Capítulo 18

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Sarah abrió la puerta y entró directo, prendiendo la luz. Pero, yo me quedé en el marco unos segundos, mirando todo con atención.

Lo primero que percibí fue olor a cigarrillo. Había también una alfombra, pero en este caso, era verde oscura, con un empapelado de flores amarillo algo despegado en las esquinas. Una cama de dos plazas con sábanas blancas y acolchado negro. Dos mesitas de noche con lámparas, y en solo una de ellas, un teléfono fijo amarillo. Un televisor viejo en un pequeño mueble y, a su lado, un pequeño refrigerador. Dos ventanas sin cortinas y el baño.

Suspiré y cerré la puerta. Sarah estaba agarrando una especie de chip de uno de los bolsillos de su mochila y volví a desesperarme.

-¿Qué vas a hacer?

-Hackear lo más importante- respondió. Empezó a latirme el corazón de nuevo, viendo que fue hasta el refrigerador, metió la mano atrás, puso la computadora en el pie de la cama, la abrió otra vez y se agachó- Y... listo- sonrió, se incorporó y volvió al refrigerador para abrirlo- Hay cerveza, Coca Cola, mini botellas de champagne y chocolates- dijo- ¿Quieres algo?

-No, gracias- me senté en la cama y me apoyé en el respaldo- ¿Qué hiciste?

-Desactivé el sensor que indica cuantas cosas se sacaron de aquí- contestó viniendo hacia mí con una lata de Coca Cola y un chocolate blanco. Puso la computadora en una mesa de noche y se sentó junto a mí. Abrió la barra y comenzó a comerla mientras sentía su mirada sobre mí- ¿Puedo preguntarte algo?

Suspiré. No solo porque la primera chica que estaba en una cama conmigo era ella y en esta situación. Lo que más me sorprendió en realidad, es que no estaba incómodo.

-Presiento que lo harás de todas formas.

-Intento seguir las reglas, Oliver- respondió- Dame un poco de crédito.

-¿Qué?

-¿Por qué eres tan inseguro?- soltó. De todas las preguntas que imaginaba que podría hacerme, esa era la última en la lista.

-¿A qué te refieres?- estaba bastante confundido.

-Te cuesta tomar decisiones, estás nervioso con cada cosa que digo o hago y vives perseguido- siguió- Eso se llama ser inseguro.

Nunca lo había visto así, la verdad. Nunca me había puesto a meditar sobre esas cosas. Tampoco entendía porque ella me lo estaba planteando.

-No le caes bien a niños de ocho años cuando te sabes la tabla periódica con su número atómico de memoria. Aunque creas que eres cool y que los impresionarás- era un recuerdo que lo tenía más presente de lo que debería- Es mucho peor, cuando no sabes que eso no es normal y todos te miran como si no lo fueras.

¿Por qué le estoy diciendo esto a ella? Supongo que es cierto eso de que estás más cómodo hablando con extraños.

-No es divertido, que lo único que recuerden todos de mí, sea un disfraz de Spok en Halloween a los 13 años- seguí- No es divertido, que cada vez que pases por un grupo de chicas, se rían de ti por lo bajo- me pase las manos por los ojos para evitar que saliera agua- Me acostumbré a que me trataran así- agregué y la miré finalmente- ¿Por qué no sería inseguro?

Ella me veía ¿conmovida?

-Wow- soltó- La gente es una mierda- aseguró y solté una risa- No, en serio. Oliver, eres muy inteligente, no te dejes guiar por esas personas- siguió- Sin ti, probablemente aún estaría pensnado como empezar este caso. Eres indispensable- aseguró muy seria como para ser una broma- Todo se acomodará a su debido tiempo.

-Gracias- no sabía que responderle, jamás creí que ella tuviera algo dentro para ser así de amable y comprensiva. Ni me di cuenta que estaba sonriendo- ¿Tu por qué tienes tanta confianza?

-Bueno...- empezó y se escuchó el ruido de una puerta al lado.

Intercambiamos una mirada de atención y ambos, casi al instante, apoyamos la oreja en la pared que compartíamos con la habitación 226.

-Noah vendrá en pocos minutos- Mario, era Mario. No se escuchaba perfecto, pero podía distinguirlo a él y sus palabras- Necesito que toques las puertas más cercas, para asegurarnos que no haya nadie que nos importe o quiera robarnos información- Sarah y yo abrimos los ojos aterrados- En especial... busca a un chico y una chica de unos, quizás, 16 años. Vinieron a mi oficina el otro día.

Mierda, mierda, mierda. Estamos muertos.

-Si, señor- otro hombre habló y escuchamos otra vez la puerta.

-¿Qué hacemos?- susurré.

Sarah mordió su labio inferior un segundo y se paró en la cama.

-Levántate y sígueme la corriente- me dijo en voz baja.

No entendí cual era su plan, pero lo hice.

Tocaron la puerta. Dios.

Sarah empezó a saltar en la cama con fuerza y me hizo una seña para que haga lo mismo. La seguí, entendiendo cada vez menos.

-¡AH! ¡SI ASÍ!- gritó... más bien... ¿gimió?- ¡MÁS! ¡MÁS!

-¿Qué estás haciendo?- pregunté de la misma manera que antes, ahora si, demasiado incómodo, pero sin parar de saltar.

-Haz sonidos sexuales, así no entrarán- respondió entre dientes- ¡AH! ¡MÁS DURO!

-¡¿Ah?!- salió más como una duda y Sarah me miró muy mal. Me dio un golpe fuerte en el brazo- ¡Agh!- me dolió y ella me mostró ambos pulgares arriba, indicando que ese sonido estaba mejor- ¡¿Quieres jugar así?!- pregunté.

-¡Oh si, quiero jugar así!- siguió gimiendo y ya la situación pasó hasta ser graciosa. Hice que se tropezara en el salto y cayó acostada en la cama- ¡OH!- fue igual que mi último grito.

Sonreí y paré de saltar muy agitado.

-Te va a doler mañana.

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