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-[Gavi]-

La noche se desvanecía mientras el cansancio y el alcohol pesaban sobre mí. Mis pensamientos eran un torbellino de confusión y angustia. Había estado dando vueltas sobre lo mismo durante horas: ¿qué estaba pasando con mi vida, con Pedri, y por qué siempre terminaban las cosas tan mal cuando quería a alguien?

Decidí que necesitaba hablar con alguien, y aunque mi relación con Aurora no siempre había sido fácil, sabía que ella me entendería. Saqué mi teléfono y la llamé, esperando que no fuera demasiado tarde.

—¿Aurora? —dije cuando contestó—. Necesito hablar contigo.

—Pablo, ¿qué pasa? —respondió, su voz reflejaba preocupación.

—No sé qué hacer. Todo está tan mal con Pedri. Jude no deja de meterse entre nosotros y... —mi voz se quebró—. No quiero perderlo, pero tampoco sé cómo arreglar esto.

Aurora suspiró, tomándose un momento para pensar.

—Pablo, escucha, a veces las cosas no salen como queremos, pero tienes que hablar con Pedri. Ser honesto y decirle cómo te sientes. Si realmente te quiere, encontrará una manera de entenderte.

Sus palabras me dieron una especie de claridad temporal, pero aún había más que necesitaba desahogar.

—Aurora, ¿por qué siempre que quiero a alguien las cosas terminan mal? —pregunté, mi voz reflejando la desesperación interna que sentía—. Siento que cada vez que me importa alguien demasiado, o se van o me ignoran. No sé qué estoy haciendo mal.

Aurora guardó silencio por un momento, y cuando respondió, su voz era suave y comprensiva.

—Pablo, a veces las personas no saben cómo manejar el amor que les damos. Y a veces, nosotros mismos no sabemos cómo manejarlo. No puedes controlarlo todo, pero puedes ser honesto contigo mismo y con los demás. Si alguien se va o te ignora, no siempre es culpa tuya. Todos estamos lidiando con nuestras propias cosas.

Sus palabras resonaron en mí. Tal vez había estado tratando de controlar demasiado, de aferrarme demasiado fuerte.

—Gracias, Aurora. —dije, sintiendo una pequeña chispa de esperanza—. Intentaré hablar con Pedri y ser honesto.

—Eso es todo lo que puedes hacer, Pablo. Solo sé tú mismo. —respondió ella, con un tono tranquilizador.

Agradecí a Aurora y salí a caminar por las calles de Madrid. Conocía el camino al departamento de Pedri de memoria, así que mis pies me llevaron hasta allí casi sin pensar.

Llegué a su puerta y, sin pensarlo demasiado, la abrí con la llave que tenía. El lugar estaba silencioso y oscuro. Me desplomé en el sofá, incapaz de mantenerme en pie, y pronto el agotamiento me venció.

—🌱—

La luz de la mañana me despertó lentamente, junto con el sonido de pasos suaves. Abrí los ojos y vi a Pedri, que me miraba con una mezcla de sorpresa y preocupación.

—Pablo, ¿qué haces aquí? —preguntó, su voz suave.

Me incorporé, sintiendo el peso de la noche anterior en mis huesos.

—No sabía qué más hacer —admití, mi voz quebrada—. Te quiero demasiado, pero estoy hasta el coño de que Jude interfiera entre nosotros. No quiero perderte, pero esto me está matando.

Pedri se sentó a mi lado, su expresión pasando de la preocupación a la negación.

—Jude no está interfiriendo, Pablo. Solo está siendo un buen amigo. —dijo Pedri, su voz llena de defensiva.

Sacudí la cabeza, frustrado.

—No entiendes, Pedri. No es solo amistad. Jude está coqueteando contigo y también conmigo. No puedes no verlo. Está tratando de meterse entre nosotros.

Pedri negó con la cabeza, como si se rehusara a aceptar lo que estaba diciendo.

—No es así, Pablo. Jude solo está siendo amable. No hay nada más.

La frustración se convirtió en ira. Me levanté del sofá, sintiendo la necesidad de moverme para no estallar.

—¿Por qué no puedes ver lo que está pasando? ¡Te lo estoy diciendo porque te quiero y no quiero que esto nos destruya!

Pedri se quedó en silencio, mirándome con una mezcla de confusión y dolor.

—Pablo, estás exagerando. Nada de eso es cierto. Jude es solo un amigo.

Suspiré, sintiendo que el peso de la conversación me aplastaba.

—Mira, si no quieres creerme, está bien. Pero yo sé lo que he visto y lo que he sentido. Y no puedo seguir así. —dije, sintiendo que las lágrimas amenazaban con salir.

Pedri se quedó en silencio, sin saber qué decir. Finalmente, se levantó y se acercó a mí, tomando mi mano.

—Pablo, solo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes. Te quiero. —dijo, su voz quebrada.

Lo miré, sintiendo el amor y el dolor mezclados en mi corazón.

—Yo también te quiero, Pedri. Pero necesitamos ser honestos el uno con el otro. Si no, esto no va a funcionar. —respondí, apretando su mano.

Nos quedamos en silencio por un momento, sintiendo el peso de nuestras palabras. Finalmente, solté su mano y recogí mis cosas.

—Voy a volver al hotel. Necesito pensar. —dije, mi voz aún temblorosa.

Pedri asintió, sin decir nada más. Me dirigí a la puerta, sintiendo que un peso se levantaba de mis hombros mientras salía al aire fresco de la mañana.

—🌱—

De regreso en el hotel, me encontré con Fermín y Ferran. Nos sentamos en el vestíbulo, y les conté lo que había sucedido.

—Pedri no quiere ver lo que está pasando. Está en negación total. —dije, sintiéndome agotado.

Fermín suspiró, poniéndome una mano en el hombro.

—A veces la gente no quiere ver la verdad porque es demasiado dolorosa. Pero tú has hecho lo correcto al ser honesto. —dijo, con un tono tranquilizador.

Ferran asintió, apoyando las palabras de Fermín.

—Pedri eventualmente lo verá, Pablo. Solo dale tiempo. Y mientras tanto, estamos aquí para ti. —añadió.

Agradecí a mis amigos por su apoyo y, aunque el dolor aún estaba presente, sentí un pequeño rayo de esperanza. Sabía que, con el tiempo, las cosas podrían mejorar. Tenía que seguir adelante y ser fuerte, no solo por mí, sino también por Pedri y nuestra relación.

Al final de la conversación, nos dirigimos al avión que nos llevaría de regreso a Barcelona. Durante el vuelo, me quedé en silencio, pensando en todo lo que había pasado y en lo que el futuro podría depararnos. Sabía que la verdad era difícil de enfrentar, pero también sabía que era necesaria para que pudiéramos avanzar.

Me apoyé en el respaldo del asiento y cerré los ojos, dejando que el sonido del avión me arrullara. No pudiendo dormir Fermín mi arrullo dejándome dormir recostado en sus piernas, acariciando mi cabello.

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Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora