros.

-Honestamente, solo yo- contestó- Pero, algo que puedo decirles, es que mis llaves estuvieron perdidas unas horas, días antes de todo esto. Cualquiera pudo habérmelas sacado para hacer copias- agregó- Pero, fue justo el día que hablé con Ralph.

-¿No hablaban seguido?- pregunté- ¿Qué relación tenían?

-No, no mucho- dijo- Solo en algunas reuniones. Estaba a cargo de una parte del depósito.

-¿Por qué vino a hablar con usted ese día?- habló Sarah, aún más intrigada y, admito que yo también.

-Se quejaba de las condiciones de trabajo- aclaró- Y no me malentiendan, tomo muy en serio esas cosas, pero nunca he recibido quejas- siguió- No solo eso, no estaba de acuerdo con la distribución y fórmula que usamos- agregó- Necesitaba entender que él, no estaba a cargo de eso y... aparentemente, no le importó.

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