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—[Pedri]—

El día del cumpleaños número 20 de Pablo llegó, y para mí, era más que una simple celebración. Era la oportunidad perfecta para mostrarle cuánto significaba para mí, cuánto había pensado en cada detalle para que se sintiera especial y amado.

Habíamos estado buscando el lugar indicado durante semanas, queriendo encontrar ese sitio que reflejara lo que Pablo es para mí: algo único. Al final, dimos con un pequeño rincón en la costa, un lugar tranquilo, apartado, con vistas al mar. Sabía que le encantaría; el mar siempre había sido un lugar de paz para él.

Desde el amanecer, todo comenzó a moverse. Aurora había llegado unos días antes, con la excusa de pasar tiempo en familia, pero en realidad, estaba ayudándome a organizarlo todo. Estaba tan emocionada como yo. La forma en que se encargaba de los detalles, cómo se aseguraba de que todo fuera perfecto, me hacía sentir agradecido de tenerla cerca. Sabía cuánto significaba esto para su hermanito.

Mientras supervisaba los últimos preparativos, pensé en lo mucho que había cambiado desde que conocí a Pablo. Su forma de ver la vida, su pasión por todo lo que hacía, su capacidad para sacar lo mejor de las personas. Todo eso me había cautivado desde el principio, y ahora, mientras esperaba a que llegara para la celebración, sentía una mezcla de nervios y emoción.

La tarde llegó y con ella, la sorpresa. Al ver su expresión al llegar al lugar, supe que había acertado. El brillo en sus ojos, la sonrisa que no podía ocultar… todo valió la pena. Pasamos la tarde rodeados de nuestros seres queridos, compartiendo risas, recuerdos y promesas para el futuro.

Uno de los momentos más especiales fue cuando nos alejamos un poco del grupo, solo para tener un momento a solas. Nos sentamos en una pequeña terraza con vistas al mar, y mientras el sol se ponía, le entregué un pequeño obsequio que había preparado. No era nada ostentoso, solo algo que sabía que significaría mucho para él.

—Feliz cumpleaños, Martín —le dije, usando su segundo nombre, algo que solo hacía en momentos muy íntimos.

—Gracias, Pedri —respondió, con esa sonrisa que siempre lograba desarmarme.

Nos quedamos allí, disfrutando del silencio, de la compañía del otro, y del amor que compartíamos. Sabía que este cumpleaños sería uno que recordaríamos siempre, no solo por lo que habíamos hecho, sino por lo que significaba para nosotros: el comienzo de una nueva etapa, un paso más en nuestro camino juntos.

Mientras la noche avanzaba y las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo, supe que todo estaba bien. Todo lo que habíamos pasado, todas las dificultades, valían la pena por momentos como este. Y aunque el futuro siempre sería incierto, tenía la certeza de que, con él a mi lado, podíamos enfrentar cualquier cosa.

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Después de la celebración del cumpleaños de Pablo, comenzamos a sumergirnos de lleno en los preparativos finales de la boda. Había una sensación de emoción en el aire, pero también de nerviosismo. Sabíamos que queríamos algo íntimo, pero encontrar el equilibrio entre lo que soñábamos y lo que era posible no era tarea fácil.

Mike, que había sido un apoyo incondicional desde el principio, estaba a cargo de la organización. Se había convertido en un experto en coordinar cada detalle, asegurándose de que nuestras visiones se materializaran exactamente como lo imaginábamos. A menudo, me encontraba sorprendido por su capacidad para manejarlo todo con tanta calma, especialmente cuando yo sentía que el estrés comenzaba a acumularse.

El primer gran reto fue encontrar el lugar perfecto. Queríamos algo que no solo fuera hermoso, sino que también tuviera un significado especial para nosotros. Después de varias visitas y consideraciones, finalmente dimos con un pequeño viñedo a las afueras de Barcelona. Era un lugar tranquilo, rodeado de naturaleza, donde el verde de los viñedos se mezclaba con el azul del cielo. Tenía ese aire romántico y a la vez, una sensación de familiaridad que nos hizo sentir que habíamos encontrado lo que buscábamos.

Mientras Mike organizaba visitas al lugar y se aseguraba de que todo estuviera en orden, Pablo y yo comenzamos a pensar en los detalles más personales. Queríamos que la boda reflejara quiénes somos, nuestra historia y lo que compartimos. Las conversaciones sobre la lista de invitados fueron largas y a veces complicadas, queríamos que solo estuvieran presentes las personas que realmente significaban algo para nosotros, aquellos que habían estado a nuestro lado en los buenos y malos momentos.

—No necesitamos una boda enorme, Pedri —me dijo Pablo una noche mientras revisábamos la lista por enésima vez—. Solo quiero que esté la gente que nos quiere y que queremos. Que sea un día para nosotros, no para impresionar a nadie.

Y tenía razón. Esa era la esencia de todo.

Mientras tanto, Aurora estaba en contacto con los proveedores, asegurándose de que todo estuviera listo para el gran día. Ella había tomado un papel activo en la planificación, algo que me hacía sentir más tranquilo. Sabía que, con su ayuda, nada quedaría al azar.

Uno de los momentos más especiales fue cuando Pablo y yo nos sentamos a escribir nuestros votos. Decidimos hacerlo juntos, pero cada uno a su ritmo. Había algo profundamente íntimo en poner en palabras lo que sentíamos el uno por el otro, en expresar lo que significaba llegar a este punto después de todo lo que habíamos pasado.

A medida que la fecha se acercaba, sentía una mezcla de ansiedad y alegría. Sabía que este sería uno de los días más importantes de nuestras vidas, y quería que todo fuera perfecto, no en términos de lujo o extravagancia, sino en términos de amor y autenticidad.

Finalmente, cuando todo estuvo prácticamente listo, me tomé un momento para respirar y pensar en lo que venía. Sabía que el día de la boda sería mágico, no porque todo fuera impecable, sino porque estaría casándome con la persona que más amo en el mundo. Y eso, al final, era lo único que realmente importaba.

El viñedo estaba listo, los invitados confirmados, y nosotros estábamos más que preparados para dar el siguiente paso en nuestra historia. Todo estaba tomando forma, y a pesar de los nervios, no podía esperar para ver a Pablo caminando hacia mí, para comenzar juntos este nuevo capítulo de nuestras vidas.

Dest 🪷.

Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora