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-[Pedri]-

Habían pasado unas semanas desde aquella noche en casa de Gavi, donde habíamos disfrutado de una película y unas pizzas. Mi vida seguía el curso habitual, entre entrenamientos, partidos y esos pequeños momentos robados con él. Pero todo cambió de repente durante un partido de liga contra el Atlético. Fue una jugada desafortunada, un mal giro, y sentí un dolor agudo en la pierna. Sabía que algo no estaba bien.

El diagnóstico fue contundente: una lesión que me mantendría fuera de los terrenos de juego durante tres meses. Las primeras semanas fueron especialmente duras. Estaba acostumbrado a la actividad constante, a la adrenalina de los partidos, y de repente me encontraba confinado a una rutina de rehabilitación y cuidados médicos.

La noticia de mi lesión coincidió con la llegada de Jude Bellingham al Real Madrid. Era un fichaje esperado, un jugador joven con un talento increíble. Me emocionaba la idea de jugar junto a él, pero también sentía una leve punzada de celos al pensar en todo lo que me perdería durante esos tres meses.

Las primeras veces que vi a Jude fueron en la Ciudad Deportiva. Era difícil no admirar su energía y entusiasmo. Desde el primer día, mostró una actitud profesional y amigable. Durante los entrenamientos, aunque yo no participaba activamente, me gustaba observar cómo se desenvolvía en el campo.

Un día, mientras estaba en la sala de fisioterapia, Jude se acercó a mí.

—Hola, Pedri. ¿Cómo vas con la recuperación? —preguntó con una sonrisa genuina. Me sorprendió su buen nivel de español al hablarme con tanta naturalidad.

—Ahí voy, paso a paso. Es frustrante estar fuera, pero supongo que forma parte del juego —respondí, tratando de mantener una actitud positiva.

—Lo imagino. Si necesitas algo, cuenta conmigo. Sé que es difícil adaptarse al principio, pero estoy aquí para lo que necesites —dijo, ofreciéndome su apoyo.

Agradecí su actitud y, poco a poco, empezamos a forjar una amistad. Era un alivio tener a alguien nuevo con quien hablar y compartir experiencias, especialmente durante esos días en los que la frustración y la impaciencia se apoderaban de mí.

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Las visitas de Gavi eran lo que más me alegraba. Siempre encontraba tiempo para venir a verme, ya fuera después de sus entrenamientos o en sus días libres. Su apoyo incondicional y su compañía eran fundamentales para mantener mi ánimo alto.

—¿Cómo estás, mi amor? —preguntaba Gavi cada vez que llegaba, con esa sonrisa que siempre lograba levantarme el ánimo.

—Mejor, ahora que estás aquí. —respondía sinceramente, sintiendo cómo su presencia aliviaba mis preocupaciones.

Un día, mientras estábamos en casa viendo un partido por la televisión, le comenté sobre Jude.

—Es un buen tipo, sabes. Me ha ayudado mucho estos días. Creo que haremos un buen equipo cuando vuelva —dije, tratando de imaginar el futuro.

—Eso suena genial, Pedri. Me alegra que tengas a alguien así en el equipo. Pero recuerda que yo siempre estaré aquí para ti, en los buenos y malos momentos —respondió Gavi, apretando mi mano.

Nuestra relación se fortalecía con cada desafío que enfrentábamos. Sabía que, aunque la distancia y nuestras respectivas responsabilidades nos separaran a veces, siempre podíamos contar el uno con el otro.

Los días pasaron y mi recuperación avanzaba lentamente. Jude seguía brillando en el campo y nuestra amistad se consolidaba. Era un apoyo importante, alguien con quien podía compartir no solo mis inquietudes futbolísticas, sino también mis sueños y aspiraciones.

Un día, después de una sesión de rehabilitación particularmente intensa, Jude y yo decidimos salir a tomar algo. Fuimos a un café tranquilo, donde podíamos hablar sin ser molestados.

—Sabes, Pedri, siempre he admirado tu forma de jugar. Desde que supe que vendría al Madrid, estaba emocionado por la idea de jugar a tu lado —dijo Jude, con una sinceridad que me conmovió.

—Gracias, Jude. Yo también estoy ansioso por volver al campo y jugar juntos. Sé que haremos grandes cosas —respondí, sintiendo un renovado optimismo.

La conversación se desvió hacia nuestras vidas fuera del fútbol, nuestras familias, nuestros intereses. Fue refrescante conocer a Jude más allá del jugador que todos admiraban.

—🌱—

Cuando regresé a casa esa noche, me sentí más ligero. Las cosas empezaban a encajar nuevamente, y aunque la recuperación era un proceso lento, sabía que tenía un gran equipo a mi lado, tanto en el campo como fuera de él.

Gavi me llamó esa noche, como solía hacer antes de dormir.

—¿Cómo te fue hoy? —preguntó.

—Bien. Fui a tomar algo con Jude y hablamos mucho. Es un buen tipo. Creo que encajará bien en el equipo —respondí, sintiendo una calma reconfortante.

—Me alegra escuchar eso. Te extraño, pero sé que estás en buenas manos. Nos veremos pronto, ¿vale? —dijo Gavi, su voz llena de amor y comprensión.

—Te extraño también. Nos veremos pronto, lo prometo —respondí, sintiendo una calidez en el corazón.

Colgué el teléfono y me recosté en la cama, pensando en todo lo que había pasado y lo que estaba por venir. La vida seguía su curso, con sus altos y bajos, pero sabía que con Gavi y amigos como Jude, podía enfrentar cualquier desafío.

La recuperación continuaba, y con ella, mi determinación de volver más fuerte que nunca.

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Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora