Sarah abrió la puerta y entró directo, prendiendo la luz. Pero, yo me quedé en el marco unos segundos, mirando todo con atención.
Lo primero que percibí fue olor a cigarrillo. Había también una alfombra, pero en este caso, era verde oscura, con un empapelado de flores amarillo algo despegado en las esquinas. Una cama de dos plazas con sábanas blancas y acolchado negro. Dos mesitas de noche con lámparas, y en solo una de ellas, un teléfono fijo amarillo. Un televisor viejo en un pequeño mueble y, a su lado, un pequeño refrigerador. Dos ventanas sin cortinas y el baño.
Suspiré y cerré la puerta. Sarah estaba agarrando una especie de chip de uno de los bolsillos de su mochila y volví a desesperarme.
-¿Qué vas a hacer?
-Hackear lo más importante- respondió. Empezó a latirme el corazón de nuevo, viendo que fue hasta el refrigerador, metió la mano atrás, puso la computadora en el pie de la cama, la abrió otra vez y se agachó- Y... listo- sonrió, se incorporó y volvió al refrigerador para abrirlo- Hay cerveza, Coca Cola, mini botellas de champagne y chocolates- dijo- ¿Quieres algo?
-No, gracias- me senté en la cama y me apoyé en el respaldo- ¿Qué hiciste?
-Desactivé el sensor que indica cuantas cosas se sacaron de aquí- contestó viniendo hacia mí con una lata de Coca Cola y un chocolate blanco. Puso la computadora en una mesa de noche y se sentó junto a mí. Abrió la barra y comenzó a comerla mientras sentía su mirada sobre mí- ¿Puedo preguntarte algo?
Suspiré. No solo porque la primera chica que estaba en una cama conmigo era ella y en esta situación. Lo que más me sorprendió en realidad, es que no estaba incómodo.
-Presiento que lo harás de todas formas.
-Intento seguir las reglas, Oliver- respondió- Dame un poco de crédito.
-¿Qué?
-¿Por qué eres tan inseguro?- soltó. De todas las preguntas que imaginaba que podría hacerme, esa era la última en la lista.
-¿A qué te refieres?- estaba bastante confundido.
-Te cuesta tomar decisiones, estás nervioso con cada cosa que digo o hago y vives perseguido- siguió- Eso se llama ser inseguro.
Nunca lo había visto así, la verdad. Nunca me había puesto a meditar sobre esas cosas. Tampoco entendía porque ella me lo estaba planteando.
-No le caes bien a niños de ocho años cuando te sabes la tabla periódica con su número atómico de memoria. Aunque creas que eres cool y que los impresionarás- era un recuerdo que lo tenía más presente de lo que debería- Es mucho peor, cuando no sabes que eso no es normal y todos te miran como si no lo fueras.
¿Por qué le estoy diciendo esto a ella? Supongo que es cierto eso de que estás más cómodo hablando con extraños.
-No es divertido, que lo único que recuerden todos de mí, sea un disfraz de Spok en Halloween a los 13 años- seguí- No es divertido, que cada vez que pases por un grupo de chicas, se rían de ti por lo bajo- me pase las manos por los ojos para evitar que saliera agua- Me acostumbré a que me trataran así- agregué y la miré finalmente- ¿Por qué no sería inseguro?
Ella me veía ¿conmovida?
-Wow- soltó- La gente es una mierda- aseguró y solté una risa- No, en serio. Oliver, eres muy inteligente, no te dejes guiar por esas personas- siguió- Sin ti, probablemente aún estaría pensnado como empezar este caso. Eres indispensable- aseguró muy seria como para ser una broma- Todo se acomodará a su debido tiempo.
-Gracias- no sabía que responderle, jamás creí que ella tuviera algo dentro para ser así de amable y comprensiva. Ni me di cuenta que estaba sonriendo- ¿Tu por qué tienes tanta confianza?
-Bueno...- empezó y se escuchó el ruido de una puerta al lado.
Intercambiamos una mirada de atención y ambos, casi al instante, apoyamos la oreja en la pared que compartíamos con la habitación 226.
-Noah vendrá en pocos minutos- Mario, era Mario. No se escuchaba perfecto, pero podía distinguirlo a él y sus palabras- Necesito que toques las puertas más cercas, para asegurarnos que no haya nadie que nos importe o quiera robarnos información- Sarah y yo abrimos los ojos aterrados- En especial... busca a un chico y una chica de unos, quizás, 16 años. Vinieron a mi oficina el otro día.
Mierda, mierda, mierda. Estamos muertos.
-Si, señor- otro hombre habló y escuchamos otra vez la puerta.
-¿Qué hacemos?- susurré.
Sarah mordió su labio inferior un segundo y se paró en la cama.
-Levántate y sígueme la corriente- me dijo en voz baja.
No entendí cual era su plan, pero lo hice.
Tocaron la puerta. Dios.
Sarah empezó a saltar en la cama con fuerza y me hizo una seña para que haga lo mismo. La seguí, entendiendo cada vez menos.
-¡AH! ¡SI ASÍ!- gritó... más bien... ¿gimió?- ¡MÁS! ¡MÁS!
-¿Qué estás haciendo?- pregunté de la misma manera que antes, ahora si, demasiado incómodo, pero sin parar de saltar.
-Haz sonidos sexuales, así no entrarán- respondió entre dientes- ¡AH! ¡MÁS DURO!
-¡¿Ah?!- salió más como una duda y Sarah me miró muy mal. Me dio un golpe fuerte en el brazo- ¡Agh!- me dolió y ella me mostró ambos pulgares arriba, indicando que ese sonido estaba mejor- ¡¿Quieres jugar así?!- pregunté.
-¡Oh si, quiero jugar así!- siguió gimiendo y ya la situación pasó hasta ser graciosa. Hice que se tropezara en el salto y cayó acostada en la cama- ¡OH!- fue igual que mi último grito.
Sonreí y paré de saltar muy agitado.
-Te va a doler mañana.
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Mastermind 💻
Action¿Y si te digo que nada fue un accidente? Oliver, un chico tímido, pero increíblemente inteligente, siempre que lee una novela de misterio sabe perfectamente quien es el culpable después de la página 6, muy responsable y amable. Se le dan muy bien es...