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—[Gavi]—

El día que tanto habíamos esperado finalmente llegó, y aunque sabía que sería especial, nunca imaginé que podría ser tan perfecto. Desde el momento en que me desperté, sentí una mezcla de nervios y emoción en el estómago, como si una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo. A mi lado, Pedri dormía tranquilo, con esa paz que siempre me transmitía, incluso en los momentos más caóticos. Lo miré por un rato, pensando en todo lo que habíamos pasado para llegar a este día. Todo valía la pena.

El viñedo que habíamos elegido estaba a las afueras de Barcelona. Desde que lo vimos por primera vez, supe que era el lugar indicado. Tenía algo único, algo que hacía que se sintiera íntimo, lejos del ruido del mundo. Un lugar donde podíamos ser simplemente nosotros.

Aurora y Mi cuñado se habían encargado de los detalles. No sé qué hubiéramos hecho sin ellos. Aurora estaba pendiente de todo, como siempre, asegurándose de que cada flor, cada silla, estuviera en su lugar. Mike, con su manera calmada de ser, se ocupaba de que no nos faltara nada. Mientras nos preparábamos, supe que no podía haber estado en mejores manos.

Mientras Lewa terminaba de ayudarme con el corbatín, mi mente se dirigió a aquella invitación que había enviado a mis padres un mes antes de la boda. Había decidido que, si querían venir, serían bienvenidos. Si no, lo entendería. Les pedí que, si decidían apoyarme, lo hicieran con sinceridad. Si no, prefería que no se presentaran en la fiesta, pero en el fondo deseaba que supieran de mi decisión y estuvieran aquí. Al mirar por la ventana y ver que los lugares reservados para ellos seguían vacíos, rápidamente aparté la mirada. Me concentré en Lewa, esa persona que, en tan poco tiempo, había ganado un lugar importante en mi vida, convirtiéndose en una figura paterna para mí.

Lewa ajustó el corbatín con precisión, notando mi mirada perdida hacia la ventana.

—¿Estás bien, Pablo? —preguntó en su tono suave, con una mezcla de preocupación y cariño.

Respiré hondo, tratando de sacudir los pensamientos que me habían invadido.

—Sí, Lewa. Solo estaba pensando en... cosas —respondí, sin poder ocultar del todo la tristeza en mi voz.

Lewa me observó por un momento, como si pudiera leer mis pensamientos, y luego sonrió con esa calidez que siempre lograba reconfortarme.

—Sabes, Pablo, en la vida no siempre tenemos a todas las personas que queremos cerca, especialmente en momentos importantes. Pero eso no disminuye el valor de quienes están a nuestro lado hoy. Mira a tu alrededor, ¿ves todas estas caras? Todos están aquí por ti, porque te quieren y creen en ti.

Asentí, intentando absorber sus palabras.

—Tienes razón, Lewa. Es solo que... esperaba que ellos también lo estuvieran.

—Lo sé —respondió, poniéndome una mano en el hombro—. Pero recuerda esto: hoy es sobre ti y Pedro, sobre el amor que se tienen. Nada más importa realmente. Y aunque no estén aquí, ellos conocen tu decisión. Han tenido la oportunidad de apoyarte. Ahora, lo que importa es que tú sigas adelante, con o sin ellos.

Sentí que algo se aligeraba en mi pecho, y por primera vez en un rato, logré esbozar una sonrisa.

—Gracias, Lewa. De verdad.

—Siempre, Pablo. Estoy aquí para lo que necesites —dijo con firmeza, dándome una palmada en la espalda—. Ahora, deja esos pensamientos atrás y disfruta de tu día. Hoy es un día de felicidad, no de tristeza.

Asentí de nuevo, esta vez con más convicción, y dejé que su apoyo me guiara de vuelta al presente, al día que tenía por delante.

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Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora