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-[Pedri]-

La noche en que Gavi se fue de mi apartamento, sentí una mezcla de frustración y tristeza. Las palabras de Pablo resonaban en mi mente, repitiéndose sin cesar. Su dolor y desesperación eran evidentes, pero yo no podía ver lo que él veía. Para mí, Jude era solo un buen amigo, alguien que había estado a mi lado durante toda mi rehabilitación.

Las palabras de Gavi sobre Jude coqueteando con nosotros me parecían absurdas. Sin embargo, el malestar que sentía no desaparecía. Intenté enfocarme en mi recuperación, en volver al campo, pero mis pensamientos siempre volvían a Pablo y a la conversación que habíamos tenido.

Una tarde, mientras navegaba por las redes sociales, vi una publicación de Fermín. En la foto, Fermín tenía a Gavi abrazado y cargado, con la leyenda "Pronto estarás bien, enano". Sentí una punzada de celos al ver la imagen. Sabía que Fermín y Gavi eran buenos amigos, pero la cercanía que mostraban en esa foto me hizo sentir incómodo. Cerré la aplicación y traté de no pensar demasiado en ello, pero las emociones seguían burbujeando bajo la superficie.

Jude había estado más presente que nunca, acompañándome en mi día a día. Había empezado a ser más obvio en sus gestos y palabras, pero yo seguía sin verlo. Mi mente se negaba a aceptar que sus intenciones podían ser algo más que amistad.

Una tarde, después de una sesión intensa de rehabilitación, Jude me acompañó de vuelta a mi departamento. Estaba agotado y agradecí su compañía. Al entrar, Jude comenzó a curiosear por el lugar. Se detuvo frente a una pared donde tenía enmarcada una camiseta de Gavi, la número 16, junto a una de las mías.

—¿Esta es la primera camiseta que intercambiaste con él? —preguntó Jude, señalando el marco.

Asentí, recordando el momento con una sonrisa nostálgica.

—Sí, es un recuerdo importante para mí. Fue el primer partido en el que realmente conectamos como compañeros de equipo.

Jude observó las camisetas enmarcadas por un momento antes de girarse hacia mí con una expresión pensativa.

—Yo no tengo las camisetas de mis amigos enmarcadas en mi departamento —comentó, su tono era casual, pero había un matiz de sospecha.

Ignoré su comentario, decidiendo que no valía la pena discutir sobre algo que para mí era tan significativo. Me dirigí a la cocina y le ofrecí algo de beber, intentando cambiar de tema.

—¿Qué te parece si estrenamos la mesa de billar? —sugerí, buscando una distracción.

—Me parece perfecto —respondió Jude con una sonrisa.

Decidimos jugar un rato en la mesa de billar, que había comprado hace poco y no había tenido oportunidad de usar. Dejé mi vaso apoyado en uno de los lados y empecé a jugar, aunque era bastante malo. Jude, notando mi falta de habilidad, se acercó por detrás mío para enseñarme cómo tirar. Su mano rozaba la mía con tanta delicadeza que me hizo sentir incómodo, pero lo atribuí a mi falta de práctica.

—Así es como se hace —dijo Jude, su voz suave mientras su mano guiaba la mía en el tiro.

Me aparté ligeramente, intentando mantener la concentración en el juego. Sin embargo, la cercanía de Jude y sus gestos me hacían dudar cada vez más. ¿Era esto lo que Gavi había estado tratando de decirme? ¿Había estado ciego todo este tiempo?

Mientras jugábamos, las palabras de Pablo seguían resonando en mi mente. Me costaba admitirlo, pero empezaba a ver pequeños indicios de que tal vez Jude no era solo un amigo. Sin embargo, todavía me aferraba a la esperanza de que todo fuera un malentendido.

Después de jugar un rato, nos sentamos en el sofá y Jude volvió a sacar el tema de las camisetas.

—Esas camisetas significan mucho para ti, ¿verdad? —preguntó, mirándome con una sonrisa.

—Sí, lo son. Representan un momento importante de mi carrera y mi amistad con Pablo —respondí, tratando de no dejar que mis dudas se reflejaran en mi voz.

Jude asintió, pero su expresión mostraba una mezcla de comprensión y algo más que no pude identificar.

Esa noche, mientras Jude se quedaba en mi departamento, noté que sus miradas se volvían más persistentes, sus comentarios más audaces. Pero seguí ignorando lo obvio, aferrándome a la esperanza de que todo se resolvería por sí solo.

Al día siguiente, mientras me preparaba para otra sesión de rehabilitación, decidí que necesitaba hablar con Gavi, aclarar las cosas y encontrar una manera de superar esto juntos. Pero el miedo a enfrentar la verdad me paralizaba. Así que seguí adelante, tratando de ignorar las señales, esperando que el tiempo curara las heridas y que todo volviera a ser como antes.

En el fondo, sabía que no podía seguir así para siempre.

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Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora