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—[Pedri]—

Tener a Gavi dormido en mis brazos me llevaba a reflexionar sobre nuestra relación y cómo había evolucionado desde que nos conocimos. Desde el momento en que lo vi por primera vez, supe que mi vida cambiaría para siempre. Su energía, su sonrisa, su determinación en el campo de juego, todo en él me atrajo de inmediato.

Al principio, traté de mantener mi distancia, tal vez por temor a lo que sentía. Pero cuanto más intentaba alejarme, más me encontraba siendo atraído hacia él. Éramos como imanes, siempre encontrando una manera de acercarnos, a pesar de nuestras diferencias.

Y aunque al principio nuestras interacciones eran un poco torpes, pronto encontré una forma de expresar mi cariño hacia él: sacándole sonrisas, haciéndole cosquillas, molestando de alguna manera. Ver su expresión cambiar de molestia a diversión se convirtió en una de mis mayores alegrías.

Pero a medida que nuestra relación crecía, también lo hacía mi preocupación por él. Sabía que tenía sus propios demonios internos, sus momentos de duda y miedo. A veces sentía que no estaba haciendo lo suficiente para apoyarlo, para ser su roca en tiempos difíciles.

—Te amo, sevillano —susurré en su oído, sabiendo que incluso en sueños, esas palabras significarían mucho para él.

Reflexionar sobre nuestra última conversación sobre la Gala del Balón de Oro me hizo darme cuenta de que quizás había estado malinterpretando sus necesidades. Tal vez necesitaba más apoyo del que estaba dispuesto a ofrecer, más comprensión y paciencia de la que mostraba hasta ahora.

Por eso decidí reunir a los que ahora él consideraba su familia. Sabía que necesitaba su apoyo, y además, no puedo negar que me encantaba verlo feliz. Y si estar con ellos significaba su felicidad, entonces haría todo lo posible para asegurarme de que estuviera rodeado de amor y apoyo.

—🌱—

Despertar a Pablo no era tarea fácil. A menudo, se aferraba a las sábanas como si fueran su última línea de defensa contra el mundo exterior. Pero cuando vi el reloj marcando las 7:50 a.m., supe que no podía esperar más.

Aunque aún teníamos una hora antes de tener que salir, conocía demasiado bien su tendencia a querer tomarse su tiempo, especialmente si significaba disfrutar de un desayuno tranquilo juntos.

—Pablo, cariño, vamos, arriba —llamé con tono decidido, tratando de inyectar un poco de energía en su sueño profundo.

No hubo respuesta de inmediato, solo un ligero murmullo de protesta mientras se removía entre las sábanas. Pero no me rendí fácilmente.

—Vamos, amor, tenemos un gran día por delante. Y ya sabes lo mucho que te gusta el desayuno, te llevaré a un lugar cerca Pyramide du Louvre que tanto te gusta —insistí, esperando que la promesa que un paseo y una deliciosa comida fuera suficiente para tentarlo a salir de la cama.

Después de unos minutos de persuasión y un poco de tirón suave en las sábanas, finalmente logré que se levantara, aunque con bastante renuencia. A veces, enfrentar el día era la primera batalla que debíamos librar juntos.

—Hola– murmuró con voz de recién despierto, aferrándose a mis hombros.

Su respuesta fue suave y casi inaudible, como si aún estuviera atrapado entre el sueño y la vigilia. Sentí su abrazo alrededor de mis hombros, un gesto que me reconfortó de inmediato.

—Hola, dormilón —respondí con una sonrisa, devolviendo su abrazo con ternura. A pesar de su somnolencia, su cercanía siempre me hacía sentir cálido y protegido.

Tomé su mano y la apreté suavemente, transmitiéndole mi afecto y mi determinación para enfrentar lo que nos quedaba de tiempo juntos.

Después de ese suave intercambio, Pablo finalmente se levantó de la cama, aunque aún un poco adormilado. Mientras él se dirigía al baño para asearse, me quedé en la habitación preparando nuestra ropa para el día, le dejé mi sudadera del Madrid bien escondida para que no se diera cuenta.

El sonido del agua corriendo en la ducha resonaba en la habitación, recordándome que el tiempo seguía avanzando y que teníamos que estar listos pronto. Aproveché esos momentos de tranquilidad para reflexionar sobre la relación que había construido con Pablo desde que nos conocimos.

Desde el momento en que nuestros caminos se cruzaron, supe que había algo especial en él. Su sonrisa sincera, su pasión por la vida y su bondad innata me cautivaron de inmediato. A pesar de nuestras diferencias y desafíos, siempre encontrábamos una manera de apoyarnos mutuamente y de enfrentar juntos cualquier obstáculo que se nos presentara.

Deje de conocer a ese Gavi que siempre estaba molesto o era muy picado con todos, conocí a el verdadero Pablo. El niño que tenía un corazón puro pero muy lastimado a su vez, el que entregaba todo de si en cada cosa que se proponía.

Cuando Pablo salió del baño, lo encontré con una sonrisa en el rostro, el cabezota está bueno y el lo sabia. Se vistió delante mía y cuando estuvo listo hablé

—Listo para desayunar, amor —anuncié con entusiasmo, extendiendo mi mano hacia él para tomarla en la mía.

—Siempre contigo, mi vida —respondió Pablo con una sonrisa radiante, tomando mi mano con ternura. Beso su mano y la apretó un poco más.

Nos encaminamos al auto, bajando por el ascensor, me había encargado de que mi sudadera cubriese bien la carita de mi novio para que los medios no lo molesten. Le abrí la puerta del coche y salimos del hotel.

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Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora