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—[Pedri]—

El día había sido largo y agotador. Entrenamientos, reuniones y más entrenamientos. Todo parecía estar en piloto automático, y mi mente no dejaba de divagar, volviendo siempre al mismo punto: Pablo. Sentía una mezcla de orgullo herido y un deseo abrumador de reconciliación, y no sabía cómo manejarlo.

Habían pasado días desde que hablamos de verdad. Nuestros mensajes eran breves y formales, llenos de frases hechas y cortesías que no reflejaban la profundidad de nuestra relación. Me dolía pensar que podíamos estar alejándonos, pero al mismo tiempo, mi orgullo no me dejaba dar el primer paso para arreglar las cosas.

Esa tarde, mientras me dirigía al vestuario después de un entrenamiento particularmente duro, mis pensamientos estaban en un torbellino. Recordaba la última conversación real que tuvimos, antes de que todo se volviera tenso y distante. Pablo había mencionado lo estresado que estaba con los entrenamientos y los problemas en casa. Intenté entenderlo, pero también me sentía ignorado y dejado de lado.

Mientras caminaba hacia el vestuario, vi a Pablo a lo lejos. Mi corazón dio un vuelco, pero me quedé extrañado al ver que no se acercaba a saludarme. Por un momento, me sentí herido, pero luego me di cuenta de que estaba rodeado de prensa y medios. Sabía que teníamos que seguir fingiendo, manteniendo las apariencias. Era una ironía cruel, pensar que teníamos que simular una enemistad cuando lo único que quería era abrazarlo.

Recordé el partido en el Bernabéu, cuando en un momento de emoción me acerqué y lo abracé frente a todo el estadio. Fue un momento espontáneo, lleno de amor y camaradería, pero también uno que podría haber levantado sospechas si no hubiéramos sido tan buenos en fingir odio el uno por el otro. En ese instante, me di cuenta de lo complicado que era mantener esta doble vida, especialmente cuando todo lo que quería era estar con él sin restricciones.

Sentado en el vestuario, con los pies descalzos y el sudor todavía fresco en mi piel, miré mi teléfono. Había un mensaje de Pablo, pero no tenía la fuerza para abrirlo. Sentía que si leía sus palabras, mi resolución de mantenerme firme se desmoronaría. Pero por otro lado, la idea de perderlo era insoportable.

—¡Pedri, te veo pensativo! —dijo Ansu, sentándose a mi lado y dándome un golpe amistoso en el hombro—. ¿Todo bien?

—Sí, solo... cosas en la cabeza, ya sabes —respondí, intentando sonar casual.

Ansu me miró con una mezcla de curiosidad y preocupación. Sabía que podía confiar en él, pero no quería abrumarlo con mis problemas. Sin embargo, la expresión en su rostro me dijo que no se dejaría engañar tan fácilmente.

—Vamos, sabes que puedes hablar conmigo —insistió—. ¿Es Pablo, verdad?

Asentí lentamente, sintiendo que la barrera de mi orgullo se rompía un poco. Ansu era como un hermano para mí, y en ese momento, necesitaba su consejo.

—Sí, es Pablo. Estamos pasando por un momento difícil. Él está tan ocupado con el Mundial y su familia, y yo... me siento ignorado —admití, sintiendo el peso de las palabras al salir de mi boca.

Ansu escuchó en silencio, asintiendo con comprensión. Sabía que él también había pasado por momentos difíciles en su vida personal, y su apoyo significaba mucho para mí.

—Mira, Pedri, las relaciones no siempre son fáciles. Ambos están bajo mucha presión, y eso puede hacer que las cosas se sientan más difíciles de lo que realmente son. Pero si ambos realmente se preocupan el uno por el otro, encontrarán una manera de superar esto —dijo, su voz llena de sinceridad.

—Lo sé, pero a veces siento que soy el único que está tratando —respondí, la frustración evidente en mi voz.

—¿Has intentado hablar con él de verdad? No solo mensajes, sino una conversación cara a cara —preguntó Ansu.

Negué con la cabeza. Sabía que tenía razón, pero el orgullo seguía siendo una barrera. No quería parecer débil o necesitado, aunque en el fondo, eso era exactamente lo que sentía.

—Deberías intentarlo. A veces, una conversación honesta puede hacer maravillas. Y si él te importa tanto como parece, también querrá arreglar las cosas —añadió Ansu, dándome una palmada en la espalda antes de levantarse para continuar con sus propios asuntos.

Me quedé allí, solo, reflexionando sobre sus palabras. Sabía que tenía razón. Tenía que dejar de lado mi orgullo y tratar de arreglar las cosas con Pablo. Pero, ¿cómo? ¿Y si él no estaba dispuesto a escuchar? ¿Y si ya era demasiado tarde?

Decidí que esa noche le llamaría. Necesitaba escuchar su voz, necesitaba sentir que todavía estábamos conectados de alguna manera. Pero cuando finalmente tuve el valor de marcar su número, no hubo respuesta. La llamada fue directamente al buzón de voz, y cada tono que sonaba sin respuesta hacía que mi corazón se hundiera más.

Dejé un mensaje breve, tratando de sonar calmado y comprensivo, aunque por dentro me sentía desesperado.

Mensaje de voz de Pedri:
Se que estabas en entrevistas... Pero cielo solo quería hablar un rato. Llámame cuando puedas, por favor. Te amo.

Colgué y dejé el teléfono a un lado, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Había dado el primer paso, pero ahora todo dependía de él. Me sentía vulnerable, expuesto, pero sabía que era necesario. No podía seguir así, viviendo con la duda y el orgullo.

Esa noche, me costó dormir. Mi mente estaba llena de pensamientos, recuerdos y miedos. ¿Y si no llamaba? ¿Y si esto era el principio del fin? Intenté calmarme, recordando las palabras de Ansu y la profundidad de los sentimientos que compartía con Pablo. Pero el miedo seguía allí, latente, recordándome lo frágil que era todo.

Mientras miraba el techo de mi habitación, me prometí a mí mismo que no dejaría que el orgullo destruyera lo que teníamos. Estaba dispuesto a luchar por nuestra relación, a pesar de los obstáculos. Solo esperaba que Pablo también lo estuviera.

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Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora